Un propósito claro

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Capítulo - Italia pt. Un propósito claro

El regreso a la Toscana fue como un suave suspiro después de la efervescencia de Venecia. Aunque el trayecto fue largo, la compañía hizo que el tiempo se desvaneciera entre risas y anécdotas. Willy contaba historias de sus viajes pasados, Karla soltaba comentarios ingeniosos, y yo, como siempre, encontraba consuelo en observar cómo cada momento cotidiano con ellos se convertía en un recuerdo invaluable.

Al llegar al pequeño hotel donde pasaríamos la noche, dejamos nuestras maletas y salimos casi de inmediato. Solo teníamos un día, y el propósito era claro: encontrar los atuendos perfectos para la boda. Nos sumergimos en las calles empedradas de un encantador pueblo de la Toscana, un lugar que parecía sacado de una postal.

El sol comenzaba a descender, bañando las fachadas de las casas con tonos cálidos, mientras el aire olía a lavanda y hierbas frescas. Caminábamos sin prisa, entrando en pequeñas boutiques y talleres de costura que parecían resistir el paso del tiempo. Willy estaba en su elemento, examinando telas y sugiriendo colores con una precisión que solo alguien como él podía manejar.

Pero mi atención estaba en Karla. Había tomado prestado un conjunto de lino blanco que yo solía usar en días relajados, y nunca había visto algo tan sencillo lucir tan espectacular. Su cabello negro caía sobre sus hombros, y sus lentes apenas podían ocultar el brillo de sus ojos oscuros. Cada vez que giraba para hablarme o señalar algo en el escaparate, sentía un nudo en el pecho. Era como si todo el mundo se detuviera, y solo existiera ella.

—¿Qué opinas de este vestido? —preguntó, sosteniendo una prenda azul celeste que le ofrecía una dependienta con una sonrisa amable.

—Creo que cualquier cosa que uses será hermosa —le respondí sin dudar, haciendo que se sonrojara ligeramente antes de rodar los ojos.

—¡Vaya! Tenemos a una romántica empedernida aquí —bromeó, pero su sonrisa traicionaba lo mucho que le gustaba el cumplido.

Mientras Karla se probaba el vestido, yo aproveché para buscar algo para mí. Quería algo elegante pero cómodo, algo que reflejara lo que sentía en ese momento: la plenitud de saber que estaba construyendo una vida con la mujer que amaba.

Willy, por otro lado, ya tenía claro lo que quería. Había encontrado un conjunto en tonos tierra que decía ser "la esencia del estilo italiano". Cuando se lo mostró a la dependienta, ella asintió con aprobación, elogiando su gusto impecable.

—Parece que nos casaremos todos —comentó Karla al salir del probador, su voz llena de sarcasmo, pero sus ojos chispeando de diversión.

—¿Por qué no? —respondió Willy con su sonrisa característica—. Si me dan tiempo, puedo organizar algo espectacular.

Seguimos caminando, entre risas y comentarios, deteniéndonos en un café para tomar un espresso y disfrutar de la vista. A lo lejos, las colinas de la Toscana se extendían como un lienzo infinito de verdes y dorados, recordándome por qué este lugar era tan especial.

—¿Qué piensas? —me preguntó Karla en un momento, mientras me miraba fijamente.

—Pienso que eres la futura madre de nuestro hijo, mi mejor amiga, y pronto serás mi esposa —dije, sin apartar los ojos de los suyos.

—¿Eso es todo? —preguntó, inclinándose un poco más hacia mí, con ese tono juguetón que tanto me encantaba.

—Pienso que estoy completamente perdida por ti.

Su risa suave fue todo lo que necesité para saber que este viaje, esta búsqueda de atuendos, este día tan simple pero lleno de magia, era exactamente lo que debía ser.

El baile de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora