Capítulo 27

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-El pitido inicial retumbó en el estadio y tras un largo parón por los compromisos de selecciones, el Espanyol debía enfrentarse al Gerona. La tensión en el aire era palpable, pero nadie esperaba lo que sucedería en los primeros minutos.-

-El Gerona comenzó como un vendaval. En el primer minuto, una jugada rápida por la banda derecha terminó con un centro preciso que encontró a su delantero en el área pequeña. El balón cruzó la línea de gol sin que el portero del Espanyol pudiera hacer nada. 1-0.-

-Javi se quedó mirando la jugada en silencio, aún tratando de asimilar lo que sucedía. Miró a su alrededor. No podía creer lo que estaba viendo.-

Entrenador: ¡Vamos, chicos! -gritó el entrenador desde la banda, apretando los dientes, mientras los jugadores se reorganizaban rápidamente.-

-El Espanyol intentó reaccionar, pero la superioridad del Gerona era evidente. A los 27 minutos, el marcador ya reflejaba una realidad cruel: 4-0. El Espanyol no había disparado a puerta ni una sola vez. Cada pase errado, cada pérdida de balón, transmitía la sensación de que algo no estaba funcionando.-

-Javi, al igual que el resto del equipo, estaba completamente fuera de lugar. Los gestos de frustración comenzaban a ser más visibles, y cuando el tercer gol del Gerona se materializó, la cara de Javi mostró lo que muchos ya sentían: la desesperación.-

J: ¡No puede ser! -mascullé mientras volvía a mi posición tras el saque del centro.-

-En su rostro se reflejaba el cansancio de un equipo que ya no creía en la remontada. La frustración no solo afectaba a los jugadores. El entrenador, también se mostraba visiblemente alterado en la banda. Cada falta cometida, cada decisión equivocada, lo ponía más al límite.-

-El ambiente se tensaba aún más. El Espanyol, desbordado por el Gerona, no encontraba respuestas. A medida que avanzaba el reloj, las faltas comenzaron a acumularse en su contra, como si el equipo no pudiera controlar ni las emociones ni el juego. Cuando el árbitro señaló el final del primer tiempo, el Espanyol se fue al vestuario cabizbajo. Nadie dijo una palabra en el camino hacia los túneles. Javi no quería mirar a sus compañeros, ni a su entrenador. El único pensamiento en su cabeza era: ¿Qué estamos haciendo mal? -

-En el vestuario, el silencio era abrumador. Los jugadores se sentaron, algunos con las manos en las rodillas, otros con la cabeza entre las manos. Javi no podía concentrarse. Estaba agotado, tanto física como mentalmente.-

-El entrenador entró al vestuario, su rostro tenso, pero aún con una chispa de esperanza.-

Entrenador: Lo que hemos visto no es nuestro nivel. El Gerona nos ha pasado por encima, pero aún tenemos 45 minutos. No vamos a rendirnos, no aquí, no hoy. ¡Esto es fútbol! -su voz era firme, aunque se percibía que el desánimo había calado en todos.-

-Javi levantó la vista, y por un momento, sus ojos se cruzaron con los del entrenador. Un silencio pesado llenó el vestuario.-

Entenador: Escúchadme -dije dirigiéndome a todos.- No importa si perdemos, no importa si este partido está perdido. Lo que importa es que salgamos y juguemos. Jugamos para nuestra gente, para nuestra camiseta. Y eso no lo cambiamos, aunque el marcador esté 4-0.

-Al comenzar el segundo tiempo, el Espanyol salió con ímpetu. El Gerona parecía relajarse, tal vez confiados de que el partido ya estaba decidido. Pero el Espanyol empezó a atacar con más fuerza, a presionar más alto, a pelear cada balón.-

-En el minuto 55, finalmente, llegó el gol. Javi, quien hasta ese momento había jugado sin la chispa que lo caracterizaba, recibió un pase en el borde del área. Sin pensarlo demasiado, disparó al primer palo. El portero del Gerona no pudo hacer nada. El balón se coló en la red. Javi no lo celebró. No hubo saltos ni puños al aire. Solo levantó el brazo y apuntó al cielo. -

-El pitido final llegó y El Espanyol solo había logrado un gol.-

☆☆☆

-Había llegado a casa hace aproximadamente 30 minutos. Hoy no había vuelto con Javi porque justo había estado a pie de campo en el partido y había ido al estadio en mi coche.-

-La puerta de casa se abrió con un suave crujido, y Javi entró, aún con el peso del partido en sus hombros. El cansancio era evidente en su rostro. Cerró la puerta tras él y se quedó allí un momento, en el umbral de la entrada, como si tomara un respiro antes de entrar completamente.-

Javi entró en la cocina y me encontró allí, dándole la bienvenida con una sonrisa ligera. Aunque no dije nada de inmediato, mi presencia ya lo había relajado un poco.-

L: ¿Qué tal amor? ¿Cómo te encuentras? -pregunté, con una calma que contrastaba con la tensión que él aún llevaba consigo.-

-Javi se detuvo un momento, respirando profundamente, como si las palabras no pudieran salir de inmediato. Finalmente, dejó caer su mochila al suelo y se acercó a mi.-

J: Ha sido... difícil. -dije con frustración.-

-Me acerqué y lo abracé, un gesto sencillo, pero cargado de todo el apoyo que no había recibido en el campo. Lo miré a los ojos, sabiendo que no necesitaba escuchar promesas vacías, sino que necesitaba sentir que no estaba solo en ese momento.-

L: Sé que has dado todo de ti amor. -Dije con suavidad, notando cómo su cuerpo se relajaba apenas escuchar mis palabras.-

-Javi suspiró, cerrando los ojos un momento como si intentara soltar toda la tensión acumulada. Luego, me miró con una mezcla de agradecimiento y agotamiento.-

J: No sé si esto tiene algún sentido, pero... me siento como si hubiera fallado. Como si no hubiera dado lo suficiente. -dije con cierta frustración.-

-Puse mis manos en su pecho, como si pudiera transmitirle la paz que él tanto necesitaba.-

L: No fallaste, amor. A veces el fútbol no es solo ganar, diste todo lo que pudiste en ese momento y eso habla muy bien de ti. -dije mirándolo a los ojos.-

-Javi me miró fijamente, y por primera vez desde que llegó a casa, su tensión se fue un poco. Sonrió suavemente, una sonrisa que, aunque pequeña, era genuina. Me abrazó, y aunque aún había un atisbo de agotamiento en su cuerpo, también había algo de alivio en su abrazo, como si, por fin, pudiera dejar ir un poco de esa carga.-

J: Gracias por estar siempre, amor. -dije mientras la apretaba más cerca de mi.-

L: Siempre voy a estar aquí para ti, amor.- respondí, acariciando su espalda, sintiendo cómo la tensión seguía disipándose poco a poco.-

El futbolista del que me enam⚽réDonde viven las historias. Descúbrelo ahora