-Nos despertamos a la mañana siguiente. Javi despertó antes que yo. Me observó en silencio durante unos minutos, fascinado por la calma en mi rostro. Con cuidado, dejó un beso en mi frente, lo suficiente para despertarme.-
J: Buenos días, amor -susurré, con la voz aún ronca por el sueño.-
-Abrí los ojos lentamente y lo vi inclinado sobre mi, con una sonrisa que hacía que mi corazón se acelerara.-
L: Buenos días, cariño. -murmuré, estirándome bajo las sábanas.-
-Javi me rodeó con sus brazos y, después de unos minutos disfrutando el uno de la calidez del otro, sugirió.-
J: ¿Una ducha juntos para empezar el día?
-No me negué. Ambos caminamos al baño, aún envueltos en la somnolencia. El vapor comenzó a llenar el espacio mientras el agua caliente caía. Entre risas y caricias, compartimos ese momento íntimo.-
-Ya vestidos con las batas blancas del hotel, Javi se acercó por detrás mientras me arreglaba el pelo y me envolvió en un abrazo cálido, besándome suavemente el cuello.-
J: Estás preciosa. - Le dije al oído, mientras mi mirada se encontrába con la suya a través del espejo.-
-Unos minutos después, ambos estabamos listos para salir. Llegamos a la casa de sus tíos cerca de las nueve de la mañana, con un par de bolsas en mano. Habíamos llevado un panettone y una botella de cava. Al entrar, la casa ya estaba llena de movimiento. El olor a café recién hecho, tostadas y algo dulce llenaba el aire. La familia estaba reunida en la cocina y el comedor, riendo y conversando.
Tío de Javi: ¡Por fin! Os estabamos esparando para empezar a desayunar. -exclamó uno de sus tíos al vernos.-
-Nos sentamos en el comedor donde la mesa estaba llena de platos con churros, bollos caseros, pan con tomate, embutidos, queso manchego, y una gran bandeja de fruta. Había café, zumos y, para los que querían algo más festivo, un poco de sidra.-
-El desayuno se extendió más de lo planeado porque las conversaciones no terminaban. Después del desayuno, la tradición continuaba: abrir los regalos. Los niños eran los más emocionados, pero todos teníamos algo que abrir. La sala, estaba iluminaba por el sol de la mañana cuando el Papá Noel improvisado empezó a repartir los regalos, todos reían y comentaban.-
-Cuando llegó mi turno, abrí la pequeña caja que Javi me había dado con una mezcla de curiosidad y emoción. Dentro, encontré un colgante sencillo y elegante, con nuestras iniciales grabadas en la parte trasera. Levanté la mirada hacia él, y me dedicó esa sonrisa que siempre me derretía.-
J: Es para que recuerdes que siempre estoy contigo, donde sea que vayamos. -dije tomándo su mano.-
L: Gracias amor. -Lo abracé.-
-El resto del día transcurrió con la misma calidez. A media mañana, algunos salieron a dar un paseo mientras otros nos quedamos jugando con los niños y ayudándolos a montar sus nuevos juguetes. Javi, por supuesto, estaba en el suelo con ellos, construyendo un castillo de Lego.-
-Ya después de la comida el tío de Javi preguntó si alguien se animaba a jugar a las cartas, la verdad que esto lo hacíamos todos los años.-
-El juego elegido fue el clásico "Continental".-
J: Espero que estés lista para perder. -dije con una sonrisa traviesa.-
L: ¿Perder? -respondí, arqueando una ceja.- Cariño, no sabes con quién estás jugando.
-Las primeras rondas fueron de calentamiento. Me esforzaba en aprender las reglas mientras observaba cómo todos jugaban estratégicamente. La tía Carmen era implacable, colocando cartas con una precisión que daba miedo, mientras Javi intentaba distraer a los demás para que cometieran errores. Yo, en silencio, iba acumulando mis jugadas.-
Primo de Javi: ¿Te estás dejando ganar, Lorena? -dijo uno de sus primos al ver que no hablaba mucho.-
L: No exactamente... -respondí, colocando un trío de reyes en la mesa y vaciando casi toda mi mano en un solo movimiento.
J: ¡Esa es mi chica! -exclamé aunque mi entusiasmo duró poco cuando vi que en la siguiente ronda me dejó fuera de juego.-
-La mesa estalló en risas cuando Javi protestó, acusándome de haberlo traicionado.-
L: Es que me subestimaste. -dije, encogiéndome de hombros con una sonrisa inocente.-
-La partida se volvió cada vez más intensa. La última ronda fue la más emocionante. Quedábamos solo tres jugadores: Javi, su prima mayor Clara y yo. Javi intentaba recuperarse después de varias malas manos, pero Clara, con una habilidad sorprendente, jugaba sus cartas con precisión. Al final, en mi turno, coloqué mi última carta en la mesa y declaré mi victoria.-
-Luego de un rato más entre charlas y sobremesa, empezamos a despedirnos. Eran casi las cinco de la tarde y, aunque la calidez de la casa invitaba a quedarse más tiempo, sabíamos que el momento de partir había llegado. Nos levantamos para dar un abrazo a cada miembro de la familia.-
Tía Carmen: Lorena, no tardéis tanto en venir la próxima vez, ¿eh? -dijo mientras me envolvía en un cálido abrazo.-
L: Cuando tengamos un hueco en nuestra agenda, vendremos por aquí de nuevo Carmen. Me encanta estar aquí con vosotros. -respondí con una sonrisa.-
-También recibí un fuerte abrazo de sus primos, que entre bromas me recordaron nuestras partidas de cartas de años anteriores.-
Primo de Javi: Lorena, esta vez te pasaste. Ni siquiera nos diste oportunidad en las cartas. -dijo riendo.-
L: No es mi culpa, cada año tengo un poco más de experiencia. -respondí divertida.-
-Después de un último brindis y bromas sobre el próximo reencuentro, salimos de la casa. La noche comenzaba a caer, y las calles estaban iluminadas con las luces navideñas. Volvimos al hotel disfrutando del paseo juntos.-
-Las aceras estaban tranquilas, el aire fresco pero no frío. Javi llevaba una de mis manos entrelazada con la suya, mientras yo jugaba distraídamente con el colgante que me había regalado.-
-Al llegar, subimos directamente a nuestra habitación. Nos dejamos caer en la cama, aún vestidos, el cansancio del día empezaba a hacerse notar.-
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El futbolista del que me enam⚽ré
RomanceLorena tiene 26 años, es periodista deportiva y está casada con su futbolista favorito, Javier, el cual tiene 31 años y además de jugar al fútbol en La Liga española es empresario. Ella lo conoció mucho antes de que él supiera que ella existía, conc...