36.

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El sol había salido hacía unos minutos cuando Iris salió de la cama. En una mochila, metió lo necesario y por último, le dedicó una última mirada a Dean, quien estaba completamente dormido en la cama, destapado y únicamente con la ropa interior. Iba a echar de menos aquellas vistas. Pero tenía que hacerlo. Le quería demasiado como para ponerle en peligro poniéndose a su lado.
Le dio un suave beso en la mejilla y salió de allí sin hacer ruido.
Avanzó por el pasillo en silencio, tratando de decidir a qué iba a dedicarse ahora, no quería quedarse sola.
Pero se negaba a que ninguna otra persona muriese por su culpa. Se dedicaría a cazar, hasta que encontrase a Alouqua y pudiese enfrentarse a ella o perdiese la vida. Lo que antes ocurriese.
- ¿Iris? - la voz de Sam la hizo detenerse. Mierda. Pensó la chica, mientras se giraba para dedicarle una sonrisa a un Sam vestido con sus ropas de correr. - ¿Qué haces?
- ... Nada.
- ¿Nada? - preguntó Sam, levantando la ceja. Había visto la mochila que llevaba la morena, no hacía falta ser muy listo para adivinar sus intenciones. El chico se apoyó en la pared, cruzándose de brazos, sin dejar de mirarla - ¿Qué haces despierta a estas horas?
- No podía dormir. Así que iba a ir a dar una vuelta. - mintió.
- ¿Con una mochila casi más grande que tú?
- Sí.
- Iris... - suspiró Sam, cansado.
- Tengo que hacerlo, Sam. Tengo que irme. No lo entiendes.
- No, lo que tú no entiendes es lo que vas a provocar largándote así sin más. Sin decir nada. - dijo el chico, enfadado con su amiga.
- Bueno te lo estoy diciendo ahora, Sam. Estáis mejor sin mí.
- ¿Estamos mejor sin ti? ¿De verdad piensas eso? - la chica apartó la mirada. - Parece que aún no lo has entendido. ¿Y qué hay de Dean? Piensas irte así sin decirle nada ¿verdad?
- Es lo mejor.
- ¿Lo mejor? Tú no viste cómo estaba cuando moriste. No era Dean. No vivía, simplemente se dedicaba a dejar pasar el tiempo. Vas a destrozarle ¿eso es tu definición de lo mejor?
Los ojos grises de la chica comenzaron a llenarse de lágrimas.
- Ya viste lo que les ocurrió a Ellen y a Jo. - recordó la joven con dolor. - No puedo quedarme con vosotros sin poneros en peligro.
- ¿Y no deberíamos decidir nosotros si queremos ese peligro? - preguntó una voz grave detrás de Sam. Dean.
- Dean... - genial, había pasado justo lo que Iris trataba de evitar.
- No. - dijo el chico avanzando por el pasillo. - Ya somos adultos para tomar nuestras propias decisiones. No hace falta que las tomes tú por nosotros.
- Somos una familia, Iris. Y quieras o no, formas parte de ella. - continuó Sam.
- No es tan fácil.
- Si, si lo es.
- No lo entendéis. ¡Hay una maldición! Si me quedo con vosotros, acabaréis muertos.
Dean y Sam la miraron sorprendidos, era la primera vez que recibían noticias sobre aquello.
- Qué...
- Soy una Grigori, Sam. Ese apellido está maldito. Todos los humanos a los que me junte morirán.
- Estás diciendo que Ellen y Jo...
- Murieron por mi culpa, sí.
- Pero fue un accidente, no...
- ¿De verdad crees que fue casualidad, Sam? Me da igual. No pienso arriesgarme a perder a nadie más.
- ¿Y qué piensas hacer entonces? - dijo Dean, quién llevaba un buen rato callado. - ¿No volver a relacionarte con nadie más? ¿Dedicarte a la caza hasta que acaben matándote? ¿O tal vez rendirte y convertirte en una zorra de ojos negros?
La chica le miró sorprendida.
- Cas nos contó lo que estaba pasando. Y no pienso permitir que eso ocurra. No pienso dejar que te conviertas en un demonio. No voy a dejar que te vayas.
- Hay una maldición, Dean...
- Si existe una maldición también existirá una forma de romperla. - Dijo Sam, uniéndose a su hermano.
- Y vamos a romperla. - finalizó Dean cogiéndo la mochila de la de ojos grises, quién se había ido acercando a ella mientras hablaban.- Juntos.
Iris les miró a los ojos, mientras sentía como la esperanza crecía en su interior. Tal vez sí que había una forma de acabar con todo aquello. Finalmente asintió, dándose por vencida. Deseando con todas sus fuerzas que los dos hermanos tuvieran razón.

Iris sonrió de forma sádica mientras sujetaba con fuerza la espada angelical. Aquello iba a ser divertido. El cuerpo del demonio se tensó, cuando vio cómo la chica se lanzaba hacia él.
Ambos cuerpos comenzaron a bailar un baile lleno de sangre y violencia. La espada no tardó el ralizar un corte profundo en el antebrazo del demonio, llenando a la cazadora de sangre.
El ser de ojos negros aulló de dolor, furioso, trató de usas sus poderes contra la chica. Ni siquiera iba a jugar con ella. Su único pensamiento era partirla el cuello.
Chasqueó los dedos, a la espera de ese sonido tan familiar de huesos al partirse. Sin embargo nunca llego.
Iris, con la cara llena de sangre, sonrió, provocando al demonio una sensación de lo más desconocida: terror.
La chica volvió a arremeter contra él, podría haber acabado con aquello clavando la espada en el corazón, sin embargo, no quería acabar tan rápido.
Otro corte apareció en el torso del demonio, provocándole a éste un fuerte dolor.
Dejó de pensar, se dejó llevar. Su único pensamiento era el de provocar dolor, aquello la hacía sentirse mucho mejor.
El demonio se movía con rapidez, tratando de esquivarla y atacándola a la vez, sin embargo, ella era más rápida aún.
El sonido de los gritos de dolor era música para la chica, estaba disfrutando como un niño en una juguetería. La sensación de ser salpicada con la sangre del demonio era una de las mejores que había sentido nunca. Y las súplicas del de ojos negros pidiéndola que acabase con él la hacían sentirse increíblemente bien.
Después de un rato largo, la chica acabó finalmente con aquel ser, clavando la espada profundamente en su pecho. Justo en el corazón.

Supernatural (Dean Winchester)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora