Capítulo 1

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West, o El pobre West, como sus habitantes lo llamaban, era un suburbio entre Beverly Hills y Westwood, en Los Ángeles, California. Como bien lo indica el nombre, el suburbio, que por su definición en Google era: Barrio que está a las afueras de una gran ciudad, habitado especialmente por inmigrantes, o personas de condiciones bajas. Era un barrio pobre, abandonado, tanto, que Wikipedia no podría encontrar registros de éste. Sus habitantes aseguraban que, al ser tan desprestigiado, los Estados Unidos habían borrado todos sus registros para que los demás países en la esfera llamada planeta, no pudieran pensar, siquiera, que en Estados Unidos existía un suburbio tan bárbaro como ese.

Y aunque nuestro protagonista o uno de ellos vivía en éste sitio, no se encontraba ahí, no, él estaba cruzando la gran avenida, una tan grande que dividía West de Beverly Hills. Pero... ¿qué hacía un chico del suburbio en una zona tan cara como lo era Beverly Hills?

Eran más de las tres de la mañana, había vigilado bien la casa días atrás. El dueño se iría a las 7:00 am, el jardinero y el resto de los empleados se harían cargo de ella hasta las 10:00 pm, cuando acabaría su turno y se irían a casa. Éste día, el dueño no volvería hasta tres días después, cuando su vuelo de Hawaii aterrizara y él tuviera que volver. Pero Drake no necesitaba tres días, a él le eran suficientes ocho minutos dentro para hacerse de todo lo necesario y salir antes de que la policía lo pillara dentro. Uno para desactivar las alarmas, uno para llegar a la caja fuerte, tres para vaciarla, uno más para dejar las cosas como estaban, y el resto para activar nuevamente las alarmas y salir sin que nadie se dé cuenta. Sólo necesitaba ocho, pero esa alarma le estaba robando demasiado tiempo.

—Drake, el tiempo. —Le recordó su amigo desde el auricular que llevaba en la oreja.

—Ya voy, ya voy, ésta porquería que no se deja...

—¿Quieres ayuda?

—¿Qué? —Bufó con aires de grandeza y terminó ahí. —Yo no necesito ayuda.

Ingresó por la puerta delantera, cerró los ojos un momento, para traer a su memoria el plano que se había grabado bien el día anterior, no le gustaba cargar con objetos inútiles, y llevar consigo el plano de la casa parecía una tontería. Se adentró a ella con movimientos ágiles, si estuviera en otro escenario y con otro objetivo, cualquiera pensaría que estaba bailando. Pero sucedía que a él le encantaba dejar las cámaras encendidas, y con la ayuda de los planos sabía exactamente la ubicación de todas, así que, con ágiles movimientos huía de ellas, haciendo de esa misión suicida su diversión. Sonrío cuando se encontró frente a su objetivo, y luego miró su reloj, estaba en tiempo. Sacó de su pequeña mochila sus aparatos especiales, esos que sólo se ven en películas o que se trafican bien por las calles de West. Dejó que hicieran su trabajo y pronto obtuvo la clave de la caja fuerte, abriéndola, se apresó a sacar todo el efectivo y guardarlo bien en la mochila, paquete por paquete. Satisfecho, regresó las cosas a su sitio, continuó hacia la salida con sus movimientos ágiles y antes de irse, le dejó una pequeña tarjeta al dueño sobre la mesita alta cerca de la puerta. Salió y se escabulló rápidamente en la parte delantera, en el asiento del copiloto de la camioneta donde sus compañeros esperaban, sin esperar a que él terminara de cerrar la puerta, el conductor asignado presionó el acelerador y regresaron a West.

—¡Sí, dame, dame, dame! —Celebró uno de sus compañeros en la camioneta y Drake le lanzó la mochila llena de billetes.

—¿Difícil? —Le preguntó otro mientras Drake se echaba a la boca una de sus gomas de mascar que llevaba guardadas en el pantalón desde el día anterior, se encogió de hombros y masticó ruidosamente.

—Como siempre. —Respondió.

—No se ha activado ninguna alarma hoy, mis respetos. —Willy, uno de sus acompañantes de departamento fingió quitarse un sombrero y le guiñó un ojo.

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