Capítulo 25

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Capítulo 25

Narra Drake:

Cuando era niño sabía muy bien cómo terminar con mis pesadillas. Cuando las tenía, me obligaba a despertar del sueño, y aún más extraño, me obligaba a dormir de nuevo, para volver a soñar lo mismo, pero con otra perspectiva, atacaba mis miedos, despertaba y ya no tenía temor. Nunca necesité que mis padres me recibieran a media noche en su cama por el terror de las pesadillas, podía con ellas. Siempre fue así.

Ahora que soy un adulto, parece que todas esas pesadillas han cobrado vida propia, se materializaron y comenzaron a formar parte de todo lo que soy. ¿Cómo puedo desprenderme de ellas si ni siquiera estoy soñando?

No necesitaba hablarle, no quería saber nada de ella, sólo quería verla de lejos. Saber que estaba viviendo una vida que yo nunca viviría. Aunque carecía de sentido. ¿Para qué ir si lo que necesitaba era alejarme? De ella, de sus ojos, de su personalidad, de todo lo que ella significaba. No podía evitarlo, estaba dividido en dos, la parte de mí que quería acércame y la que me recordaba todos los días que tenía que odiarla. Desafortunadamente la parte que tomaba las decisiones era la menos racional. La que me hizo caminar esa tarde hasta su casa, y seguir caminando porque no la vi, buscándola, deseando verla al menos un momento, sólo una vez más.

De pronto la vi, iba caminando de prisa con la mirada hacia al frente, dispuesta a no dar vuelta atrás. Sola, además. Mis pies empezaron a caminar por inercia, en la misma dirección, de un momento a otro muy cerca de ella, seguro de que ella no me vería, no se giraría, ni siquiera voltearía. Algo pasaba por su mente que la mantenía tan concentrada en su caminata.

Sabía que tenía que detenerme, dejarla ir, regresar por donde había venido, pero no lograba que mis pies frenaran, incluso, iban más rápido, necesitaba alcanzarla, hablarle, o mínimo verla más de cerca, ¿por qué no? ¿Por qué conformarme con verla de lejos? ¿Qué podía perder si ya todo lo tenía perdido?

El plan sin plan iba bien, ella no sabía que iba detrás, hasta que se detuvo en seco, como si se hubiera arrepentido de algo, sacudió la cabeza y giró tan rápido que no me dio tiempo de asimilarlo, sin oportunidad de salir corriendo para que ella no supiera que la seguía.

Allí estaban, esos dos ojos verdes que siempre me miraban como si no hubiera mejor cosa en el mundo qué ver. Nunca en la vida me habían visto así. No sólo no había podido contarle antes la verdad a Charlotte, no quería. Ella había visto en mi a un buen hombre, pobre, pero un buen hombre, me había defendido describiendo a un hombre que hubiera dado todo por ser. ¿Cómo detener eso? ¿De dónde se toma el valor suficiente para detener tanto cariño?

Dijo mi nombre, sorprendida al verme. Demonios, no tenía que verme así. Como un hombre perdido después de haber sido encontrado.

No podía verla a los ojos, la vergüenza de todo lo que le había hecho finalmente cayó sobre de mí. ¿Qué estaba pensando?¿Qué sería sencillo? Entonces pensé en mi odio, en todo lo que sentía, un odio cansado, que me agotaba. Pensé, al verla, en su familia, intenté responderle pero parecía inútil decir algo más que su nombre. Dio media vuelta, parecía que se marcharía, pero regresó un momento.

—¿Estás bien? —Me preguntó. Abrí los ojos más de lo normal y la boca lentamente para responder. No me dio tiempo. —No me importa, es decir, me da igual pero... Will, él está preocupado por ti, no seas tan imbéc... No lo mantengas preocupado. —Volví a entrecerrar los ojos.

Qué conflicto interno. Amor, odio. No lo soportó, probablemente yo tenía cara de tarado intentando aclarar mis sentimientos hacia ella. Y así me quedé, como un tonto viendo como se iba.

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