Capítulo 32

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Charlotte se quedó tumbada sobre su cama buena parte de la noche viendo aquél folleto de la escuela de baile. Preguntándose qué debía hacer, porque parecía que todo mundo sabía lo que ella debía hacer pero ella no lo tenía nada claro. Tenía tantas decisiones qué tomar, irse con su padre o con su madre, qué universidad debía elegir, asistir a las clases de baile, o Drake...

Drake sin embargo lo tenía más claro, disfrutaría esas semanas con Charlotte porque después de todo ella era la única razón por la que no ya estaba siendo procesado a una prisión. Y porque no sólo la amaba, ella era todo para él.

Algunas personas lo tenían claro, otras no tanto pero había otras como Paul que estaban cometiendo una gran tontería en esos momentos.

Aunque se moría del terror por dentro intentó poner su cara de seguridad y seriedad cuando Harry se le acercó en esa bodega oscura.

—¿Por qué quieres entrar? —Lo cuestionó.

—Se ve que ganan buen dinero. —Respondió.

—Tú no necesitas dinero. —Paul tragó saliva y sonrió.

—Tal vez la emoción tan sólo.

—No necesitamos un niño torpe con nosotros, vete por donde viniste. —Harry se dio media vuelta y comenzó andar, Paul sabía que era su única oportunidad.

—¡Tienes razón! No necesito dinero, pero te equivocas al pensar que no me necesitan. —Paul no sabía de dónde había sacado las palabras pero había logrado detener a Harry quien volteó a verlo incrédulo.

—¿Qué estás diciendo?

—Sé que planean un golpe grande, necesitarán gente pero sobretodo a alguien que pase desapercibido, no me malentiendas pero ninguno de ustedes puede entrar a una joyería sin que los empleados de inmediato llamen a la policía. —Harry sacó un arma y lo amenazó con ella.

—No sabes con quién te estás metiendo.

—¿De verdad? —Le sonrió y Harry apretó la quijada.

—Estarás dentro pero si nos traicionas o haces algo que arruine nuestros planes... créeme, yo no me tiento el corazón cuando aprieto un gatillo.

Ese día era particularmente soleado aunque las noticias habían pronosticado lluvia, la mansión era un completo caos, empleados de un lado a otro transportando sillas, adornos, flores. La boda estaba a la vuelta de la esquina y como parte del castigo, Charlotte tenía que estar pegada a su hermana buena parte del día eligiendo cosas que aún faltaban y las pruebas del vestido. Estaba harta ya de escucharla parlotear todo el tiempo si el pastel era del sabor indicado o si las flores iban a llegar a tiempo. Pero afortunadamente ese día encontró algo de paz, se sentó en la sala y comenzó a hacer unas flores de listón de seda y encaje blanco, irían de adorno y ya que su hermana se encontraba muy ocupada acomodando sillas en el jardín, podía hacer eso en total silencio y no pensando demasiado en lo poco que le importaba su boda.

Después de escuchar el timbre una empleada se le acercó sigilosamente.

—Vinieron a visitarla, señorita Charlotte. —En respuesta contrajo el rostro.

—¿Quién?

—Su novio. —Lo dijo en modo de secretito y Charlotte fue a la puerta en la que aún permanecía Drake parado.

—Hola. —La saludó sonriente.

—¿Qué haces aquí?

—Oh Drake, qué bueno tenerte por aquí, así podremos disfrutar más tiempo juntos y no sólo esa hora que aunque muy amablemente nos concede mi padre no nos sirve para mucho... —Fingió ser ella.

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