Capítulo 10

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Capítulo 10

Desde que conocí a Charlotte me dio suficientes razones para regañarla, me encantaba hacerlo, porque de alguna manera me hacía sentir que tenía razón. Pero últimamente había estado la idea de retirarme, dejar los robos, asaltos, conseguir un empleo y finalmente: estudiar. El robo fallado de aquél día me había dejado con la certeza de que había llegado el momento, ya no podía seguir haciendo lo mismo, porque la realidad era que yo actuaba de manera tan irracional como Charlotte.

Desaceleré, mis pies entorpecieron y caí de bruces contra el pavimento, era lo mejor que podía hacer en una lluvia de balazos.

-¡¿Willy?! -Lo llamé, pero no me respondió. Me puse sobre las rodillas y gateé hasta él, estaba tirado en el suelo igual que yo, y aunque no estaba inconsciente era incapaz de hablar, supe la razón cuando noté la mancha de sangre que comenzaba a formarse cerca de su hombro.

-¡Corre, vete! -Logró chillar.

-Eres mi hermano, no te dejaré. -Rompí un poco su camisa y vi que la bala había entrado en el fondo. -Hay que movernos. ¿Puedes?

-Sí, sí puedo. -Me aseguró, pero su cara pálida y su mueca de dolor me decían otra cosa, de todas maneras lo puse de pie y comenzamos a caminar a un paso más lento del que debíamos, los policías nos pisaban los talones y yo temía que volvieran a dispararnos. Pronto dimos la vuelta a la calle donde habíamos dejado la camioneta, subí a Willy en el lado del copiloto, era obvio que ahora yo tenía que manejar.

-Te llevaré a un hospital. -Lo escuché soltar unas risitas apagadas mientras arrancaba la camioneta y daba vuelta para salir huyendo.

-¿Qué hospital, eh?

-El que sea, ya cállate.

Yo entendía su ironía, era claro que no teníamos alguna especie de convenio con cualquier hospital cerca de aquí, estaba seguro de que en ninguno nos recibirían, todos los hospitales pertenecían a personas de Beverly o incluso de Westhood. Para nosotros lo de West, lo más cercano que teníamos de un hospital era la boticaria barata y vieja, aunque ninguno de ellos daban consulta, sólo te vendían las medicinas. Pero eso no me serviría para la herida de Willy, necesitaba un hospital de verdad, uno donde pudieran sacarle la bala y curarlo, uno que impidiera que le siguiera saliendo más sangre como río, uno que lo mantuviera vivo. Pensando en todo el dinero que tenía guardado para mi escuela, lo llevé a un hospital cerca de Beverly, los policías no nos seguían, no era necesario porque tenían mi cara grabada en todas las cámaras. En ese momento estaba claro que ese había sido mi último robo, pronto estaría mi cara en cada estación de policías y con suerte no me buscarían, pero es pedir demasiado...

Cuando llegamos bajé a un Willy totalmente demacrado, su camisa se había llenado de sangre y comenzaba a delirar, entré al hospital sin esperar instrucciones, lo dejé tendido sobre un sillón bonito, inusual de un hospital y me acerqué corriendo a la que debía ser una recepción, o lo que sea. No sabía cómo funcionaban los hospitales, sólo una vez había estado en uno, después de que asesinaron a mis padres la policía me llevo a uno para asegurarse de que no tenía una bala en el cerebro como ellos. Cuando los doctores se aseguraron de que tenía buena salud física me sacaron tan deprisa del hospital como si la cuenta les estuviera quemando las manos al estado, me dejaron en la calle y esperaron a que, por alguna estúpida razón, un niño huérfano supiera qué hacer después de eso.

En ese momento me sentía igual, sin saber qué hacer. Pero con las manos llenas de la sangre de Willy llamé la atención de la enfermera al otro lado.

-¡Mi amigo necesita ayuda! -Alardeé.

-Sí, ¿cuál es su número de seguro?

-¡No tengo, pero tengo dinero, sólo atiéndalo y volveré con todo el dinero que sea necesario!

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