West, o El pobre West, como sus habitantes lo llamaban, era un suburbio entre Beverly Hills y Westwood, en Los Ángeles, California. Como bien lo indica el nombre, el suburbio, que por su definición en Google era: Barrio que está a las afueras de una gran ciudad, habitado especialmente por inmigrantes, o personas de condiciones bajas. Era un barrio pobre, abandonado, tanto, que Wikipedia no podría encontrar registros de éste. Sus habitantes aseguraban que, al ser tan desprestigiado, los Estados Unidos habían borrado todos sus registros para que los demás países en la esfera llamada planeta, no pudieran pensar, siquiera, que en Estados Unidos existía un suburbio tan bárbaro como ese.
Y aunque nuestro protagonista había pasado largos años en ese lugar, había salido finalmente de allí.
Había cruzado la avenida; el país.
Había superado finalmente la muerte de sus padres, aceptando que nunca, aunque hubiera tenido la oportunidad, hubiera podido vengarse de los que abusaron de su bondad. Porque sus padres habían muerto por ser demasiado buenos, tan buenos que él había llegado a creer que preferían ayudar a los demás que cuidar de su propio hijo. Pero eso no podía ser más que una mentira, sus padres jamás hubieran imaginado que esa noche llegarían para matarlos, que ese acto dejaría a su hijo solo en el mundo.
De haberlo sabido jamás habrían ayudado al abuelo de la niña consentida de Beverly Hills, quien había tomado finalmente valor para cruzar la avenida; el país.
Ella se había enfrentado tantas veces con sus padres por tantas cosas que había olvidado que en realidad los amaba, y mucho, pero también que ese amor incondicional era correspondido. Que sus padres iban a protegerla de todo, incluso de ella misma. Ojalá todos se hubieran dado una oportunidad más, ojalá todos en esa familia hubieran recordado lo mucho que se querían, probablemente ese divorcio nunca se hubiera firmado y la adolescente jamás habría desaparecido.
Los dos se habían enamorado bajo extrañas circunstancias, violando un trato entre ellos.
Finalmente se encontraban en la misma ciudad, en la misma calle; en el mismo departamento.
A Charlotte le dolía sólo un poco la cabeza, lo primero que vio fue su brazo conectado a un suero que seguramente había sido cambiado a cierta hora de la noche sin que ella se percatara de ello, pensó que seguramente había caído rendida ante el sueño que hace mucho no podía conciliar, entre la llegada de Drake y sus constantes ensayos no tenía mucho tiempo para poder dormir.
Poco a poco empezó a recordar todo lo que había sucedido la noche anterior, no le avergonzaba, bueno, sólo por el hecho de haberlo llamado a él.
Al recordarlo empezó a buscarlo con la mirada por toda la habitación. Lo encontró en el sillón de la esquina, tenía encima una pequeña cobija y dormía profundamente, se percató de que muy pocas veces lo había visto dormir, seguramente la había cuidado toda la noche para que la reacción alérgica se mantuviera a raya. Velando por ella.
Quiso aprovecharse y de alguna manera poder ver el tatuaje que se había hecho con su nombre, pero sabía que era imposible, totalmente.
Luego bajó la vista a su mano, aún brillaba con emoción el anillo de compromiso en su dedo, lo amaba, era realmente en anillo más hermoso que había visto en su vida. Pero sabía que en realidad nunca había significado nada. Entonces se lo quitó y lo dejó sobre la cama, a un lado de ella. Un día Paul volvería, tal vez a vender el departamento, o lo que sea, y lo encontraría, y se lo daría a alguien más, al amor de su vida.
Mientras pensaba todo eso sintió una mirada sobre ella, Drake apenas si empezaba a abrir los ojos pero se había sentado de golpe, avergonzado de haberse quedado dormido en su velada. Se pasó una mano por la cara y vio su reloj de mano.
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Trato hecho
Teen FictionCuando Charlotte se encuentra en la peor parte de su adolescencia, se enamora (bajo extrañas circunstancias) de quien nunca debió haberse enamorado, sin embargo, también para él fue lo peor que le pudo haber pasado en la vida. Error tras error, ment...