Capítulo 5

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¡Hola! Pues sigo escribiendo, pero mi pregunta es... ¿tengo lectores fantasmas? Jajaja Me gustaría saber qué les va pareciendo la historia, también acepto sugerencias de qué les gustaría leer y que no. Sin más, aquí el nuevo capítulo.

Capítulo 5

Drake la dejó recostada sobre su cama, y ella le sonrió de esa manera extraña que llevaba haciéndolo en todo el camino hacia su casa, ensanchando sus ojos verdes y alzando sólo un poco las comisuras de sus rosados y gruesos labios. Drake se sentó a los pies del colchón y se le quedó mirando un rato, como esperando a que ella quitara esa sonrisa.

—Mírate, estás todo golpeado. —Dijo Charlotte al mirarle el rostro. —¿Por qué no tomas una ducha? También está el botiquín dentro. —Señaló el cuarto de baño.

—Duerme, ¿sí? —La cubrió con una manta y ella apretó los ojos obediente. Drake sonrió sólo un poco y pasó el dorso de sus dedos por su mejilla. —Tan bonita, pero tan... problemática. —Resopló. —Todo un dolor de cabeza.

Drake se adentró al cuarto de baño, observó a detalle las paredes con azulejos oscuros, tan nuevos como si el tiempo no pasara por ellos, identificó la ducha, estaba al fondo, luego caminó hacia el espejo y sin detenerse mucho tiempo lo separó de la pared para encontrarse con una pequeña caja en una de las repisas dentro de la pared. Regresó el espejo a su lugar y con un algodón húmedo de alcohol, comenzó a curarse las heridas que tenía en la cara, una en el labio, otra en la nariz que ya había dejado de sangrarle y otra en la ceja. Tiró los algodones en el cesto de basura y luego, dispuesto a lavarse las manos bajó la vista hacia el que debía ser el lavamanos pero no encontró ni la llave ni la coladera. Echó otro vistazo al cuarto por si se había equivocado y el lavamanos estaba en otra parte pero estaba casi seguro de que estaba frente a él.

—Qué rayos. —Masculló. —Aquí no cae agua. —Pasó las manos por dentro como si señalara lo evidente y de pronto de la pared comenzó a brotar un chorro de agua. Dio un respingo ante la sorpresa y en segundos se esfumó. Frunció el ceño y volvió a pasar las manos por ahí accionando el mismo brote de agua, también descubrió la ligera y discreta línea en la orilla del lavamanos que debía ser la coladera. Aprovechó entonces para lavarse las manos y luego se quitó la ropa para meterse a la ducha. Pues ya que le habían dado permiso, no desaprovecharía la oportunidad de bañarse en una regadera que no tuviera cucarachas en las paredes.

Agradeció las dos llaves, una con un pequeño unto rojo y la otra con uno azul, distinguiendo el agua fría de la caliente. Abrió entonces la roja y el abundante brote de agua comenzó a caer, metió una mano primero y ensanchó sus ojos al sentir por primera vez en su vida una regadera con agua caliente.

—Wow...

Quitó la mano hasta que la sintió arder y cuando notó entre la neblina que había provocado el agua caliente, que su mano estaba roja y probablemente había sufrido una quemadura de primer grado, si tenía suerte. Entonces la mezcló con el agua fría y así se dio la mejor ducha de su vida, sintiendo el agua caliente correr por su espalda, por su rostro y por su cabello. Sin necesidad de meter una escoba para alejar a los bichos que quisieran atacarle los pies y con un jabón que sí hiciera espuma, y que olía bien. Tardó más de lo que se había tardado en una ducha en sus veintiún años, pero menos de lo que una persona en Beverlly tardaba en ducharse. Se vistió y salió a la habitación. Dispuesto a salir de la casa se asomó por la puerta para asegurarse que nadie lo vería, pero escuchó voces afuera así que se detuvo.

—¿Ya llegó mi hija?

—Ya, señor, escuchamos la puerta y efectivamente estaba cerrada.

—Excelente, enciende entonces el sistema de seguridad.

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