Capítulo 21 (Parte 2)

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Había hecho eso un millón de veces (sí, exagerando), había entrado y salido en tantas ocasiones de esa casa que se sabía de memoria la ubicación de cada una de las cámaras de seguridad, había una cerca de la puerta principal, otra en el techo alto de pórtico, una afuera de cada habitación y aproximadamente dos en cada puerta exterior. Lo peor estaba en las alarmas, había muchas en los pies de cada puerta, se activaban cuando alguien pasaba a través de ella. Sin embargo, Drake, ya estaba preparado, llevaba todas sus herramientas para quitar de su paso lo que le estorbara.

Eran seis y cada uno tenía una tarea, o abrir la caja fuerte, desactivar las alarmas, recolectar cosas o de vigilar.

8 minutos les bastaban para entrar, robar y salir. Correr a la camioneta que los esperaba a la vuelta de la esquina e irse sin que nadie se percatara si quiera de que alguien hubiera pisado esa acera. El plano lo tenía grabado en la mente; nada podía fallar.

Le dolía la cabeza, la fiebre la estaba matando, sin embargo ya había descendido lo suficiente para dejarla ver un rato la televisión de su habitación, tumbada en su cama, con una caja de galletas de chocolate sobre las cobijas y una taza de té frío sobre su mesita de noche. Tenía también una caja de pañuelos a su costado, estaba bien equipada para sobrevivir a esos días de enfermedad a la que la habían condenado.

Para cuando el sol se escondió ella decidió que ese día dormiría temprano, ya no había nada qué ver, o escuchar o leer, y las luces sólo le aumentaban el dolor de cabeza, así que apagó todo y apoyó la cabeza sobre la esponjosa almohada que ya tenía grabada su espalda por permanecer recargada sobre de ella mucho tiempo, así que la giró y se acostó.

El sueño pronto se apoderó de ella para dejarla descansar de lo mal que la estaba pasando en la vida real, soñó con cosas sin sentido, de esos sueños que tratan de viajar en avión a ninguna parte, de vivir una aventura con criaturas inexistentes o sólo un montón de recuerdos revueltos. A ella le gustaban, no tenían ningún significado y para ella ese era el verdadero significado del descanso.

No habían pasado más de tres horas cuando un golpe en seco la despertó. Alerta, se puso su bata y amarró su cinta que le rodeaba la cintura. Salió despacio de su habitación, aún con la incertidumbre de que algo realmente estuviera pasando dentro de su casa. Podía haber sido su imaginación, tal vez las galletas o la caja de pañuelos que cayeron al suelo de su habitación. O un gato, no tenía ningún gato en casa pero podía meterse, ¿no?

Pero las dudas se despejaron al momento de escucharse otro ruido, venía de la planta de abajo, y con el paso de los segundos demasiado largos se pudo distinguir lo que era; voces. Entonces salió con cuidado y se asomó por el barandal, con la esperanza de poder ver algo en la oscuridad de su casa. Vio unas cuantas lámparas iluminar a su paso. Era un hecho; alguien había entrado a su casa y sus intenciones seguramente no eran de cuidarla en su enfermedad.

Sabía que tenía que defenderse, qué otra cosa le quedaba, qué otra opción tenía. Entonces se escabulló por las escaleras y corrió a la parte trasera de la casa deseando que nadie la viera, no aún que todavía no estaba preparada.

Pronto llegó al cuarto de entrenamiento, se acercó a la repisa de vidrio que sostenía cajas individuales de armas perfectamente acomodadas, por tamaños, por calibre. Tomó con la que ya estaba familiarizada y con la que entrenó todos esos meses, ya la tenía bien practicada, siempre daba en el blanco, y aunque en ese momento no tuviera que darle a una persona de plástico no le temblaría la mano para darle en el blanco a cualquiera que quisiera aprovecharse de la ausencia de su familia. Sin embargo ella no sabía el número de personas que habían entrado, y por demasiada experiencia que tuviera disparando necesitaría ayuda. Entonces sacó su teléfono celular y llamó a la policía, alertándolos, en voz baja, diciéndoles que tenían que ir en su auxilio, que alguien había entrado a su casa a robarle y que se encontraba sola. Los que estaban al otro lado de la bocina le aseguraron que no tardarían mucho en llegar.

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