Capítulo 31

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—Stanford, Harvard, Yale, Princeton, Berkeley, Columbia, Duke, Darthmouth... —Leí la lista en voz alta.

—Vaya, son universidades muy buenas. —Comentó Gabrielle, permanecía recostada bocabajo en la cama flotante sobre la alberca. Me dejé caer de espaldas sobre el camastro y me puse los lentes de sol.

—Sí, y la mayoría están del otro lado del país.

—Tienes excelentes calificaciones, te aceptarán en todas.

—Ese no es el problema, Gab.

—¿Cuál es el problema entonces? Querías irte de aquí, bueno, estarías lejos de tu familia, muy lejos. —Apreté los labios y sacudí la cabeza.

—No quiero eso para mí, no me interesa aprender esas cosas... —Sonreí. —Me encantaría bailar.

—Tus padres nunca lo aprobarán.

—Lo sé.

—Será mejor que te olvides de eso, y decidas a dónde quieres ir.

—Todavía falta mucho tiempo.

—No realmente, debemos enviar las solicitudes en un mes. —Sentí esa tensión en el pecho y sacudí la cabeza para olvidarme de eso, dejé caer la hoja con la lista debajo del camastro y me senté.

—Bueno, bueno, ¿cómo va todo con Will?

—Pues... —Suspiró y recargó la cara en sus manos. —Comienza a preguntarme por qué no lo presento con mis padres.

—No puede estar hablando en serio, ¿qué les dirías? Drake mintió con mis padres y aún mintiendo lo trataron pésimo, ¿él también mentiría? ¿Iría a tu casa bajo esos términos?

—Presiento que no. Además...

—Su estúpido racismo, supongo. —Asintió.

—No puedo hablar con él abiertamente sin que piensa que yo pienso lo mismo que mis padres.

—Tranquila, tal vez con el tiempo lo olvide. —Me encogí de hombros pero algo en su mirada me inquietó.

—¿Qué piensas?

—¿Cuánto tiempo durará esto?

—¿Esto qué?

—Ya sabes, nosotras con ellos...

—¿Por qué te cuestionas eso? ¿Qué sentido tiene?

—No estarás pensando que durará para siempre, es decir, no porque Drake un día se entregue o atrapen a Will, si no porque... son nuestro primer amor, es verdad, pero... ¿el único? Tú y yo iremos a la Universidad, ¿no conoceremos a nadie? ¿Nadie nos llamará la atención? —Arqueé una ceja e imaginé ello, un montón de universitarios en todas partes.

—Tal vez, pero... creo que por ahora no quiero imaginar a nadie más que a él. ¿Tiene sentido? —Me sonrió.

—Tiene sentido.

—Shh, aquí viene mi padre. —Rodeó la piscina y se acercó a nosotras.

—Hola, niñas.

—Buenas tardes, señor. —Saludó Gabrielle.

—Hola, papá.

—Iré a la oficina, ¿me quieres acompañar? —Me ofreció.

—¿Yo? ¿Por qué? —Bufé.

—Para que te vayas familiarizando con el negocio de tu padre, ¿por qué más? —Me miró como si dijera lo obvio.

—Ah... este... saldré.

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