Narra Charlotte:
Bien, cabe señalar antes de que comencemos con éste nuevo episodio de mi vida, que no me deprimí hasta quedar en cama durante meses, llorando como magdalena, dejando pañuelos sucios por toda la habitación, sin ver a mi familia y dejando de comer, prácticamente no me dejé morir. Y si ustedes esperan leer que sufrí hasta querer suicidarme pero luego me encontré mágicamente con Drake de nuevo, hablamos las cosas y me reconcilié con él, fortaleciendo nuestro amor, viviendo un Romeo y Julieta, con la policía y mi familia intentando separarnos hasta lograrlo, no eso no pasó. Lo siento, lo sé, los acabo de desilusionar tremendamente. Ódienme más. Y si deciden irse y leer una mejor historia no los culparé, adelante, pero para que se queden les puedo ofrecer el beneficio de la duda, obviamente yo estaba perdida por el torpe ese, y no quiero parecer súper egocéntrica pero él también lo estaba por mí. Así que, con la duda de si volveremos o no a vernos, los invito a seguir leyendo este nuevo y muy absurdo capítulo donde se dio inicio a mi nueva faceta. Entonces, bueno, si aún me están siguiendo; empecemos.
Bien, como ya les había mencionado anteriormente; no caí en depresión. Estaba furiosa. Drake, al que empezaré a llamar "El innombrable" o algunas veces "El torpe" o "El idiota", a partir de este momento, me había visto la cara. Con mis muy buenos dieciséis años vividos nadie me había visto la cara de esa manera. ¡Caí redondita! Llegué a la conclusión de que la más torpe e idiota de ambos había sido yo. Porque... ¿cómo por qué le creí todo a un chico de West que conocí de la nada y del que realmente no conocía absolutamente nada? Pero hay que admitir ciertas cosas ya que me estoy sincerando, por ejemplo: sus ojos. Cada que los veía, como que me desconectaba temporalmente del mundo en el que vivía, sí, aún estaba consciente de dónde estaba pero nada, y realmente digo NADA, tenía importancia después de verlos. El innombrable tenía unos preciosos ojos. También estaban sus brazos, WOW, ¿quién podía ponerse a investigar a fondo al chico de los brazos fuertes? ¿Han visto cómo se le marcan las venas? Y por favor, esos tatuajes... Y luego existía algo mucho peor; su voz. Cada que hablaba me perdía en lo bonita que sonaba, era como: "Bla, bla, bla", ni idea de qué diablos me decía. El punto aquí es, estaba difícil ponerle demasiados "peros" al torpe.
No, no me excusando, y si hay alguna mamá que está leyendo esto; piedad, no culpen a sus hijas de caer con cualquier imbécil guapísimo, a veces resulta inevitable.
Ya que quedó claro (espero), el porqué me resultó fácil dejarme engañar, prosigamos a las cosas que hice mientras estaba NO deprimida:
De pronto le agarré el gusto por andar bailando y cantando por toda la casa con mis auriculares puestos, un sinfín de regaños que afortunadamente no logré escuchar se me vinieron encima. El doctor, sí, el psicólogo ese, ajá, el del peluquín, dijo que tenía una especie de... ¿estrés post- traumático? Sí, disque por el robo a la casa. Me hubiera encantado decirle que no tenía nada de eso, sólo el tarado me había roto lo que se supone que es el corazón.
Y hablando de corazones rotos, otra cosa que me puse a hacer mientras estaba No deprimida fue investigar en internet sobre eso. "¿Realmente se puede romper un corazón?" en Google, sí, búsquenlo si no me creen. El resultado fue que realmente sí existía y lo hacían llamar: Cardiomiopatía de Takotsubo (aún estoy buscando la manera de pronunciar lo último, así que lo llamaré "Tako" de ahora en adelante). Entonces, Tako, tiene todos los síntomas similares a un ataque cardiaco, y se provoca gracias al estrés, afortunadamente es temporal, pero sí puede dejar una que otra secuela peligrosilla por ahí. Lo que me llevó a pensar... ¿cómo han sobrevivido tantas personas con el Tako? Bueno, pues; tenía Tako.
Entre Tako y los regaños constantes además del hecho de que creían que tenía una especie de trauma, me las arreglé para que mi familia me convenciera de que me estaba volviendo loca. Ah, olvidaba decirles que por las noches me dedicaba a golpear un montón de cosas. ¿Cómo les explico? Ah, ya sé, por ejemplo, una noche cuando acabó la cena me acordé del innombrable, me dio un ataque de furia y lancé uno de los jarrones favoritos de mi madre al suelo.
Lo mejor de todo esto es que gracias al diagnóstico del psicólogo ese, mis padres no me regañaban demasiado, incluso a veces me trataban con extremo cuidado. Una vez llegué a pensar que tenían razón.
Ah, por cierto, es justo en ese momento en que cometo una de las muchas estupideces que van a leer a partir de ahora. Y todo se resume en seis palabras: Pensé Que La Abuela Tenía Razón.
Entonces, se me ocurrió que irme lejos de esa casa me haría menos mal, así que fui con mi muy vieja abuela a decirle que tal vez quería meterme a uno de esos internados para niñas de las que muchas veces les había recomendado a mis padres. ¡Casi brinca de alegría! Ah, y aquí viene otra vez, me dejé engañar fácilmente, pero les voy a explicar porqué:
Esa noche por poco y comienzo a sentirme triste, ah, porque por poco comienzo a extrañarlo, sí ya saben a quién, ¿realmente tengo que decir su nombre? Fue ese momento de desesperación en el que caí y fui a pedirle una estupidez a la abuela.
Les ahorraré detalles porque sobran, y pasaremos de lleno a lo siguiente:
Mi primer día en el Internado para niñas de Beverly Hills. Ya sé, vaya lejanía, estoy lejísimos de West.
Tenía que vestirme con un absurdo uniforme de falda con tablas, suéter súper bobo y lo peor: un moño en el cuello. Apenas me vi al espejo quise matarme. Sí, lo sé, dije que no había querido suicidarme, pero yo me refería a otras razones. Lo juro, el maldito moño ameritaba un suicidio.
(Adjunte suspiro muy largo aquí)
No tardé más de una semana en darme cuenta que estar ahí era una estupidez, una tremenda estupidez, que lo que había pedido era una estupidez y que tenía que vivir con esa estupidez un rato. Un buen rato.
Además de que las cosas no cambiaron, empeoraron. Estaba más furiosa que antes. Quería golpear al que se me pusiera enfrente. Pero era el exceso de mujeres era el que me mantenía quieta. ¡Lo peor que haya visto! Todas hablando de cosas para niñas, de vestidos que obviamente no usan mas que en Navidad, de las tareas, de sus pasatiempos, del chico que conocieron en verano y que les dejó un Tako, de si deberían peinarse con risos o alaciar su cabello, su falda, el moño, el bobo suéter, las instalaciones, todas viviendo bajo un mismo techo, voces chillonas en todas partes. ¡El mismísimo infierno!
Aturdida, no había mejor palabra para describirme. Quería salir de ahí, irme a vivir a West, seguro allá estaba mejor.
Entonces, un mes después descubrí a una niña en clase de Biología, se sentaba hasta la esquina y no pasaban más de dos días cuando cambiaba de libro. No era de las clásicas niñas bobas nerds que se excluyen, estaba bonita, y sus calificaciones eran regulares. Pero daba igual esa mocosa, lo importante era su pasatiempo; libros.
Entonces me metí a la biblioteca, lo primero que me gustó fue el silencio, y después me encontré con un título adolescente que llamó mi atención. Sí, algunas personas alardean de su "buen gusto literario", ¿y qué si me gustaban los libros tontos? Me mantenía ocupada en algo y me quitaba las ganas de golpear. Tardé lo que se dice demasiado tiempo leyendo ese libro, me aburría seguido y lo abandonaba, luego lo seguía y así, definitivamente la lectura no era de mis cosas favoritas pero no encontraba algo mejor. Ojalá tuviera televisión en mi habitación.
En fin, hasta aquí el resumen del inicio de mi nueva faceta. Pésima, una completa tontería. ¿Quieren leer algo romántico? (Sí, lo hago para que sigan leyendo) Bueno, aquí va:
Cada noche recordaba sus ojos, sus labios, sus brazos, su cuerpo, su voz, su amor, lo recordaba perfectamente, y lo peor: suspiraba. Deseaba que nada de eso hubiera sucedido, aún más: deseaba nunca haberme enterado de la verdad. Porque entonces seguiría amándolo ciegamente, no odiándolo. Sí, porque odiaba a ese imbécil. Y me las pagaría un día no muy lejano.
Lo siento, obviamente no debía acabar así. Pero así son las cosas.
Odiaba a Drake.
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Trato hecho
Teen FictionCuando Charlotte se encuentra en la peor parte de su adolescencia, se enamora (bajo extrañas circunstancias) de quien nunca debió haberse enamorado, sin embargo, también para él fue lo peor que le pudo haber pasado en la vida. Error tras error, ment...