Capítulo 14

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—La cita de hoy la pagaré yo. —Advirtió Drake mientras cruzaban la gran avenida en su auto viejo, muy mal visto en Beverlly pero que había sido halagado en West. No cualquiera tenía un auto.

No todos pensaban lo mismo, Charlotte había pasado una vez uno de sus dedos sobre el tablero del auto y se había ensuciado con el polvo que no se había quitado en semanas, se sentía incómoda en el asiento y había sonreído forzadamente cada que Drake había tenido que encender el auto más de una vez a causa de las veces en que se apagaba repentinamente. Ella estaba acostumbrada a los Bugatti, Lamborghini, etc. Con aire acondicionado, asientos amplios y cómodos, automáticos, con estéreo y un sinfín de cosas innecesarias pero que hacían de su viaje algo tan placentero que daban ganas de vivir en él.

—¿Por qué a West? —Preguntó confundida, hasta hace unos días aún le tenía prohibida la entrada y ahora la llevaba como si fuera la mejor cosa del mundo.

—Bueno, no me alcanza para más. —Soltó unas risitas y Charlotte intentó no soltar un suspiro lleno de decepción.

Si ella hubiera pagado, se habrían ido a dar una vuelta por el centro de Beverlly, a un buen lugar de comida que sirvieran sólo lo que a ella le gustaba sin dudar un segundo en darle gusto. Hubiera podido usar uno de los vestidos oscuros con botas, en lugar de jeans y tenis.

Miró por la ventanilla como las calles habían pasado de ser limpias y agradables a sucias y de muy mal gusto. Drake se estacionó frente a un lugar, se escuchaba fuerte música y si ignorabas el par de vagos con cara de ladrones a un lado de la puerta, no parecía un mal sitio, no lo suficiente para querer salir corriendo. Charlotte pensó en la idea de que Drake debió elegir el mejor lugar para llevarla.

—Ven aquí. —La ayudó a salir del auto y tomándola de la mano la adentró al sitio. Charlotte lo miró con ojos suspicaces mientras avanzaban más.

Era alto, con estructuras de metal y madera, mesas a las orillas, una barra al frente y una pista de baile al centro. La música que sonaba era disco, y el exceso de humo de tabaco complicaba la vista. Drake los guió a una mesa cerca de la barra y de la pista de baile, tomaron asiento y fue cuando Charlotte lo notó. Todos la miraban, y no era una mirada curiosa ni mucho menos, era como si estuvieran odiándola.

—¿Qué pedirás? —Le preguntó Drake mirando el menú de plástico roto entre sus manos. Charlotte le echó un vistazo al que tenía al frente y no se imaginó a ninguno de los cocineros lavándose las manos para preparar comida. Tragó saliva y quiso pedirle que mejor ella invitada y salían de ese suburbio de una buena vez, pero no quería herir sus sentimientos, y mucho menos su orgullo, pues era la primera cita que él pagaba.

—Emm... —Volvió a mirar el menú y se descubrió muda desde que salió de su cómoda casa. Era una parlanchina pero, ahora, no quería quejarse demasiado, de verdad lo intentaba. —¿Papas fritas? —Era una afirmación pero sonó como pregunta, Drake alzó la mirada hacia ella pero extrañamente no pudo notar lo incómoda que se sentía, no sólo por el lugar, si no por las miradas. Probablemente era el humo de tabaco.

—¿Qué van a pedir? —Preguntó la mesera, tenía un pequeño delantal sobre su mini falda, masticaba goma de mascar ruidosamente y había exagerado con el maquillaje, sin embargo, Charlotte notó cómo la miraba, era aún peor que el resto de las personas. —¿Por qué la trajiste? —Le preguntó a Drake y Charlotte alzó las cejas sorprendida, esperaba un poco más de discreción.

—¿Qué dices? —Preguntó Drake confundido.

—Ya sabes que no es bienveni...

—¿Por qué no sólo pides nuestra orden, eh? —Interrumpió Drake y Charlotte bajó la mirada, debajo de la mesa entrelazó sus manos y resistió las ganas de jalarle los cabellos mal pintados.

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