Capítulo 28

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—¿Ese es mi auto? —Me preguntó, entrecerró los ojos y tuve que pensar en una respuesta rápida.

—Bueno, tenía que encontrarte rápido, ¿no?

—¿Robaste mi auto?

—Pues... —Iba a buscar una excusa pero se me ocurrió algo mejor.- Ya estamos a mano.

—De acuerdo, lo acepto.

—Bien... ¿nos vamos? —Pregunté repentinamente animada por la idea, pero volvió a endurecer su rostro y sacudió la cabeza.

—No, me quedaré un rato por aquí. —Le entrecerré los ojos y me pregunté si había perdido el tiempo buscándolo. —No me entregaré. —Prometió. Solté un suspiro parecido a los que él.

—De acuerdo.

De regreso al auto tuve que resistir las ganas de voltear a verlo, pero descubrí que me sentía peor que antes, peor que sentirme traicionada o peor de pensar que lo atraparían. Peor aún sabiendo que estaba a salvo de la cárcel, el problema estaba en que no estaba a salvo de él mismo; de quien era. Y para su mala suerte tampoco estaba a salvo de mí.

Cuando entré al auto no le di la cara a Gabrielle, ni siquiera respondí a sus muchas preguntas, lo encendí y manejé unos kilómetros hasta que me tuve que obligar a parar. El corazón me golpeaba la cabeza y los ojos me ardían sedientos de lágrimas. Puse la frente sobre el volante en medio de ambas manos que aún lo apretaban con fuerza.

—¿Qué pasó? —Insistió y agradecí su insistencia, extrañamente estaba agradecida porque alguien se preocupara levemente por mí en ese momento, cuando yo no podía hacer más que preocuparme por él.

—No se va a entregar. —Le dije, pensé que empezar por esa parte era lo mejor, después de todo era lo más importante; por ahora.

—¿Entonces qué está mal?

—Todo está mal. —Ladeé la cabeza y la miré. —Él se está lanzando a un precipicio sin salida y yo estoy a punto de lanzarme tras él porque no puedo simplemente dejar que lo haga solo. ¿Sabes que es lo gracioso? Que él lo único que desea es tenerme lejos. —Se me quebró la voz. —Y por algo de lo que ni siquiera soy culpable.

—Escucha, sé que las cosas se ven terribles, y mientras tú intentas rescatarlo, espero que él también haga lo mismo por ti, después de todo, al final; sólo uno saldrá adelante en esta vida y será a costa de la del otro. Y si te sirve de algo, si tú te lanzas tras él, yo iré tras de ti. Aunque tú no me quieras cerca. —Le sonreí y me recargué en el asiento.

—Te quiero cerca, Gab.

Narra Autora:

Cuando Charlotte se terminó de estacionar en la avenida, Gabrielle, consternada porque estacionara ahí, se le quedó mirando hasta que Charlotte le dio una respuesta.

—Tengo que hacer algo antes de regresar al internado, tendrás que regresar el auto tú.

—¡¿Estás loca?! Es un auto robado, tú tienes las agallas para tomarlo pero yo soy una gallina.

—Uhmm, dudo mucho que lo haya reportado Willy, nadie sabe que tú no eres la dueña y nadie va a detenerte. Sabes manejar, Gab. Además de ambas; a ti es a quién menos le puede reclamar algo Willy.

—Pero...

—Gab...

—De acuerdo, ¿pero qué harás tú?

—Tengo que hablar con alguien.

—Bien, te veo luego entonces.

Charlotte trepó el árbol que estaba frente a su habitación, saltó al techo de la planta baja y caminó hasta la ventana, tocó suavemente, no necesitaba que nadie la oyera más que él. Para su buena suerte él no tardó mucho en percatarse de su presencia, corrió la cortina y abrió la ventana.

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