Capítulo 2

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¡Lamento la tardanza! Miles de problemas se me juntaron pero ya estoy de vuelta con un nuevo capítulo y con ánimos de continuar la novela. ¡Espero sus comentarios, sus sugerencias y sus votos! ¡Gracias :3

Capítulo 2

Charlotte abrió lento el picaporte de la casa, teniendo tanta cautela que sólo una mosca podría escuchar el ruido de la puerta abriéndose. Se había tardado en llegar, se había dado unas cuantas vueltas por el vecindario, aprovechando que nadie la acompañaba, pero el Sol que se asomaba le ganó y la había hecho correr rápido a casa.

Creyendo que lo había logrado, que subir las escaleras a paso lento había valido la pena, se encontró con su padre sentado en su cama. Parecía que llevaba mucho tiempo ahí, sin embargo, no la recibió con mala cara.

—¿Has visto la hora?

—No, pero sí el Sol. —Respondió simple, se sentó a una distancia considerable de él y comenzó a quitarse las botas.

—Te dije que...

—Que no llegara tarde, ¿qué no ves que está amaneciendo? He llegado muy temprano. —Bufó. —Agradece que no he llegado de madrugada.

—Charlotte... —Replicó y ella le sacudió la cabeza.

—Papá, si esperas que llegue cuando quieras, deberían considerar la hora de la cena, eran casi la una de la mañana cuando decidieron sentarse a la mesa, no me culpes de sus imprudencias. —Se deslindó y se dejó caer sobre su enorme cama. —Ahora, si me disculpas, en pocas horas empieza mi semana y tengo que ir al colegio, ¿serías tan amable de dejarme dormir?

Su padre sacudió la cabeza, pero sabía ella que no le diría nada, entonces sólo salió por la puerta cerrandola suavemente antes de salir. Charlotte puso los ojos en blanco y luego los cerró para intentar dormir, pero no logró conciliar el sueño. La verdad es que le dolía tratar así a sus padres, se arrepentía de hacerlo un minuto después de que lo hacía, pero no podía detenerse, como si no tuviera un filtro de palabras y ellas salieran sin control, listas para lastimar. Pero no se disculpaba, porque cada que los oía discutir, cada que su padre llegaba tarde del trabajo, cada que su madre prefería irse de compras con sus amigas, ella sentía que esas cosas la lastimaban más a ella de lo que sus palabras podían lastimarlos a ellos, entonces, en lugar de sentirse culpable, se ponía a pensar en cosas para fastidiarlos, para que, por un momento, sintieran lo que ella sentía. Pero nada hasta el momento surgía efecto, no el que ella esperaba, como verlos rojos de ira, o que le gritaran que era mejor que se fuera de casa, ni siquiera cuando provocó que su odiosa abuela cayera de las escaleras accidentalmente, claro, y de sólo un par de escalones antes del suelo. No, nada parecía hacerlos enojar lo suficiente. Se preguntó entonces el porqué. Y sabiendo que las únicas personas que tenían la respuesta eran ellos mismos, se levantó de la cama y con los pies descalzos salió al pasillo hasta la habitación de sus padres, y como la prudencia no era una de sus virtudes, abrió la puerta sin esperar a que le dieran permiso, tampoco es como que tuvieran que estar despiertos para dárselo. Pero sus carísimas puertas no hacían el suficiente ruido para despertarlos, así que sacudió un poco su colchón hasta que ellos gimieron y abrieron los ojos un poco para encontrarla a los pies de la cama.

—¿Charlotte, qué haces aquí? —Preguntó su madre mirando el reloj. —Aún no es hora de ir a la escuela... —Frunció el ceño. —¿Has llegado apenas a la casa? —Preguntó al ver su ropa.

—He venido, porque tengo una cuestión que no puedo dejar pasar. —Respondió y comenzó a caminar en línea recta por la habitación.

—¿No ha podido esperar? —Preguntó su padre tallándose los ojos.

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