Capítulo 19

160 9 1
                                    


Capítulo 19

Tuve que acomodarme tres veces el moño en el cuello antes de decidirme a entrar. Había visto entrar a un montón de personas, desde mayores hasta jóvenes de mi edad. Al menos todos coincidían en la ropa de gala, las mujeres con vestidos largos y los hombres con trajes caros. Descendían de autos finísimos que eran llevados al estacionamiento cerca del jardín. ¿Era buena idea? Me dieron ganas de llamarle a Charlotte para cancelar pero la puerta ya se había abierto y el ama de llaves me recibió del otro lado.

—Drake... —Dijo no muy animada. Sé lo que pasaba por su mente, seguro muchas personas de allí dentro ya habían recibido el boletín informativo de la policía.

—Hola. —Le respondí. —Pasaba por aquí y...

—¿Vestido así?

—Toda una casualidad que hoy vista de traje. —Bromeé y me sonrió un poco.

—Ten cuidado.

—Lo tendré, te lo aseguro. —Le guiñé un ojo y me dejó pasar.

El ambiente lleno de música instrumental, con la luz tenue de los candelabros sobre nuestras cabezas. De alguna manera se las habían ingeniado para que todos los espacios quedaran libres y toda la casa pareciera un enorme salón, había tantas personas que se juntaban en grupos de tres o cuatro para platicar entre ellos, dejando una distancia casi mínima entre grupo y grupo. Todos sostenían una copa de alguna bebida que les cambiaban constantemente los meseros que iban de un lado a otro por todo el lugar. Era toda una fiesta. Me quitaron el abrigo de encima y se lo llevaron. Dostovski había insistido en que debía llevarlo, que lo usaban las personas de su auto a la puerta, y aunque yo lo consideraba un acto demasiado pretencioso, obedecí, aunque seguía teniendo problemas con las respuestas adecuadas que debía dar. Me decía que no tendría que mentir de nada, sólo que había que ser muy inteligente a la hora de responder. Qué complicado. Desearía que existiera un sitio donde no fuera difícil la estadía para ninguno de los dos.

Pero pronto todo dejó de tener importancia, el moño que me estaba ahogando, el exceso de personas millonarias, mi buen comportamiento, todo se centró en ella. Su sonrisa de color vino, sus dientes blancos, sus mejillas rosadas, sus ojos verdes. La forma en que, sin darse cuenta, encajaba perfectamente como una pieza de rompecabezas en todo ese ambiente. No quedaba ni un rastro de los golpes que un día le habían dado. Incluso la veía más hermosa que nunca, probablemente tenía que ver su cabello recogido en una casualmente desarreglada coleta que hacía caer su cabello en suaves ondas negras, como si fuera una cascada. O tal vez era su vestido, color crema, hasta los pies, tenía un listón de brillantes en la cintura. El vestido caía con libertad de allí hasta abajo. Suspiré. Sea lo que sea, algo la hacía ver más bella de lo normal. Entonces sus ojos se encontraron con los míos. Los abrió como platos y sin disculparse con las amigas con las que charlaba, empujó a unos cuantos para llegar hasta mí, me rodeó el cuello con los brazos y me acercó a ella.

—Estás aquí. —Me dijo al oído.

—Lo estoy.

—Te eché tanto de menos. —Me besó los labios. Su abrazo apenas si había hecho que me doliera el hombro, el que se había recuperado a una velocidad impresionante.

—Estás muy hermosa. —Le respondí acariciándole la mejilla.

—¿Yo? ¡Mírate tú! Eres todo un galán de cine. —Me guiñó un ojo. —¿De dónde has sacado este traje?

—Me lo prestó un viejo amigo. —¿O un amigo viejo? Daba igual. —¿Qué tal el viaje?

—Pues... mejor de lo que esperaba. —Se encogió de hombros.

Trato hechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora