Capítulo 30

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Miramos un rato el techo estrellado, lleno de planetas dibujados y de naves espaciales. En otro momento me hubiera burlado un buen rato de él y de su gusto infantil por esas cosas al grado de decorar su habitación así. Pero me había parecido muy reconfortante permanecer en silencio acostada junto a él. En la habitación que le había pertenecido durante su infancia el Sol comenzó a asomarse y por un momento sentí un dolor en el estómago de tan sólo pensaren el castigo que me impondrían al regresar al internado. Tal vez otro mes más dentro de ese sótano o lavar el internado completo yo sola. Alcé la mirada hacia Drake para comprobar que él seguía despierto como yo, aunque casi lo sabía porque su respiración nunca se tornó profunda, me devolvió la mirada y una sonrisa de lado se dibujó en su rostro. Miré entonces sus labios y me encontré deseosa de besarlos, ¿hace cuánto no lo hacía? De sentir su suavidad, su tibies. ¿Meses? Una eternidad para mi boca.

—Será mejor que regreses al internado. —Me soltó de pronto y me pregunté si ya quería que yo me fuera, debió notarlo en mi expresión porque habló. —Me encantaría permanecer así todo el día, pero no queremos que te tengan más vigilada que nunca, ¿cómo podría meterme al internado si no dejan de observarte? —Sonreí ante la idea.

—¿Podrías meterte al internado?

—Charlotte, he robado casas con veinte alarmas encendidas, el internado es pan comido.

—Entonces mejor ya me voy.

Bajamos las escaleras y me detuve un momento en la puerta antes de cruzarla.

—¿Has considerado vivir aquí? —Lo cuestioné.

—Antes no, antes no tenía una familia con quién compartir la casa. Pero ahora... —Suspiró al verme. —Voy a pensarlo.

—De acuerdo. —Me encogí de hombros.

—Vamos.

—Será mejor que regrese sola.

—¿Estás segura?

—Sé llegar. —Le aseguré.

—Entonces te buscaré luego, procura no escaparte, yo iré a ti.

—Pronto serán vacaciones. —Le conté emocionada.

—Serás libre.

—Lo seremos. —Le prometí y tensó los músculos.

—Anda, vete ya.

—Okey. —Se acercó a mí y me dio un beso en la frente.

Cuando crucé el umbral de la puerta seguía con el ceño fruncido ante su beso en la frente, no es que estuviera esperando un beso en los labios y una despedida romántica pero... ¿por qué no?

Recuerdo que crucé la última calle con el corazón palpitándome en la cabeza, y las manos sudándome, pero tenía mucho frío y no era que estuviera amanecido, no eran más que nervios por regresar al internado. De pronto la idea de que me dejaran encerrada en el internado en vacaciones de verano también como muchos años lo hicieron con Michelle, comenzó a aterrare y empecé a considerar la idea de no regresar.

Como era de esperarse cuando llegué frente al internado el auto de mis padres estaba estacionado junto a la acera. Pero para mi sorpresa mi padre salió de él al verme llegar y apreté los dientes asustada de su regaño, pero sólo me sonrió.

—Hola, Charlotte. —Me saludó y contraje el rostro extrañada.

—Hola, papá. — ¿Era muy descarado preguntarle qué hacía ahí? Llegué a su lado y miré por la ventana dentro del auto, el asiento trasero estaba lleno de mis pertenencias. No, no me quedaré en el internado como castigo, seguro me envíen a otro continente a otro peor. ¿Pero por qué me sonreía?

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