Capítulo 21 (Parte 3)

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—Te abrí las puertas de mi casa. ¡Todos tenían razón sobre ti una y otra vez! Mi abuela, mis padres, mis amigos, mis hermanos... ¡dejé de escucharlos porque no podía pensar, ni siquiera por un segundo que ellos tenían razón! Que tú, que precisamente tú eras como todos ellos. Cuánto debiste haberte reído de mí cuando te creí todas tus mentiras.

—No podía contarte la verdad...

—Obviamente no, ¿por qué lo harías? Tu plan se vendría abajo.

—¡Yo no tengo ningún plan! Ellos me metieron en esto. ¡Ellos me amenazaron con contarte que soy un ladrón para que los ayudara!

—¿Y no se te ocurrió, no sé, que probablemente yo podría entenderte? ¡Te lo hubiera dado todo, TODO! —Se despejó la vista arrastrando con los dedos las lágrimas. Bajó la mirada. —Qué estúpida soy...

—Charlotte, te lo suplico, déjame contarte.

—Te di mi vida y tú te la llevaste, me la robaste, eso sí me robaste.

—Eres todo lo que tengo, Charlotte, no me hagas esto, eres lo único que tiene sentido en mi vida. —Apretó los dientes, obligándose a no llorar. ¿Por qué lo haría? Él no era así, ¿se quebraría sólo por amor? Si es que realmente lo sentía por ella.

A diez casas un par de patrullas dieron vuelta a la esquina y a toda velocidad se comenzaron a acercar a la casa. Charlotte bajó el arma junto a su cadera y Drake tensó los músculos.

—Vete. —Le dijo ella y él le sacudió la cabeza.

—No así. —Se resistió.

—Y dile a William que se aleje de Gab, a ella también la engañaron, ella también confió en ustedes.

—¡No me importa que me atrape la policía, me quedaré!

—¡Vete, vete, vete...! —Repitió una y otra vez. —¡No quiero volver a verte, vete, vete! —Drake miró sus rojos ojos por última vez y caminando primero de espaldas, para después dar media vuelta y salir corriendo; se fue. —Vete... —Repitió Charlotte y descendió al suelo, bajando lentamente, y luego posó sus rodillas en la acera. —Vete, porque si te pasa algo yo me muero. —Se envolvió con sus propios brazos, dejando que el arma se estrellara contra el suelo.

—Señorita, debe decirnos cómo eran los ladrones. —Insistieron los policías en los sillones frente al de ella.

—No los vi, tenían cubierto el rostro.

—¿Reconoció a alguno? En estos casos siempre terminan siendo conocidos, por conocer bien la casa y su sistema de seguridad.

—No. —Los miró fijamente. —No reconocí a nadie.

—¿El arma es suya?

—Sí, bueno, de mi padre, pensé que necesitaría defenderme.

—¿Alguien la lastimó? —Charlotte desvió la mirada, ¿cómo mentiría respecto a eso? ¿Cómo les ocultaría que uno de los ladrones la había lastimado muy profundamente y sin remedio? ¿Cómo les contaría que le habían roto el corazón? Que estaba viva pero que por dentro estaba muerta. Entonces prefirió sacudir la cabeza.

—Nadie.

—Escuche, hay un delincuente que hemos intentado atrapar desde hace ya mucho tiempo, ha asaltado casas de éste lado de la avenida y está implicado en un asesinato. Mire. —El policía le extendió un boletín, el que llevaba al frente la foto de Drake. Como un balde de agua helada cayó sobre de ella la realidad, sostuvo entre sus manos el papel y no pudo evitar que se le escapara un sollozo.

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