El llanto de un bebé inundó los Muelles recónditos de la ciudad de París, sumidos por la espera oscuridad de la noche. Un caballero de alta alcurnia iba con paso decidido a través de las prostitutas que se agolpaban en las esquinas, a la espera de nuevos clientes que buscaran el calor de una mujer. Con la mirada fija en uno de los barcos abandonados, aquél hombre de pelo cano y sordo de una pierna, se abrió paso por entre las mujeres, suscitando miedo y respeto entre los presentes con los que se iba cruzando.
-¡Es una niña!-se escuchó de repente la voz de una chica que salía de uno de los navíos-¡Isabelle ha tenido una niña!-la voz enmudeció al toparse con el rico caballero que no mostró gesto alguno en su rostro.
-Llevadme con ella...-dijo con voz neutra. La joven asintió y le guió al interior. En el fondo, tras unas tupidas cortinas, había una mujer jadeando, y cubierta de sudor. Entre sus brazos, un amasijo de mantas no dejaba de llorar.
-De... Denise...-susurraba constantemente a aquellos entrenudos de tela-Mi niña... bienvenida al mundo... te quiero...
Isabelle no se había percatado del inusual visitante hasta que éste comenzó a hablar.
-Salid todas de aquí-ordenó-dejadnos solos.
Todas las demás mujeres lo miraron con una mueca de terror, pues sabían perfectamente de quién se trataba y por qué había ido allí.
-Mi señor...-susurró la parturienta mientras sus compañeras de profesión salían por patas del lugar-¿Qué he hecho ahora? ¿Acaso es una prohibición traer vida a este mundo?-el miedo estaba presente en cada palabra pronunciada.
El hombre se tomó unos segundos de silencio antes de responder.
-Una niña preciosa, querida Isabelle...-sonrió felinamente, enseñando varios dientes de plata y oro, mientras se sentaba en el borde del camastro donde había tenido lugar el parto.-Sabes que no pongo impedimento alguno a que una de mis prostitutas dé a luz un hijo. Es más...-hizo una pausa inclinándose un poco para contemplar mejor al bebé, que se había dormido-Esta niña es más que suficiente para pagar la mitad de tu deuda conmigo...
-¡No!-la mujer abrazó al bebé protectora-Por favor Monsieur, no se la lleve... es lo único que tengo...-hizo una mueca de dolor al cambiar de postura-...se lo suplico...
-Basta-cortó el hombre, asqueado por el sentimentalismo de la situación-Soy el Dueño, nadie osa rechistar mis órdenes. Me debes lealtad, te recuerdo que tu deuda crece poco a poco, sobre todo ahora, con los gastos que supone tu hija.
Isabelle lo miró fijamente. Sus ojos eran el vivo reflejo del miedo y la desesperación. Su corazón recibió cada palabra como una espina dolorosa, abriendo más heridas en éste.
-¿Hay otra salida?-preguntó con voz entrecortada, temblando a causa de las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos. El Dueño rascó su mentón con aire taciturno.
-Bueno... si es igual de hermosa que tú...-sus labios se curvaron en una sonrisa lasciva-...puede ser un buen trozo de carne para muchos clientes cuyo gusto sean las jovencitas...
Isabelle notó el asco borbotear en su estómago y subir ácidamente por su garganta. No podía imaginarse a su pequeña en esas condiciones. No quería que corriera la misma suerte que ella...
-De acuerdo...-susurró resignada-Prefiero que te la lleves antes de destruirla como haces con nosotras. Pero prométeme una cosa-su voz se tornó dura, llegando a impresionar al Dueño-mi hija no será tocada por ningún hombre, ni hará servicios de prostitutas... Si me entero que eso ocurre...-la mujer se incorporó, quedando a escasos centímetros del caballero-Avisaré a la policía, y no nos verás el pelo jamás...
El Dueño ensanchó más su sonrisa, haciendo creer que aquellas amenazas le daban igual. Pero en realidad, la sombra del temor se había apoderado por un instante en su interior. Isabelle era su mejor fuente de ingresos, y la que dirigía a las demás meretrices debido a su edad madura. Un golpe de estado organizado por ella, podía comenzar una rebelión que llamaría la atención a la policía, la cual no dudaría en colgarles por el tráfico ilegal de mujeres que su socio y él mantenían en la clandestinidad desde hace años.
-De acuerdo... te lo prometo. Y haces bien en entregarme a tu hija.-el hombre cogió al bebé como si tuviera una enfermedad grave y contagiosa.-Trabajará para Lumière, mi socio. Tendrá comida y techo. Podrás verle siempre que quieras, pero nada más. No podrás tenerla contigo.
Isabelle asintió. Sabía perfectamente quién era ese tal Lumière. Un asesino sin escrúpulos, codicioso, que mataba por placer a todos aquellos que no pagaban las deudas del Dueño. Pero no tenía otra alternativa. Era lo mejor que podía hacer.
El Dueño contempló un momento a la pequeña, que lo miraba con sus ojos del color del mar. En su interior, pasó fugazmente un sentimiento de lástima, pero no porque había obligado a una madre desprenderse de su hija recién nacida, sino por el dinero que le hubieran proporcionado esos ojos intensos... dinero que nunca tendría en su poder. Salió de la estancia, dejando a una Isabelle cohibida, hundida en la miseria. Se recostó de nuevo en el camastro, mirando a la pared, para así no ver a su hija más...
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Hija de los Muelles ©
RomanceDenise es una chica que recorre las calles parisinas bajo el mando de su patrón Lumiére, obedeciendo sus órdenes e intentando sobrevivir. Con su padre luchando en las barricadas y su madre prostituta, bajo el mandato de El Dueño, ha de lidiar con lo...