Se sentía rota...
Había perdido la noción del tiempo. Todo daba vueltas a su alrededor. Su cuerpo se balanceaba con cada latigazo que recibía. Las muñecas estaban algo amoratadas...
A punto de entrar en una espiral que la sumiría en la más profunda oscuridad, escuchó una voz a lo lejos. Parecía la de Javert, o la del soldado que la ajusticiaba. No lo sabía. Su garganta ardía como el fuego, debido a los gritos contenidos por cada roce del cuero resquebrajado en su piel. Notaba un líquido espeso y tibio recorrer su espalda. Ya apenas podía diferenciar el dolor, todo su cuerpo estaba agarrotado.
De repente, notó cómo soltaban los grilletes, liberando sus muñecas. Se dejó caer sobre el suelo, gimiendo al sentir la fría losa sobre sus llagas abiertas. Lo siguiente que recordó fue cómo la arrastraron por el pasillo, dejando un canal de sangre a su paso, seguido del sonido de una puerta abriéndose.
La tiraron fuera del lugar, mientras le decían cosas que no entendía. Las palabras difusas no calaban bien en su cerebro. Cogió lo que quedaba de su vestido y se tapó como pudo. Arrastrándose, fue penetrando hacia las entrañas de la ciudad. El dolor era cada vez más intenso, la vida escapaba a borbotones... En su mente, había desaparecido su ira hacia Javert y Lumière. No pensaba en nada, sólo quería morir en paz, y descansar para la eternidad en el Reino del Padre...
Llegó a una esquina solitaria y se quedó tumbada. Escuchó los pasos nerviosos de las ratas a su lado, y sus irritantes chillidos. Si pudiera tener al menos algo de agua para limpiar sus heridas... Pero sabía que era imposible, sabía que iban a infectarse, provocándole la muerte. Dejó que los brazos de Morfeo la abrazaran, entrando en un mundo en tinieblas, sin recuerdos... sin sueños...
Esperando a que la muerte la envolviera con su manto...
..................
Los primeros rayos de sol la despertaron poco a poco. Abrió los ojos, entrecerrándolos. Todo a su alrededor estaba desenfocado.
"¿Dónde estoy?" fue el primer pensamiento de la mañana.
Palpándose el torso, notó que estaba completamente vendado. Las heridas ya no sangraban, y del terrible dolor que abrasaba todo su cuerpo sólo quedaba unas molestias. Mirando a ambos lados, intentó levantarse de allí, consiguiéndolo con esfuerzo y varios quejidos. Fue hacia la ventana, tapada con una sábana y tambaleando. Las imágenes empezaron a enfocarse poco a poco.
Podía ver la concurrida calle Des Tanneires, las mujeres hablar entre ellas sobre los últimos cotilleos, los niños correr en sus juegos inocentes, los carros de los burgueses pasar... Vio a varias monjas entrar y salir, cargadas con la compra o hablando con el sacerdote encargado de allí.
Estaba en el convento de "Las Inglesas".
Frunció los labios y puso su mente en marcha, aunque le costaba un poco. Tenía que salir de allí y encontrar a Lumiére para ajustar cuentas además de asegurarse que su madre estaba bien...
"Un momento..." paró de planear varias posibles salidas "No puedo volver..." tragó saliva y suspiró decepcionada. Si volvía, su patrón la castigaría por desobediencia, saliendo perjudicada también su madre. No podía volver a Los Muelles... o sí, dando explicaciones convincentes... O a lo mejor Lumière estaba tan borracho que ni se acordaría de lo ocurrido.
Fue hacia la puerta y salió de la habitación, con todas esas dudas cociéndose en su cabeza. El cántico de las hermanas invadía el pequeño patio central, donde podía visualizarse varias tumbas, quizás de las monjas que fallecían allí. Todo el lugar invitaba a la meditación, sembrando una paz interior. Se apretó bien la sábana y caminó, escurridiza, por los soportales. Parecía que estaban rezando, por lo que le daba una oportunidad de escapar sin que se dieran cuenta de ello.
-Veo que ya está mejor, mademoiselle-escuchó una voz a sus espaldas. El corazón se le paró en seco y dejó de caminar. Hizo una pequeña mueca al notar las heridas tirantes, las cuales hicieron acto de presencia cuando su cuerpo se relajó un poco.
-Ho...Hola hermana-dijo con voz ronca, aún le ardía la garganta-Si... ya estoy mejor-miró al suelo, y esperó a recibir una regañina. Su sorpresa fue mayor cuando notó que la monja le acarició la cabeza con dulzura y delicadeza.
-No puedes salir así, niña-Denise alzó la mirada y pudo contemplar mejor a su protectora. Era una señora de unos sesenta años, con mirada cálida y pelo cano. Varias arrugas asomaban alrededor de sus ojos y en la comisura de los labios, que en ese momento le sonreían, creando una expresión serena.
-Tengo que irme... me esperan...-respondió, carraspeando para mejorar un poco la irritación de su garganta.
-Está bien, querida. Pero antes déjame que te vista y te adecente un poco-sintió cómo la señora le empujaba suavemente a otra habitación. Una vez allí, la sentó en la cama. Ella, que aún seguía algo avergonzada, se dejó hacer sin decir nada más. De todas formas, no tenía otro remedio.
La monja sacó un vestido sencillo de novicia y lo tendió en la mesa. La ayudó a ponérselo, sin poder evitar reprimir varias muecas de dolor al rozar la tela por los vendajes. Una vez puesto, vio que le quedaba como un guante.
-Estás preciosa, aunque si peinamos esa cabellera, estarías mejor-la mujer suspiró y sacó una rebeca-Toma, para las noches frías de invierno. No es un abrigo de piel, pero algo sí que resguarda.
-Gracias...-susurró la chica cogiendo la prenda y colocándosela-Gracias por todo hermana... He de irme-hizo una breve inclinación y volvió a la puerta.
- Antes de irte, me gustaría saber cómo llegaste herida a ese callejón hace dos días...
Denise se paró de nuevo, acariciando el pomo de metal. Los pensamientos volvieron de golpe a su cabeza. Lumière, el interrogatorio de Javert, los latigazos... sus recuerdos volvieron tal y como se fueron.
-Me traicionaron, y acabé siendo arrestada por algo que no hice... me enfrenté a Javert y me castigaron con latigazos...-susurró, volviendo de nuevo su mirada a la monja-Ahora he de volver al lugar de donde procedo para vengarme...
La anciana escuchaba aquellas palabras pensativa. Contempló a la chica con aire de tristeza. ¿Cómo habían llegado a aquella situación? ¿Castigar a los inocentes? Se acercó a ella y la cogió por los hombros.
-La venganza lleva siempre a más venganza... el Padre nos ha enseñado que siempre hay que perdonar...-dijo con una voz dulce, comprensiva. Denise caló dichas palabras en su interior, y por un momento, entró en una espiral de preguntas y dudas.
-¿Siempre hay que perdonar, hermana? ¿A pesar de lo que me ha hecho mi patrón?-preguntó, queriendo saber la opinión de la anciana.
-Siempre... Y avanzar. El humano siempre cae con la misma piedra, y a veces arrastra a los demás. Evita que te arrastren en la caída, niña...
Denise escuchó los consejos de la monja con interés, aunque sabía que no era tan fácil como lo contaba. El abandono de su progenitor en una situación de peligro, no era fácil de olvidar ni perdonar, y más sabiendo qué tipo de persona era. Suspiró y no dijo nada, clavando su mirada en el suelo. Al rato, contempló un momento a su protectora y asintió sin decir más.
-Gracias por todo, hermana... intentaré seguir tus consejos.-dijo de corazón. No iba a perdonar del todo a Lumière, pero bueno, ya pensaría en algo para huir de los Muelles con su madre o... ya se verá. Una tercera persona apareció en su mente, quizás él podría ayudarlas...
-Si necesitas algo, niña, ven y pregunta por Sor Consuelo... estaré aquí para lo que necesites...
Denise volvió a asentir y abrió la puerta. Salió corriendo, sin hacer caso de la quemazón que sentía en la espalda. No podía seguir un momento más en aquel lugar pacífico y sagrado sabiendo todo el mal que había hecho...
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Hija de los Muelles ©
RomanceDenise es una chica que recorre las calles parisinas bajo el mando de su patrón Lumiére, obedeciendo sus órdenes e intentando sobrevivir. Con su padre luchando en las barricadas y su madre prostituta, bajo el mandato de El Dueño, ha de lidiar con lo...