Las olas del mar lamían el barco con suavidad. Les acompañaban un viento frío del norte, el cual empujaba con suavidad las amplias velas blancas del navío.
Denise estaba sentada en la proa del barco. Tenía los pies colgando por la borda, mientras que su mirada se dirigía al horizonte. No sabía cuánto tiempo tardaría en llegar a París. Por desgracia, no recordaba el momento en el que los sicarios del Dueño la trajeron al país anglosajón. En su interior, una sensación de alivio y temor la embriagaba. En cuanto llegara a París, iba a dirigirse rápidamente a la casa que compartían Courfeyrac, Combeferre y Enjolras. Su mente traicionera se imaginaba subir las escaleras del piso y encontrarse con la cara abatida de Courfeyrac, mientras que Combeferre le comunicaba la noticia de que aquél al que había entregado su corazón había fallecido...
Sacudió la cabeza, despejando aquellos pensamientos. Se secó las lágrimas que sin querer sus ojos vertieron. Enjolras no estaba muerto. El líder estaba vivo. Se lo repetía una y otra vez en su cabeza.
-Mademoiselle, la tripulación va a almorzar.-escuchó de repente una voz a sus espaldas-Le guardaremos un plato para usted...
El capitán del barco se colocó junto a ella tras decir esas palabras. Nunca había llevado a una mujer a bordo de su pequeña joya, pero al ver el rostro de desesperación de la joven, hizo que en su interior naciera un sentimiento de protección. En aquellos tiempos, ingleses y franceses no se llevaban muy bien y al ver que una compatriota anhelaba con todas sus ganas salir de aquél horrible país, no iba a negarle una plaza en su navío.
-Gracias capitán...-susurró la joven intentado componer una sonrisa agradecida.
-Debería de comer un poco, mademoiselle, si le soy sincero. No presenta buen aspecto...
Denise se encogió de hombros. Le sorprendía un poco la confianza que el viejo capitán se tomaba con ella. Aunque al ser un hombre de mar y haber visitado miles de puertos, es normal que su carácter fuera sociable.
-Gracias, Monsieur...-susurró tras un silencio de algunos minutos-No tengo mucha hambre ahora mismo, comeré después...
El capitán, al escuchar la respuesta de la joven, asintió y volvió con su tripulación, que degustaba un delicioso estofado de cerdo. La joven había perdido el apetito durante su estancia en la mansión. Su estómago estaba acostumbrado a encogerse de miedo y angustia en lugar de hambre. Era cierto que si quería tener un aspecto presentable para Enjolras, necesitaba adecentarse un poco.
Tardaron un día y medio en avistar tierra. El pequeño pueblo costero no era más y menos que Caen, situado al noroeste del país. La muchacha cogió su hatillo y esperó impaciente a que la pasarela bajara. Una vez que el barco estuvo bien atracado, pisó suelo francés. Un cosquilleo recorrió su cuerpo y exhaló un suspiro de alivio. Estaba en casa. La pesadilla se había acabado...
-Monsieur, muchas gracias por traerme a casa...-dijo mientras se dirigía al capitán, que hacía inventario de las mercancías que llevaba consigo.
-Ha sido un placer. Siento no haberla llevado directamente hacia París. Pero hay varios carros de carne y especias que se dirigen a la capital. Desde allí podrá ir a su destino-le indicó con una sonrisa afable.
-Gracias...
-Tome...-el hombre sacó cinco francos de su bolsillo-Parece que no tiene mucho dinero encima. Considéralo un regalo de bienvenida.
Denise cogió el dinero y asintió, sonriendo ladinamente.
-Que Dios se lo pague...-susurró haciendo una leve inclinación antes de marcharse junto a los diferentes carros que transportaban la mercancía de los barcos.
Tras negociar su pequeño viaje a París, consiguió que uno de los mercaderes la llevara en la parte de atrás de su carro por tres francos. La joven se subió junto a los sacos llenos de especias. Contempló el puerto pesquero de la ciudad alejarse poco a poco. Ya casi estaba cerca de la ciudad... ya casi estaba cerca de él...
-He de advertirle que si tiene pensado quedarse a dormir en París, debe de tener cuidado. Los disturbios en la ciudad han crecido en este último mes... Debería de marcharse cuanto antes de la ciudad-dijo el carretero mientras hacían un alto en el camino para descansar, pues la noche se había cernido sobre ellos.
-¿Disturbios?-preguntó la chica frunciendo el ceño-¿Quién ha empezado esos disturbios?
-Los revolucionarios... han llevado a varios a la guillotina y muchos están presos... Mi hijo... es uno de ellos.
Cuando el hombre habló de su hijo, a Denise le pareció que había envejecido varios años. Se quedó meditando ante las noticias de la ciudad. La revolución había empezado. Eso significaba que Enjolras estaría vivo, aunque a saber si lo habían apresado junto a los demás estudiantes. El pavor que sentía en su estómago creció más por momentos. Tenía que llegar a París lo antes posible.
-Aunque seguramente habrán hecho un alto el fuego en estas fechas...-comentó de repente el carretero, el cual observaba el fuego también pensativo.
-¿En estas fechas Monsieur?
-Sí... mañana por la noche es Navidad... Es tiempo de paz y de celebración, no de derramamiento de sangre y lucha. Ya tuvimos suficiente en 1789...
-Oh... entiendo...
Denise se acurrucó en su manta, junto al fuego, a pesar de que sabía que le sería inútil conciliar el sueño esa noche. Su mayor miedo se había hecho más fuerte tras las declaraciones del hombre. La vida de Enjolras pendía de un hilo en aquellos momentos...
A la mañana siguiente, reanudaron el viaje a París, la cual se presentó ante ellos un par de horas después. Los nervios afloraban en la piel de la joven. No había cambiado mucho desde su partida tres meses atrás. Lo único que notaba más cambiado era el ambiente. Se respiraba miedo y oscuridad. Las calles apenas estaban llenas como recordaba. En muchas casas había varias ramas de laurel y muérdago, al igual que en una de las iglesias por las que pasaron, estaban entonando villancicos.
El carro paró en la plaza del mercado de la ciudad. Estaba amaneciendo y el son de Notre Dame despertaba a varios grupos de palomas.
-Espero que tengas suerte en tu viaje...-le deseó el carretero al despedirse-Y que tenga una feliz Navidad...
-Gracias Monsieur, lo mismo digo...-deseó Denise con una pequeña sonrisa. Empezó a correr por las calles de la ciudad, con el corazón desbocado. A esas horas de la mañana, Enjolras debería de estar en su casa, por lo que puso rumbo al piso de estudiantes sin mirar atrás.
Llegó al edificio, que dormía apacible. Entró en el portal, que se encontraba abierto y subió las escaleras. Con el corazón a punto de salirse del pecho, se acercó a la puerta correspondiente y llamó repetidamente, rezando para el que abriera no fuera otro más que él...
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Hija de los Muelles ©
RomanceDenise es una chica que recorre las calles parisinas bajo el mando de su patrón Lumiére, obedeciendo sus órdenes e intentando sobrevivir. Con su padre luchando en las barricadas y su madre prostituta, bajo el mandato de El Dueño, ha de lidiar con lo...