El reencuentro

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Lo primero que se encontró en cuanto la puerta se abrió fueron dos ojos castaños que se embargaron de la sorpresa tras las gafas que se apoyaban en una mediana nariz. El silencio los envolvió a ambos. La joven tragó saliva, preparándose para lo que pudiera ocurrir en aquél piso. Su ánimo por aquél momento se había desmoronado un poco al ver que Combeferre era el que le había abierto la puerta. Denise se extrañó un poco ante la sorpresa del chico al verla, aunque en su interior, creció la sospecha de que para los revolucionarios, estaba muerta.

-¿De... Denise?-preguntó el muchacho sin caber de su asombro-¿Eres... eres tú? Mon Dieu, pero si estabas...

-¿Muerta?-preguntó, confirmando sus sospechas.

Combeferre asintió lentamente, sin parar de mirarla de arriba abajo. Se quitó las lentes y las limpió en un acto reflejo, pues quizás lo que estaba viendo no era más que producto de las largas horas dedicadas al estudio de la filosofía.

-Es increíble...-susurró al colocárselas de nuevo-Pensábamos que no habías sobrevivido en el ataque de... de...

-Quiero verle-dijo la muchacha un tanto cortante, haciendo enmudecer al filósofo. Éste tragó saliva, aparentemente sin molestarle aquél corte y miró al suelo.

-No sé si es buena idea... Quizás te lleves una decepción cuando le veas...

-¿Está muerto?-preguntó la muchacha, con un nudo en la garganta y la tensión palpable en cada músculo de su cuerpo.

-¿Muerto? Oh, no... no lo está. Sufrió varias heridas cuando ocurrió, pero conseguimos sanarlas...

Denise respiró hondo, tranquilizándose.

-Entonces, ¿por qué dices que no es buena idea que le vea?

-Verás, él sufrió tal conmoción que pensó que estabas muerta... de hecho, él da por hecho de que lo estás. Quizás cuando te vea, puede sufrir de nuevo dicha conmoción o pensar que eres producto de su imaginación o...

-Basta-cortó de nuevo la joven. No había arriesgado su vida para que ahora le vinieran con excusas y motivos infundados para no ver a Enjolras-¿Dónde está?

Combeferre exhaló un profundo suspiro, pasando sus dedos por entre los mechones de pelo oscuro.

-En su habitación...

Automáticamente, Denise entró en el piso. Se dirigió a la puerta que había al fondo, la cual estaba cerrada. Tragó saliva al colocar su mano en el pomo de la puerta. Casi podía notar un hormigueo en la punta de sus dedos. Respiró hondo varias veces y giró la péqueña esfera de metal, entrando en la estancia.

La habitación se encontraba casi en penumbras. Sólo estaba iluminada por velas las cuales daban indicios de que habían sido consumidas a lo largo de la noche. La joven se fijó que los muebles estaban colocados de distinta manera. La cama ahora estaba donde antaño descansaba el escritorio, y viceversa. Ahora el escritorio estaba rodeado de miles de papeles clavados en la pared, emborronados con tinta. Al igual que un mapa de lo que parecía la ciudad de París.

La chica notó en su pecho su corazón galopar a toda velocidad y los nervios a flor de piel. Cerró la puerta con cuidado, sin apartar sus ojos de la figura que estaba sentada en el escritorio, escribiendo efusivamente.

-Ferre, te he dicho que no quiero café. Ya me he tomado uno hace un par de horas y no creo que sea bueno que...

Enjolras había estado trabajando toda la noche en el siguiente meeting que tenía que dar en casa de Lamarque aquél fin de semana, después de las fiestas de Navidad. Combeferre le había insistido en que se fuera a dormir, pero el entusiasmo del joven líder no sucumbió a los placeres del sueño, aunque su cuerpo se lo pedía a gritos. Por eso, durante la noche, fue administrándose varias dosis de café durante períodos cortos de tiempo.

Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora