El asalto al Cuartel

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La luna se dejó ver por entre los nubarrones que avanzaban empujados por la brisa nocturna, iluminando con su gélida luz los callejones de la ciudad gala, las cuales permanecían húmedos a causa de la lluvia caída. Unas sombras se deslizaron por las paredes de éstos, como si fueran fantasmas. Los gatos callejeros corrieron huidizos al presenciar que alguien extraño paseaba por su territorio a esas horas de la noche.

El Cuartel General no quedaban muy lejos... estaban a medio camino...

Varias horas antes

-¿En qué piensas?

La voz de Courfeyrac la despertó de sus pensamientos. Se encontraban sentados en uno de los bancos de la plaza St. Michel. El atardecer inminentes envolvía el lugar con su tono rojizo, despidiendo así un día más.

-En nada...-Denise exhaló un suspiro profundo, llenando sus pulmones del aire fresco de la calle, sintiendo una sensación de libertad al estar fuera de las cuatro paredes que la confinaban.

¿Es verdad que su mente no pensaba en nada? Las horas consumidas entre sábanas y paños fríos habían sido acechadas por varias preocupaciones y temores. Había pensado en su madre, con la soledad como compañía en aquél barco inglés, presa de los delirios a causa de las condiciones en las que se encontraba y de las drogas que tomaba para no sentir el deseo de los hombres en su cuerpo. ¿Qué le habrá contado Lumière? ¿Le habrá dicho que su hija está muerta? ¿Desaparecida? Denise no podía imaginar la reacción de ésta. Isabelle ya había perdido a Adrien por culpa del Dueño, y la joven era lo único que le quedaba...

La muchacha deseó con todas sus fuerzas que su madre no estuviera muerta. Después de todo lo ocurrido, perder a Isabelle haría que se sintiera peor de lo que ya estaba, pues un sentimiento de culpa por haberla abandonado en los Muelles pesaba en su corazón.

Pero no podía volver.

No conocía el tiempo que le habían impuesto a Crantère en prisión. Pero sí sabía que Lumière estaría al tanto de tal suceso, y que se las tenía jurada. Definitivamente, el patrón quería su cabeza colgada de la pared, por haber traicionado a uno de los cabecillas de la banda. Sería un suicidio ir a los Muelles para llevarse a su madre consigo. Además, ¿a dónde irían? El Dueño las buscaría hasta el fin del mundo...

-Imposible. Combeferre siempre me dice que el ser humano, por muy increíble que parezca, siempre pensamos en algo-el joven estudiante esbozó una sonrisa mientras sacaba de su chaqueta un cigarro y cerillas. Lo encendió con agilidad, inhalando por una boquilla de plata. Soltó el humo denso y blanquecino que se disipó inmediatamente, dejando un olor fuerte a tabaco.

-Es lo de mañana... Tengo miedo a que algo salga mal...-Denise se encogió de hombros, arrugando la nariz y apartando sutilmente el humo de su entorno. Recordó entonces que Courfeyrac no sabía prácticamente nada de su vida ni de sus raíces, al igual que ella no sabía nada de la vida del estudiante. Lo miró con cierta curiosidad, intentando rescatar algún recuerdo de su mente en el que el apellido Courfeyrac haya sido objetivo de Lumière. Pero no, no le sonaba de nada.

-Confía en Enjolras. Sabe lo que hace.-el chico tenía la mirada perdida en un pequeño grupo de niños que jugaban a escasos metros de donde estaban ellos-Todo el plan está bien estructurado, y nada puede salir mal...-comentó, optimista, dando otra bocanada a su cigarrillo.

Al mencionar su nombre, el corazón de la chica comenzó a acelerarse. ¿De verdad confiaba en el joven líder? No quería pensar en ese tema, la verdad, pues la hacía sentir rara. No eran los mismos sentimientos que tenía para con Adrien los que invadían el interior de la joven cada vez que pensaba o mencionaba a Enjolras, sino más profundos... e intensos.

Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora