5 de Junio

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Un estruendo se escuchó de repente en la pequeña plaza de Saint Michel. Los estudiantes tiraban todo lo que encontraban en su camino formando una hilera. Varios disparos procedentes del la avenida que conducía hacia la plaza hacía que aceleraran el trabajo. Cogían todo tipo de muebles, carromatos, tocones de madera... todo lo suficiente como para formar una barricada lo suficientemente alta para enfrentarse a los soldados del rey que estaban dispuestos a asediarlos para erradicar las insurrecciones. Al darse cuenta de que la amenaza de una muerte por guillotina no era suficiente como para meter miedo a los republicanos, Luis Felipe había dispuesto a todas sus tropas en diferentes puntos de la ciudad, convirtiéndose la villa parisina casi en un campo de batalla.

Enjolras estaba dentro del Musain, cogiendo aire tras la carrera.

-Tenemos que organizarnos, poner guardias en diferentes puntos de la barricada. El enemigo también pueden subir a los tejados de los lados, así que tened cuidado.

Todos los demás asentían mientras cogían fusiles robados del asalto al cuartel y pólvora. Cruzando la plaza, se había formado un muro de unos cuatro metros, coronado por una enorme bandera roja. Las casas que daban a la plaza estaban cerradas a cal y canto, al igual que los pequeños negocios. Los estudiantes se pusieron tras el muro, mirando por los pequeños agujeros que había en él. Enjolras salió del Musain con un fusil y se colocó en un lateral de la barricada, esperando a la oleada de soldados que iban a atacarles cuando menos se lo esperaran.

Denise estaba con otro fusil en el lado extremo de la barricada. Intentó que Enjolras no le viera, pues se supone que ella debería de estar en el piso de estudiantes, a salvo. De pronto, el silencio se hizo en el lugar. La tensión se respiraba el ambiente. Todos apuntaban a la avenida, esperando a los soldados. Todos los corazones de los presentes estaban desbocados, sus dientes apretados y su mente rezando las oraciones oportunas por si al día siguiente no veían más la luz del sol.

El silencio que los había envuelto se rompió con el sonido de varios pasos acompasados. Tres hileras de soldados aparecieron delante de la barricada, dirigidos por un general.

-Os hablo en nombre del rey-dijo éste haciendo resonar su voz en la plaza-¿Quiénes sois?

La pregunta se quedó flotando en el aire. Los estudiantes se miraron unos a otros sin saber muy bien qué hacer.

-¡La revolución francesa!-gritó Enjolras desde su sitio.

-¡Rendíos o tendré que abrir fuego!-respondió el general, cargando su fusil.

-¡Preferimos morir de pie y luchando que arrodillados!-volvió a decir Enjolras. Los demás cargaron sus respectivas armas y pusieron los dedos en los gatillos.

El general dio una orden y los soldados se colocaron en posición de ataque.

-¡FUEGO!-gritó el hombre, haciendo que varios disparos resonaran por todo el lugar.

-¡FUEGO!-gritó Enjolras por su parte.

Ambos bando comenzaron a disparar. Las primeras bajas por parte de los soldados comenzaron a caer, al igual que algunos estudiantes que estaban dispuestos encima de las barricadas. Poco a poco, el enemigo comenzó a avanzar hacia el muro de escombros, sin dejar de disparar. Denise no tenía mucha experiencia con las armas de fuego, por lo que muchos de los tiros que daba no eran acertados en su objetivo, sólo a algunos los dejaban malheridos para luego ser rematados por alguno de sus compañeros.

Poco a poco, en el ambiente se respiraba pólvora y sangre. Los soldados del rey comenzaron a avanzar poco a poco, acercándose a la barricada. Los estudiantes que estaban asentados en la cresta de la barricada bajaron rápidamente, para apoyar a los que estaban debajo. La presión por parte de los guardias era mayor. Casi se estaba debilitando el cordón de fuego que habían montado los estudiantes bajo las órdenes del líder.

-¡Vamos, seguid disparando!-gritó Enjolras, acabando con la vida de un soldado que se había aventurado a cruzar la barricada.

Sin previo aviso, uno de los estudiantes corrió hacia donde estaban los soldados y alzó un barril y una antorcha. Denise, la cual se había apartado del muro, contempló la escena un tanto atemorizada ante la locura de ese militante.

-¡Parad o vuelo la barricada!-gritó.

Todos se dieron cuenta de que se trataba de Marius Pontmercy. Nadie sabía de dónde había salido, pues en el funeral de Lamarque nadie lo había visto. El fuego cesó de inmediato y los soldados retrocedieron con el temor en sus rostros.

-¿No me habéis oído? ¡Retroceded o estallo este barril de pólvora!-repitió, acercando la antorcha al cilindro de madera. Los guardias volvieron a la entrada de la plaza. Los estudiantes murmuraban entre ellos.

-¿Estás loco? Nos va a volar a todos-dijo uno.

-Enjolras, dile algo-se escuchó a otro.

Enjolras subió a donde estaba Marius y agarró con cuidado la antorcha.

-Marius, ya se han ido...-le dijo suavemente, mientras retiraba el fuego del barril. El joven Pontmercy asintió y, tras lanzar una última mirada de odio a los soldados que se reagrupaban en el comienzo de la avenida, bajó junto a los demás.

-Has sido muy valiente por tu parte-dijo Courfeyrac, dándole una suave palmada en el hombro-Aunque ese gesto reafirma que estás como una maldita cabra.

-¿De verdad nos ibas a volar a todos?-preguntó Bahorel, dejando su fusil en el suelo. Todos hicieron un pequeño corrillo alrededor del muchacho.

-Estoy dispuesto a luchar a vuestro lado-Marius se dirigió a Enjolras-Estoy a la orden del líder.

-Hoy el líder has sido tú, Marius. Dadle un fusil a este valiente y que luche con nosotros.

Marius asintió y se fue con Combeferre.

-Un grupo que haga guardia en la barricada, mientras que otro atienda a los heridos y recoja a los muertos.-dijo Enjolras mientras apoyaba su fusil junto a la pared-Quiero recuento de bajas.

-Enjolras, se han llevado a Prouvaire...-dijo de repente Feuilly, entre todo el alboroto. El líder se paró en seco y tragó saliva ante la noticia

-Querrán hacer un trato. Una vida por la rendición...-resopló pesadamente, pensando rápidamente qué hacer. Ya le dolía que varios de sus hombres hayan perdido la vida como para que en ese momento hicieran una ejecución delante de sus narices a uno de ellos.-Haced una partida de rescate de tres hombres.

Feuilly asintió y dejó a Enjolras solo. Al finalizar ese primer ataque, habían sufrido cinco bajas y diez heridos. No se esperaba que fueran tantos, aunque al líder le consoló que había al menos una quincena de cuerpos delante de la barricada. Habían hecho demasiado daño al enemigo, cosa que le preocupaba, pues ahora podrían atacar con más recursos que ellos.

Desechó esos pensamientos de su mente. Se frotó el tabique nasal mientras se apoyaba en la pared, de forma cansada. Sus manos estaban cubiertas de pólvora y el sudor resbalaba por su frente. Alzó la mirada y echó un rápido vistazo a lo que quedaba de la barricada.

El corazón se le heló al ver una cabellera azabache intentando sacar una pierna que había sido sepultada por unos escombros de madera.

Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora