Dimitri

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París, 1820

Una niña de unos ocho años caminó con paso ligero hacia una especie de acantilados que se formaban a las afueras de la ciudad. La ría francesa estaba un tanto agitada aquella tarde, pues el tiempo anunciaba agua y una fuerte ventisca azotaba París.

La pequeña iba cubriéndose con un pequeño pañuelo sucio. Había recibido una nota de su mejor amigo, Dimitri. El niño le había pedido que se reuniera con él, pues tenía una cosa que darle.

Dimitri era su mejor amigo desde siempre. Denise no recordaba la primera vez que se conocieron. Simplemente, apareció en su vida, convirtiéndose en su mejor confidente. Pasaban juntos todo el día. Muchas veces, el chico la defendía de las riñas de Lumière, su padre y se enfrentaba a Crantère, su hermano mayor. Hacían todo lo posible el uno por el otro para sobrevivir en la vida que les había tocado.

Denise llegó al lugar donde le había citado su amigo. Se abrazó a si misma y miró a todos lados, buscando algún indicio de Dimitri. A lo lejos, de repente, distinguió una figura acercarse a ella con un saco colgados en sus hombros.

-¡Den! Perdón por la tardanza, me crucé con el idiota de mi hermano.

-No te preocupes...-la pequeña sonrió y se apartó varios mechones de pelo azabache de la cara-¿Qué ocurre Dim? ¿Hay problemas?

Dimitri sonrió de lado, dejando el saco en el suelo con cuidado. Se revolvió el pelo castaño y se sentó en el suelo.

-Para nada. Es más, son buenísimas noticias. ¡Cierra los ojos!-dijo riendo entre dientes. La niña le hizo caso, y cerró los ojos con sus manos. Notó cómo el chico rebuscaba en el saco y sacaba algo. El olor a pan recién hecho inundó las fosas nasales de Denise.

-¡Pan!-exclamó la chica, quitándose las manos de los ojos y cogiendo la hogaza. Dio varios mordiscos algo ansiosa, pues el hambre la acechaba desde hace días-¿De dónde lo has conseguido?

-Es de la despensa personal de mi padre. Lo he robado mientras él dormía...-Dimitri se encogió de hombros y sacó otra hogaza para él, que empezó a comer despacio.

Los niños permanecieron en silencio, disfrutando de aquél pequeño manjar. Lumière siempre les daba un pan mohoso y duro, que era muy difícil de comer. Además de que Denise no iba a visitar a Adrien todos los días, por lo que no podía comer en condiciones.

De repente, se escucharon unos pasos.

-¡Tú! ¡Maldito bastardo hijo de la gran puta!

La voz enfadada de Lumière inundó el ambiente. Ambos chicos se pusieron de pie inmediatamente, asustados. Junto al hombre, estaba Crantère, sonriendo con suficiencia.

-¡Me has robado! ¡A tu propio padre!

-¡Espera!-Dimitri se levantó y dio unos pasos hacia atrás-¡Teníamos hambre! Un pan duro no nos convertirá en buenos asesinos...

-¡Me da igual, ingrato! ¡Nunca se roba a Lumière! Te voy a dar unos azotes que te acordarás toda tu vida.

El chico huyó de su padre ágilmente, acercándose al borde del acantilado. Lumière le tiró varias piedras que encontraba por el camino mientras se acercaba a él. En cuanto lo alcanzó, forcejearon.

-¡No! ¡Pare Monsieur!-gritó Denise, asustada. Fue a socorrer a su amigo, pero Crantère la agarró, inmovilizándola-¡Él no tiene la culpa! ¡Fue idea mía!

-¡Después me encargaré de ti, sucio piojo!-gritó Lumière, dándole un bofetón a Dimitri.

En un momento dado, el hombre empujó a su hijo. Éste perdió el equilibrio al tropezarse con una rama suelta. Miró a Denise antes de caer al vacío, mudo ante la sorpresa.

Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora