Visita a Lamarque

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-El general Lamarque quiere verte, Enjolras.

El joven alzó la mirada del montón de papeles esparcidos por su escritorio.

-Ahora mismo voy... dame unos minutos.

Combeferre asintió y salió de la habitación. Enjolras suspiró y se removió los rizos en un gesto cansado. Un nudo apareció en su estómago al enterarse de la noticia de que Lamarque, el verdadero líder de esa revolución quería verle. ¿Por qué él en concreto? Había hablado con otros líderes de grupos asentados en todos los barrios de París. El proyecto de alzarse en contra de la monarquía estaba a punto de concluir, sólo necesitaban la fecha exacta para llevarlo a cabo. Necesitaban una señal, la chispa que enciende la mecha...

Ordenó sus papeles y los guardó en una carpeta. Descubrió uno bastante singular y lo releyó. Era un plan para matar al Dueño. Lo llevaba pensando desde que Denise falleció en sus brazos hace ya por aquél entonces un mes. El frío de su interior acompañaba al llanto del invierno procedente del norte, dando paso a dicha estación. El otoño había sido demasiado corto... o quizás el joven líder no era consciente del tiempo que hacía. El caso es que necesitaba vengarla. Quería acabar con aquél que le arrancó lo que más apreciaba en el mundo, junto a su querida Francia. Sentía como si le hubieran destruido uno de los pilares importantes de su vida. Y el que lo había hecho no iba a salir airoso.

Pensó en Dimitri. ¿Dónde estará ese pobre truhán? No sabía nada de él desde que hizo la promesa de sangre... la cual la había incumplido. ¿Se habría enfadado por ello y no quería saber ya nada de él? Suspiró profundamente y miró por la ventana. Si él fuera el ladrón, se hubiera marchado de París al ver que ya nada le ata con la ciudad. Quiso recordar vagamente si él también estaba cuando la chica murió... pero su mente había entrado en shock y sólo recordaba trazos de lo ocurrido.

Se levantó de su escritorio y se adecentó. Peinó inútilmente sus cabellos rizados, haciéndose una pequeña coleta en la nuca. Colocándose la chaqueta, salió de su habitación y bajó a la calle, donde le esperaba un carromato.

Las calles parisinas estaban desiertas a aquellas horas de la tarde. El frío había hecho acto de presencia, por lo que los habitantes de la ciudad se escondían en el calor de sus casas. Aunque el joven líder tenía la ligera corazonada de que no sólo se escondían por el frío. Había mucha tensión en la ciudad. Todos estaban al corriente de que una pequeña rebelión se estaba formando. El rey había mandado eliminar cualquier amenaza con total discreción, para no alertar al pueblo. A nadie le apetecía volver a entrar en un conflicto, teniendo reciente el ocurrido en 1789. Pero Enjolras no estaba dispuesto a quedarse en el área de confort que el gobierno proporcionaba con mentiras y falsas promesas. No habían hecho bien las cosas y sentía la necesidad de arreglarlo todo. Por Francia y por Denise.

El carro paró delante de la casa de Lamarque. Combeferre y Courfeyrac bajaron de éste, seguidos del joven líder. Siguieron a uno de los mayordomos que les esperaba al interior de la casa y caminaron por los amplios pasillos ricamente adornados. Tras subir unas escaleras y caminar unos pasos por una galería llena de puertas, llegaron a dos enormes puertas de madera, las cuales estaban abiertas dejando una rendija que desprendía luz.

El mayordomo que les había acompañado entró en la estancia, para anunciar a los visitantes. Tras unos minutos, salió de nuevo y dio permiso a los tres estudiantes para entrar.

Los tres se quedaron un tanto cohibidos al ver al héroe del pueblo sentado en una especie de silla de ruedas junto a una mesa. El pelo lucía con trazas de color blanco y su rostro estaba pálido. Los pómulos de sus mejillas estaban marcados y sus manos casi esqueléticas se posaban encima de sus piernas. Parecía que estaba desinflado, deshidratado. Unas jarras de cristal llenas de agua posaban a su lado. Vestía con una camisa y unos pantalones oscuros. En el respaldo de la silla, una chaqueta condecorada colgaba un tanto arrugada. En definitiva, Jean Maximilien Lamarque tenía un aspecto deplorable, aunque su mirada aún conservaba la fuerza característica en él.

Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora