El último deseo de Denise

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El lomo del navío chocó contra los enormes pilones que componían el muelle de la costa. El mercado del puerto estaba en pleno bullicio, pues la hora punta se acercaba, y los pescadores tenían que vender la mercancía lo más pronto posible, antes de que el producto dejara de ser fresco.

Dos hombres bajaron del barco agarrando entre los dos una camilla. Se abrieron paso por entre la muchedumbre del puerto, vigilando que el cargamento no sufriera daño alguno. Entraron en una de las casas que componía el puerto.

-Al fin. Os estaba esperando...

El anfitrión era un hombre de baja estatura, vestido con una blusa sucia y unos pantalones que antaño eran parte de un traje de gala. Dejó de lado el pescado que estaba preparando y guió a los recién llegados hacia una puerta trasera.

-¿Esa es la chica de la que me han hablado? Está inconsciente...

-Mi jefe pide disculpas. Hubo una trifulca cuando la capturamos. Pero se pondrá bien, no se preocupe.

El anfitrión miró con detenimiento a la muchacha que se encontraba tendida en el camastro. Sacó de su bolsillo un pequeño saco que tintineó al tenderlo hacia sus invitados.

-Tendré que pagar menos. La mercancía no ha llegado del todo bien.

-El Dueño no suele hacer rebajas, Monsieur. Quiere el pago íntegro. Le asegura que con la venta, podrá obtener mayores beneficios.

El comprador suspiró y miró de nuevo a la joven. Se quedó un momento pensando en la oferta y en los beneficios que puede sacar de ella. Se limpió las manos olorosas a pescado.

-Está bien. Pero si dentro de dos días la chica no despierta, la mataré y exigiré una devolución.

Los hombres asintieron, antes de salir de la casa. El anfitrión resopló, mandando a unos trabajadores suyos llevarse a la chica a una de las habitaciones.

-Estos franceses... mira que me lo dijo Edgar, nunca he de tratar con ellos...

Tras decir eso a regañadientes, volvió a su tarea con el pescado.

..................

Enjolras abrió los ojos de golpe. Se incorporó poco a poco, haciendo una mueca de dolor. Su cuerpo no estaba acostumbrado a estar en reposo tanto tiempo seguido. La cabeza le daba vueltas, notaba el ambiente un tanto cargado. Levantándose, abrió la ventana. Era de noche. El cielo oscuro estaba iluminado por una enorme luna rojiza. La contempló embelesado. El dolor en su alma había mitigado levemente.

No sabía cuánto tiempo había estado encerrado en su habitación. La pérdida de Denise se le antojaba bastante lejana, casi como un mal recuerdo. Una pesadilla que se había convertido en realidad.

Suspiró profundamente y cerró los ojos. ¿Estaría ella mirándole desde el Reino del Cielo? ¿Qué estaría pensando? ¿Se sentiría defraudada por haber sucumbido a la rendición? Tragó saliva al escuchar una de las últimas palabras de ella...

Césaire... te amo. No quiero que te hagan daño. Lucha por la Revolución... lucha por mí...

Luchar por ella... Eso es lo que le había pedido. Una súplica que se había incrustado en su ser, candente.

Miró a su alrededor y por un instante, sintió vergüenza. ¿Qué estaba haciendo? No había cumplido sus últimas intenciones. En lugar de eso, se había escondido, como un cobarde. Respiró con fuerza y se sentó en la cama.

-Lo siento, Denise... te prometo que volveré a la lucha. No dejaré Francia en manos de unos indeseables que sólo quieren verla sufrir. No dejaré que todo lo que hemos construido se derrumbe por mi culpa.

Miró a la luna, la cual se alzaba con lentitud acompañada de varias estrellas. Por un momento, sintió como si ella estuviera observándole desde allí, con una sonrisa. Aquella pequeña estampa imaginaria le dio un poco de consuelo. Suspiró de nuevo y se pasó los dedos por entre sus rizos.

Se levantó, colocando bien su habitación, que estaba bastante desordenada por los ataques de ira que sentía los primeros días posteriores a su pérdida. Con el corazón endurecido, se sentó en su escritorio y comenzó a escribir en papel diferentes discursos y formas para atacar al núcleo de la monarquía. Imaginar que ella estaría observándolo en aquél instante hizo que se le renovaran las fuerzas para seguir luchando y así cumplir con creces el último deseo de Denise antes de que abandonara este mundo...

.................

Se despertó lentamente. La herida del costado aún le dolía. No se movió de la cama, apenas tenía fuerzas. Miró a su alrededor un tanto confundida. Todo estaba oscuro. Parecía que era de noche.

Alzó la mirada y descubrió una pequeña ventana. En ella, se podía ver a lo lejos una luna llena. Su mente se trasladó inmediatamente a Enjolras. ¿Estaría vivo? ¿O el Dueño le habría matado? Esas eran una de las múltiples dudas que tenía en su cabeza.

También estaba el hecho de que no sabía dónde se encontraba. Tenía trazos en su mente de estar balanceándose en una camilla, incluso en lo que parecía un barco. ¿A dónde le había llevado el Dueño? ¿Estaba fuera de Francia o seguía en París? Dejarla con la incertidumbre de si el líder de la revolución estaba vivo o no quizás fuera su castigo por traicionarlo. O no, aún tenía más sorpresas reservados para ella...

Intentó levantarse, pero descubrió que tenía las muñecas atadas. Su cuerpo seguía quejándose del dolor que emanaba del costado. Viendo que no tenía posibilidad de escapar, volvió su mirada a la luna.

-Ojalá me encuentres si sigues vivo...-susurró con voz ronca, imaginando que el corazón del joven líder la escucharía-Perdóname por todo lo que ha pasado...

Tras decir esas palabras, cerró los ojos. En su interior no sentía nada. Más bien, todo su ser estaba completamente vacío. Por un instante, deseó morir y acabar con todo aquello. Pero si lo hacía, sería una satisfacción para el Dueño, además de que no quería encontrarse de nuevo con Lumiére en el infierno.

Por eso, cerró los ojos, preparándose mentalmente para lo que el destino le tenía reservado...




Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora