El silencio los envolvió con su manto, dejando sólo que se oyera los corazones de ambos palpitar con fuerza. Denise no apartó la mirada de Enjolras. No sabía cómo se sentía por dentro.
¿Cómo reaccionar ante tal confesión? Había dicho una vez que estaba endeudada con aquél que le salvó la vida. Pero jamás se hubiera imaginado que fuera el mismo que la defendió de los dos soldados borrachos que la atosigaron hace ya casi un mes. Y todo eso ¿para qué? ¿Por qué se molestaba tanto en mirar por su vida si apenas se conocían? Además, la impresión de la chica sobre el joven líder, no había sido muy satisfactoria. Le confundía su amabilidad del principio, cuando la acompañó a casa, y luego su pasotismo en las reuniones, haciendo como si no existiera cuando se dirigía a él. Es cierto que la muchacha había descubierto su forma de ser, o al menos, creía haberla descubierto; y cómo delante de sus hombres no mostraba sus debilidades, haciendo hincapié en la lucha por instaurar la República en Francia. Pero una cosa es ser así para ocultar las debilidades y otro muy diferente es pasar de un extremo a otro cada dos por tres. ¿Acaso buscaba el interés propio comportándose así?
Sintió algo parecido al bochorno subir hasta sus mejillas, enrojeciéndolas violentamente.
-¿Por qué...?-consiguió articular, sacando la pregunta a todas las dudas que aguijoneaban su mente-¿Por qué hace esto?
Enjolras apartó la mirada en cuanto dejó de hablar, dirigiéndola hacia la ventana, por la cual se podía contemplar la luna brillar junto a un par de estrellas. La sensación de triunfo le embriagaba, por haber dejado sin palabras a la chica. Al fin reconocería todo lo que ha hecho por ella, y se lo agradecería haciéndole caso en todo, y trabajando para la revolución.
Todo eso estaba bien. El problema llegó cuando ella formuló la pregunta. ¿Por qué hacía eso? "Por mis principios. Siempre he de ayudar al que lo necesita" pensó vagamente, aunque su interior no estaba convencido de esa respuesta. Su instinto volvió a sentir esa sensación intensa que encogía su corazón cada vez que pensaba en ella.
-He de proteger a los que luchan por la revolución...-susurró, dándole la espalda, pues no quería que la muchacha viera la duda en sus ojos. Se dirigió a la puerta, sin decir nada más.
Denise negó con la cabeza y cogió del brazo al líder, entorpeciendo su camino.
-No quiero protección de nadie ¿me oye? De nadie. No soy ninguna damisela en apuros, téngalo en cuenta...-susurró con voz fría.
Enjolras se zafó con facilidad. No dijo nada más. Salió y cerró la puerta de un portazo.
Dos semanas después
-Merde...-se quejó Denise. Un punto escarlata empezó a manar de la yema de su dedo. Suspiró resignada y dejó la tela color sangre en la mesa.
Desde su discusión con Enjolras tras el incendio del Cuartel, a la muchacha le dio la sensación de que el líder la apartaba de los planes nocturnos de Les Amis. Courfeyrac le había dicho que el joven sólo quería proteger a la chica, pues ésta casi pierde la vida en el Cuartel. Denise no estaba de acuerdo con ello, y varias veces había intentado negociar con Enjolras para que la dejara salir o a pegar carteles o a los meetings. Pero éste dejaba siempre un silencio sepulcral como respuesta, dejando claro que sus intenciones no iban a cambiar. La seguridad en la sede central de los revolucionarios se había endurecido. No podían permitirse tener más bajas.
Se sentía agobiada. Coser y no poder salir del café la hacían sentir prisionera. Y todo por un capricho del líder de la Revolución. Necesitaba salir y comprobar al menos que su madre estaba viva. En ningún momento había recibido noticias de los Muelles, y eso la angustiaba más.
Es por eso que, dejando su trabajo a medias, subió a su dormitorio y se escapó por la ventana, rumbo a los Muelles.
Tras caminar con cuidado por entre los callejones oscuros, llegó a su destino. Se escondió tras un mástil caído al escuchar varias voces pasar. Estaba casi atardeciendo, y la ciudad se encontraba vacía, pues el incendio en el Cuartel había calado en los parisinos un miedo profundo.
Al comprobar que ya no había nadie, entró en un viejo barco inglés encallado en unas rocas cerca de la ría gala. El interior de éste estaba en las mismas condiciones en las que lo dejó. Intentó no hacer ruido, apartando las cortinas roídas con cuidado.
-¿Mamam?-llamó, recibiendo silencio por respuesta. Denise sintió un nudo en el estómago, imaginándose lo peor. Buscó por todos lados a Isabelle, pero no la vio en el camastro donde solía estar.
-Estoy aquí... ¿quién es?-escuchó de repente una voz desde un rincón apartado. La muchacha se giró y vio un bulto moverse entre unas mantas. Casi no reconoció a su madre. Unas ojeras decoraban sus ojos claros, apagados. La delgadez era evidente en ella, casi rozaba lo famélico. La joven se asustó por un momento, pensando que estaba viendo un fantasma de lo que fue un día su madre.
-Mamam... soy yo, Denise-susurró la chica, acercándose a ella. Esperaba que su madre reaccionara dejándose abrazar... pero ocurrió todo lo contrario.
-¡No! ¡Vete!-exclamó la mujer, con una expresión de terror auténtico en su rostro-¡No me tormentes!
Denise se apartó rápidamente, preocupada de que le diera un ataque de histeria a su madre. Los ojos empezaron a escocerle, notando cómo una lágrima resbalaba por su mejilla.
-Mamam...-susurró, pero la mujer había vuelto al rincón, hundiéndose en su trance. Se quedó parada, sintiendo en su interior una gran pérdida. Definitivamente, su madre estaba lejos del mundo terrenal, y era un viaje sin retorno. Intentó acercarse de nuevo a la mujer, pero ésta ya no le respondía. Murmuraba cosas sin sentido, casi ininteligibles. La joven no se atrevió a tocarla, por si le daba otro ataque.
Volvió sobre sus pasos, con una tristeza pesándole en sus hombros. La sensación de soledad incrementó poco a poco. En menos de un año, se había quedado huérfana de padres. Era consciente de que había arriesgado mucho en ir allí. Pero tenía que hacerlo. Al menos su madre estaba viva...
Caminó por detrás de los demás barcos, con cuidado de no ser vista. Pero eso no duró mucho. Sacó su pequeña pistola al notar que alguien la observaba. Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal al escuchar la voz de su perseguidor.
-Pensaba que eras más lista...
Denise se giró y contempló a Lumière, apoyado en su cayado. El viejo sicario lanzó una sonrisa felina a la chica.
-He venido a comprobar que no le habéis hecho nada a mi madre...
-Oh, claro que no...-el viejo asesino se acercó un poco más a ella. Denise no dejó de apuntarle-Sólo le hemos dicho la verdad. Que estás muerta...
La muchacha miró a todos lados, sabiendo el significado de esas palabras.
-Tranquila... por ahora no vamos a hacerte nada-continuó diciendo Lumière- Simplemente quiero... advertirte. No me gustó nada que mi hijo esté pudriéndose en la cárcel por tu culpa. Eso tiene un precio.
Denise no dijo nada. Se fue alejando lentamente, hacia la salida de los Muelles.
-Ten cuidado querida... disfruta todo lo que puedas de tu... libertad.
Con esa amenaza, el viejo Patrón se dio la vuelta y se marchó, desapareciendo tras unos barcos. La chica se fue corriendo al Musain, cogiendo el camino más largo por si acaso la seguían. Aunque con aquél encontronazo, quizás ya sabían incluso hasta cuando respiraba.
Llegó al café y entró, yendo a la sala de reuniones. Había dejado a medio terminar una bandera, y quizás las señoras se enfadarían con ella y no la dejarían hacer nada más.
Su sorpresa fue mayor cuando se la encontró vacía. O más bien casi vacía.
Enjolras la estaba esperando agarrando la tela que estaba cosiendo.
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Hija de los Muelles ©
RomanceDenise es una chica que recorre las calles parisinas bajo el mando de su patrón Lumiére, obedeciendo sus órdenes e intentando sobrevivir. Con su padre luchando en las barricadas y su madre prostituta, bajo el mandato de El Dueño, ha de lidiar con lo...