Los días se convirtieron en semanas. Denise no le costó demasiado adaptarse a la rutina que los jóvenes estudiantes tenían en su piso. Aunque a veces, se sentía extraña, como si no encajara en las conversaciones de la Universidad que tenían o en los problemas que ésta acarreaba. Es por eso que la mayor parte del tiempo se dedicaba a leer los libros de Combeferre. Muchos le sonaban de cuando iba a casa de Adrien, pero otros eran completamente nuevos para ella. Todas las mañanas, en ausencia de los chicos, se tiraba horas y horas leyendo filosofía, novela histórica entre otros géneros. También le gustaba escuchar a Combeferre recitar de memoria los grandes tomos de libros que tenía que estudiar y charlar con Courfeyrac de las últimas novedades de la clase.
¿Y qué decir de Enjolras? Todas las noches le gustaba abrazarse a él con fuerza, mientras éste le susurraba pequeñas anécdotas de su infancia, al igual que palabras de amor que salían directamente del alma del joven. Su relación con él había mejorado considerablemente en relación a los últimos días. La distancia que había entre ambos, junto a la frialdad, se había descongelado por completo, llegando a desaparecer. Cada día que pasaba, sentía como su corazón latía con fuerza como si de un tambor ronco se tratara cada vez que compartía su tiempo con el joven líder. El amor que sentía hacia él crecía poco a poco, inundándola por completo, sintiéndose feliz. Feliz de haber encontrado a alguien así.
La lectura mantenía ocupada su cabeza de las preocupaciones que la acechaban. En ningún momento hubo pistas de los sicarios de Lumière, ni de Dimitri. Era como si hubiera vuelto a la normalidad, aunque con la única diferencia de que tenía una cama caliente todas las noches y un plato en la mesa. Esa tranquilidad hizo que poco a poco bajara la guardia, incluso se atrevía salir a la calle a hacer algún recado, siempre bajo la supervisión del joven líder.
Era finales de Septiembre. El verano se estaba alejando poco a poco de París, dando paso a la canción del otoño. Denise se encontraba en la habitación, terminando de leer un libro que le había aconsejado Combeferre. De repente, sintió una brisa gélida recorrer su nuca, formando un escalofrío en su columna vertebral. La sensación de que alguien la observaba se apoderó de ella. Miró por la ventana, buscando a alguien sospechoso.
Pero nada. La calle estaba tranquila.
Cerró el libro y lo dejó encima del escritorio. Algo en su interior le insistía a investigar aquella presencia extraña. Cogió su abrigo y bajó las escaleras tras salir del piso, lo más rápido que pudo. Llegó a la calle desierta. Miró a ambos lados, pero no parecía ver a nadie. Agarró un puñal que siempre guardaba en su cinturón, prestando atención de cualquier ruido extraño.
Caminó a lo largo de la calle. El silencio invadía cada rincón de ésta. Silencio el cual no le gustaba a la joven. A lo lejos vislumbró una sombra. Parecía que huía por ser descubierto. Frunciendo el ceño, se acercó a ella, corriendo.
-¡Eh! ¿Quién eres?-gritó sin dejar de correr tras ella. Era una locura, pero estaba cansada de estar viviendo con el temor de ser asesinada. Estar constantemente en alerta, por muy ínfima que sea, hacía que tuviera un poco de ansiedad. Y sí, Enjolras la calmaba todas las noches con sus palabras y sus caricias. Pero el joven no estaba todo el día consolándola... Así que la única opción que tenía era enfrentarse al peligro. Como le había dicho Sor Consuelo, si moría, que fuera por los que más ama. Y en aquél momento era el líder revolucionario.
Curvó una calle, maldiciéndose a sí misma por perder de vista la silueta. Respiró profundamente, cogiendo aire. Miró a su alrededor, en especial a los tejados, pero nada. No había rastro de la sombra.
-Te estaba esperando, niña...
Aquella voz hizo estremecer hasta la última fibra de su ser.
Se giró lentamente, viendo ante sus ojos a Lumiére. Su aspecto no estaba muy cambiado desde la última vez que lo vio. Sus músculos se tensaron, mientras que su corazón latía con rapidez. Optó por permanecer en silencio.
-Veo que tus sentidos aún funcionan a la perfección. Cuando te instruí, supe que eras realmente especial. Tenías un don para el arte de robar e intuir cuándo alguien te seguía o te observaba desde las sombras... que lástima que tenga que matarte.
Lumiére se acercó a ella cojeando. Denise sacó su daga y puso una postura de ataque.
-Jamás conseguirás tu propósito.-musitó.
-¿Ah no? Mira, niña, sabes muy bien qué le ocurren a aquellos que osan traicionar mi confianza. Mi hijo ha tenido que pagar tu negligencia ante aquél joven burgués con la cárcel. Abandonaste un golpe, dejando a tus compañeros bajo el amparo de la justicia. Crantère no lo ha pasado muy bien, que digamos... no está contento. Y el amor de padre puede superar fronteras...
-Dile a tu hijo que se puede quedar pudriéndose en esa cárcel el resto de su vida. Es cruel, y no se merece otro lugar excepto ese...-respondió la chica, dando unos pasos hacia atrás.
El odio que sentía hacia su antiguo mentor creció en su interior como si fuera un volcán en erupción. Deseaba matarlo con sus propias manos. Se acordó de su madre, y eso hizo que apretara más el puñal.
-Puedes decírselo tú misma. Está aquí conmigo...
Sintió unos brazos fuertes agarrarla por detrás. El pestazo a alcohol y mugre inundó sus fosas nasales. Forcejeó con todas sus fuerzas. Escuchó la risa contenida de Crantére en su nuca.
-Hola querida...-susurró éste en su oído-¿Me echabas de menos? No sabes las ganas que tenía de que llegara este día ¿sabes?-Denise se dispuso a gritar, pero Crantére tapó la boca con su enorme mano-Así que... debería de seguir en la cárcel ¿no? Déjame mostrarte dónde deberías de estar tú, puta.
El joven corpulento tiró a la chica al suelo, haciendo que a ésta se le cortara la respiración. La muchacha sintió su cuerpo inmovilizado bajo el del asesino. Miró a los ojos a su agresor, retorciéndose con fuerza de forma inútil. Crantére le arrancó los botones de la blusa, dejando medio pecho al aire. Denise ahogó un grito de nuevo a saber las intenciones del hombre. El joven asesino empezó a acariciarla de forma lasciva, buscando su intimidad bajando sus pantalones.
-No sabes cuánto he deseado esto...-repitió Crantére, metiendo varios dedos de forma brusca en la entrepierna de la joven-Ya veo que tu estúpido burgués te ha follado bien...
La chica gritó de nuevo dolorosamente. Cerró los ojos, dejando varias lágrimas salir de sus ojos.
-¡Dejadla en paz!-escuchó entre el forcejeo. Vio a Dimitri empujar a su hermano con todas sus fuerzas. Denise jadeó, colocándose bien la ropa y cogiendo la daga que se había caído a un lado. Se levantó y tragó saliva, colocándose de nuevo en posición.
-Vaya... el hijo pródigo ha vuelto. Ha vuelto del mundo de los vivos, qué sorpresa...-dijo Lumiére sonriendo de lado-Tendré la doble satisfacción de mataros a los dos...
-Es inútil, padre. Deja a Denise en paz, y mátame a mí...-respondió el chico, colocándose delante de la aludida-Asumo toda su responsabilidad...
-Qué conmovedor...-Lumiére sonrió enseñando todos los dientes que le quedaban-Tendré el placer de matarte primero...
De repente, Lumiére sacó una navaja de su cayado y se lanzó hacia Dimitri. Crantére hizo lo mismo hacia Denise.
Ambos jóvenes contraatacaron con todas sus fuerzas en una lucha donde se decidiría quién iba a morir... o a vivir.
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Hija de los Muelles ©
RomanceDenise es una chica que recorre las calles parisinas bajo el mando de su patrón Lumiére, obedeciendo sus órdenes e intentando sobrevivir. Con su padre luchando en las barricadas y su madre prostituta, bajo el mandato de El Dueño, ha de lidiar con lo...