Pasó un año desde que Denise se enfrentó con Le Brun...
La rutina había invadido los días con su sombra, aunque en la mente de Denise, aún estaba grabado el rostro de aquel joven que pronunció su nombre de forma entrecortada. Pero los quehaceres en los Muelles la distrajeron rápidamente, dejando dicho momento en un rincón de sus pensamientos, olvidado.
Todo volvía a ser normal en casa de Lumiére. Al menos eso pensaban todos. El viejo asesino salía todas la mañanas temprano y no volvía hasta el atardecer. Sus secuaces le preguntaban, pero siempre respondía con un gruñido y un portazo de su habitación. Muchos comentaban que el viejo estaba volviéndose loco a causa del alcohol. Pero eran sólo eso, rumores.
Denise, ante la ausencia de su mentor, tuvo que empezar a trabajar con Crantére, el segundo en mando de aquella mafia y primogénito de Lumière. No era igual que su padre, sino muchísimo peor. Asesinaba a sus víctimas a sangre fría, no sin antes hacerlas sufrir lo máximo que un ser humano puede aguantar. La joven se horrorizaba, y no podía evitar tener una arcada al ver los cuerpos sin vida y desmembrados de las víctimas. Aunque eso era al principio. Cuanto más pasaba el tiempo con el joven asesino, más impasible se mostraba ante esos asesinatos. Llegó al punto de verlos como algo normal. Y eso le preocupó bastante. Su corazón parecía que se había vuelto de hierro macizo, incapaz de sentir algo...
Su padre le enviaba un telegrama todos los días que recogía en la entrada de una herrería localizada cerca de los Muelles. Al parecer, Jean Maximilien Lamarque, un viejo oficial que estaba visiblemente en contra de la restauración del Antiguo Régimen que los Borbones querían retornar, había caído gravemente enfermo, por lo que las barricadas habían dado una tregua y el ejército había retirado sus filas. Todo ello transcurrió durante la primavera de 1830.
Un buen día, todo París se alzó a la calle con banderas patriotas y gritos de júbilo. Los Borbones habían sido depuestos, y un general Lamarque bastante recuperado, considerado el héroe del pueblo. Los revolucionarios se reunían en torno a su casa, mostrando sus palabras de ánimo hacia el convaleciente oficial, que a pesar de no estar en cama, aún su salud era delicada. Un nuevo rey ocupó la corona de Francia, Luis Felipe I, y todos depositaron su confianza y esperanza en él.
Pero la desilusión llegó meses más tarde, cuando descubrieron que las leyes del monarca atentaban contra el respeto a los derechos humanos y libertades políticas. Lamarque lanzaba argumentos espinosos contra la burguesía y la corona; y animaba a los jóvenes estudiantes a hacer una revuelta para instaurar la República en el país.
Así que, tras varios meses de paz, los telegramas de Adrien se volvían como los de antes, oscuros y manchados de sangre. Denise era invadida por la tranquilidad cuando veía un papelito amarillento bajo una de las macetas de la herrería con su nombre. Por ahora, él estaba vivo.
Hacía visitas frecuentes a su madre, que no salía nunca del barco. Los hombres de alta alcurnia la visitaban buscando su calor a cambio de unos míseros francos. La muchacha podía ver en los ojos de su madre los años pasar, y cómo su cuerpo, hinchado por la edad, aguantaba resentido los placeres de los amantes. La chica intentó razonar con El Dueño para que quitara a su madre del negocio, pero éste negó rotundamente. Por más tratos que le ofrecía, no conseguía nada, sólo una amenaza de muerta hacia Isabelle si la mujer escapaba de los Muelles. Mientras, ella iba perdiendo más el juicio. Muchas noches, la chica tenía que quedarse velando el sueño de Isabelle, por si le daban ataques de histeria.
Era finales de marzo de 1831. Las revueltas habían vuelto a la ciudad gala, los parisinos tenían miedo de salir de sus casas.
Denise recorría las calles tapándose la cabeza con un viejo pañuelo. No quería que los guardias la reconocieran, ya que había visitado la Commissariat un par de veces en lo que llevaba de año, por robos menores. Torció una esquina e intentó camuflarse entre las sombras que proyectaban las grandes casas burguesas. La víctima que Crantére le había asignado era un joven burgués, hijo de un consejero real, que vivía solo en los límites de la ciudad. Debía una cantidad de quinientos francos al Dueño, proporción de dinero considerable para su edad.
Llegó a uno de los viejos edificios que presidían la calle principal. Consiguió entrar por la puerta de servicio sin que la vieran. Escondida tras unos barriles de cerveza, consiguió coger unas prendas de vestir pertenecientes a las doncellas, que en ese momento se secaban bajo el sol. Vistiéndose rápidamente, se hizo pasar por una de ellas. Entró en la enorme mansión, esta vez fijando su objetivo, sin entretenerse en la decoración o en conversaciones ajenas. Llegó hasta los aposentos del burgués y entró despacio.
Lo vio escribiendo varias cartas en su escritorio. Su pelo, rubio, brillaba con el sol invernal. Estaba de espaldas a ella. En la estancia sólo se escuchaba el rasgar de la pluma deslizándose sobre el papel. La joven sacó un cuchillo y se dispuso a colocárselo en la garganta para amenazarle.
-Te estaba esperando-dijo de repente, haciendo sobresaltar a Denise. La joven notó su corazón palpitar con fuerza. Comprendió de golpe, horrorizada, que había caído en una trampa. El burgués sabía que el Dueño iba a ir a por él...
Seis guardias entraron en la estancia, inmovilizando a la chica y desarmándola. El joven se levantó con solemnidad, y la contempló con media sonrisa.
-Sois tan... predecibles-su voz era suave y profunda. Paseó por la habitación, mirándose las uñas aparentemente distraído-¿Piensas que es fácil sacarme el dinero? Mas bien, ¿El Dueño cree que puede cobrarme una deuda que no debo?
-Yo sólo vengo a cobrarla-susurró Denise, llena de rabia. Ya había decepcionado a Lumière cuando Javert la raptó hace un año. Seguramente, no tendría una segunda oportunidad. Aunque el viejo asesino estuviera con otros planes, su hijo Crantère no dudaría en contárselo todo, incluso encargándose él mismo de matarla.
-Bien, pero no me creo que El Dueño te haya enviado solamente a ti, preciosa. Dime, ¿para quién trabajas?
La joven no contestó. Ya había metido la pata hasta el fondo, no iba a estropearlo más. Escuchó el chasquido de dedos del burgués, e inmediatamente, notó cómo uno de los oficiales le propinaba una patada en el estómago, haciendo que cortara su respiración por un momento. Cayó al suelo, tosiendo violentamente.
-¿Vas a decírmelo?-Denise escuchó su voz enturbiada. Lo miró con lágrimas en los ojos a causa del golpe. Negó con la cabeza. Ante su respuesta, el joven le dio una patada en las costillas, tirándola al suelo completamente. Gimió de dolor.
De pronto, escuchó el golpe metálico de dos espadas chocando, y un disparo a quemarropa. Los gritos invadieron la estancia. Denise se levantó y vio a Crantère con sus hombres peleando contra los guardias. Por un momento sus miradas se cruzaron, y la joven descubrió que el primogénito de su mentor estaba furioso.
Sabía por qué.
Sin pensarlo, se arrastró hacia la puerta. Salió corriendo al pasillo. Más guardias la empujaban hacia un lado. Su vestido de doncella hacía que la confundieran con una de ellas. Toda la mansión se alborotó al instante. Los criados fueron en grupo hacia la salida para ponerse a salvo. Denise aprovechó eso para ir a la calle, con la mirada gacha para no delatarse.
Varios curiosos se pararon a contemplar qué pasaba. Los guardias sacaron a rastras varios hombres de Crantère. Más disparos y gritos. La joven no se paró mucho a observar el panorama. Corriendo, se internó en los callejones de la ciudad. Notaba los moratones en su costado, pero ninguna costilla rota. Resopló y buscó cobijo, pero sólo había patrullas de guardias. Tenía que esconderse de Crantère y sus secuaces.
Cuando pasaba por una puerta, notó que alguien tiraba de ella...
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Hija de los Muelles ©
RomanceDenise es una chica que recorre las calles parisinas bajo el mando de su patrón Lumiére, obedeciendo sus órdenes e intentando sobrevivir. Con su padre luchando en las barricadas y su madre prostituta, bajo el mandato de El Dueño, ha de lidiar con lo...