Una última promesa

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Denise había estado en su puesto en todo momento, disparando e hiriendo a los guardias que se acercaban a la barricada. En cuanto Enjolras dio la orden de retirada, dejó el fusil a un lado y sacó dos cuchillos de su cinturón y se dispuso a matar como ella sabía desde siempre. Un par de guardias entraron por el hueco que había dejado, pero antes de que se dieran cuenta, ya tenían una hoja afilada atravesando sus gargantas. Un tercer guardia, al ver el destino de sus compañeros, esquivó a la joven que se abalanzaba hacia él, empujándola en contra del muro con todas sus fuerzas. La chica se quedó sin respiración una milésima de segundo y notó cómo una viga de uno de los carros se desprendía ruidosamente atrapando su pierna, la cual hizo un ruido bastante extraño, como el de un crujido. El dolor se extendió por todo su cuerpo, haciendo apretar sus dientes.

El fuego cesó. Intentó sacar su pierna dolorida de los escombros. De repente, escuchó oír su nombre a sus espaldas.

-¿Qué estás haciendo aquí?-preguntó un mosqueado Enjolras mientras evaluaba los daños-¡Te dije que te quedaras en casa!

La joven chasqueó la lengua en una mezcla de dolor y enfado por su parte.

-¿Y no poder vengar a mi padre? No lo sueñes-respondió malhumorada.

El joven líder hizo fuerza y levantó unos centímetros la madera, los suficientes como para que Denise saliera arrastrándose. La alzó en sus brazos y la llevó al interior del Musain, con el ceño fruncido, señal de que estaba bastante molesto por desobedecer las órdenes que había dado.

El interior del café tenía una estampa muy distinta a la de siempre. Las mesas en las que normalmente estaban los parisinos disfrutando de su café matutino estaban llenas de heridos. Joly caminaba de un lado para otro cargado con vendas y tijeras.

-¡No doy para tanto!-gritó exasperado, evitando tocar a uno de los heridos que le agarraba del brazo pidiendo ayuda-¡Necesito más vendas y alcohol!

E inmediatamente, volvió a internarse en el tumulto de afectados. Enjolras sentó a la chica en una silla y cogió unas vendas y un cabestrillo. Luego, la ayudó a subir las escaleras despacio.

Subieron al segundo piso, a la habitación donde antaño vivía Denise. El joven la dejó en la cama con cuidado, mientras cerraba la puerta.

-No puedes quedarte aquí, Denise...-dijo sentándose junto a la muchacha y examinando su pierna, que gracias a Dios no parecía rota-No quiero que te disparen, es peligroso.

-Césaire, quiero luchar a tu lado. Recuerda que estamos juntos en esto...-hizo una mueca al notar cómo el joven líder vendaba su pierna y se la inmovilizaba con el cabestrillo.

-Lo sé, pero aún así es peligroso. Mira, el primer asalto y ya te han herido... Vuelve a casa...

-¿Y no saber si has salido ileso o te han matado?-Denise estaba comenzando a cabrearse por la cabezonería de Enjolras-¿Estar como una maldita damisela en apuros que no hace nada? ¿Estar con la angustia sofocándome? No quiero ver cómo te entierran, Enjolras... no quiero ver de nuevo el nombre de alguien a quien amo en la lista de fallecidos...

-¡Es mi deber luchar y morir por la Patria!-respondió el joven, sin pensar, agobiado por el hecho de que la chica se empeñara en seguir en la barricada.

Ambos se quedaron en silencio, dejando las palabras dichas disolverse en el aire. La tensión fue relajándose poco a poco. Denise notó los ojos casi romper en lágrimas.

-¿Tu deber implica apartarme de tu lado?-susurró la joven tras unos minutos en silencio, dejando que el sonido amortiguado del piso de abajo los envolviera-Pensaba que estábamos juntos en esto...

-Denise...-Enjolras fue consciente de que el temor, la rabia y la efusividad de después de una batalla le había dominado por un momento-No es que no luches a mi lado...-cogió el rostro de la muchacha entre sus manos, obligándola a mirarle-No es que estés en casa sin hacer nada... pero ya has hecho suficiente y te aseguro que tu padre está vengado... Has... has sido muy valiente el enfrentarte en el asalto de hoy...-limpió algunas lágrimas que resbalaban del rostro de la chica, perdiéndose en sus ojos del color del mar-Pero ya has luchado suficiente.

Denise notaba cómo algo en su interior desgarraba la máscara fría y letal que siempre se ponía cuando mataba a alguien. Bebió de la mirada gris azulada del líder y tragó saliva. Sus manos acariciaron las de él, que sostenían su rostro. La pierna le dolía bastante, a decir verdad. Pero simplemente, al imaginarse ver a su amado muerto con varias balas en su cuerpo, hacía que un clavo ardiente atravesara todo su ser. Pero en el fondo, sabía que él tenía razón. No podía matar a los guardias que se acercaban a ella con un fusil. Aquello no era como los innumerables burgueses a los que había arrebatado la vida en su existencia.

No estaba preparada para una guerra...

Asintió levemente, si romper el contacto visual. Quería grabar para siempre aquél rostro en su memoria para luego no olvidarlo jamás. La coraza fría que había en su interior se rompió. Empezó a llorar, abrazando con fuerza al líder.

Enjolras, en cambio, esperó a que las palabras que había dicho fueran lo suficientemente persuasorias como para hacer entrar en razón a la chica. No quería imaginarse verla muerta a manos de los soldados del rey y tirada a una fosa común como había visto a los militantes de la otra barricada. Vio por el rabillo del ojo cómo la noche se cernía sobre ellos. Abrazó con fuerza a la muchacha, enterrando su rostro en el pelo azabache de ésta, encajándolo con el hueco que hacía su cuello.

Permanecieron así varios minutos, sin hablar. Aunque no querían asimilarlo, aquello parecía una despedida.

-Te amo...-susurró Denise, rompiendo el conmovedor silencio que los envolvía-Te amo con todo mi cuerpo y mi ser... necesito decírtelo...

Enjolras sonrió levemente con los ojos cerrados y el rostro escondido en el cuello de la chica.

-Yo también te amo... a pesar de todo...

Ambos volvieron a cruzar sus miradas y se besaron despacio, disfrutando de cada roce de sus labios como si fuera el último.

-Prométeme una cosa...-susurró el líder contra los labios de la joven-Si ocurriera algo, si no conseguimos salir de ésta...-puso un dedo en la boca de Denise al ver que ésta iba a protestar-Prométeme con tu vida de que no me olvidarás nunca... y de que me buscarás cuando estemos en la Gloria del Cielo...

La joven tragó saliva, escuchando las palabras del muchacho.

-Por favor, Denise... prométemelo...-insistió Enjolras al recibir silencio como respuesta-Necesito oírlo...

-Te lo prometo...-murmuró la chica con un nudo en la garganta-Y te lo juro por mi vida... pero tú también tienes que hacerlo...

-Yo ya lo hice hace tiempo, querida...-Enjolras sonrió y la abrazó de nuevo. Volvieron a estar en silencio.

De pronto, escucharon un disparo. Enjolras besó a la joven rápidamente antes de asomarse a la ventana.

-Tengo que irme...-dijo mientras ponía el semblante serio característico-Avisaré al mesonero para que te lleve a casa por la puerta de atrás.

-Pero... Césaire...

-Me lo has prometido. Vuelve a casa y espérame allí.

Enjolras salió de la habitación a toda prisa.

A los cinco minutos, el patrón del café la ayudó a bajar por unas escaleras que había en la cocina, que ponían rumbo a la bodega del café. Denise subió a un carromato y el dueño del café puso rumbo a casa, sin saber que, al girar la esquina, una cuadrilla de asesinos los esperaban para una emboscada, liderados por un caballero de alta alcurnia y varios dientes plateados...

Ob

Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora