Llegaron a la mansión de la Señora, en la cual no había signos de que alguien estuviera despierto. Todas las ventanas estaban cerradas, y en su interior, apenas se podía percibir hálito de luz alguna. La chica intentó abrir la puerta principal, a sabiendas de que estaría completamente cerrada con llave. Al comprobar que sus sospechas eran ciertas, buscó los pequeños ventanales que daban al sótano donde ella dormía. También estaban cerrados. Denise se maldijo por no haberlos dejado abiertos antes de marcharse aquella noche.
Golpeó las ventanas, quizás así se abrirían y podría colarse. Pero nada. Notó un nudo en el pecho, y el temor comenzó a atenazarle en el estómago. ¿Dónde pasaría ahora la noche? Si no tuviera que esconderse de la banda de Lumière, podría irse a cualquier rincón para dormir. Pero justo cuando el sol se ponía, los secuaces del viejo asesino, salían a buscar algo de botín, acechando por todos los rincones de la ciudad.
Enjolras contempló la escena sin saber qué decir o hacer. Vio que la chica estaba un poco agobiada, su expresión y su lenguaje corporal lo transmitían. Una idea rápida pasó por su cabeza. Al principio no le convenció demasiado, pero no podía dejar abandonada a aquella joven, la cual estaba dispuesta a luchar por la causa que él mismo había empezado, depositando su confianza en él y en la Revolución.
Carraspeó ligeramente, acercándose a una Denise que se había sentado en los escalones al ver que no había manera de penetrar en la casa. La chica alzó la mirada cuando éste se acercó, y se levantó sacudiéndose el vestido, dispuesta a marcharse a otro lugar.
-Si quiere... puede venir a dormir a mi piso de estudiantes...-dijo Enjolras, sin querer imaginar la cara que pondrían sus compañeros al ver que llevaría a una fémina a su habitación.
Denise se sintió perturbada ante su invitación. No sabía si sentir rabia por volver a considerarla una damisela en apuros o estar agradecida. Optó por lo primero.
-No, Monsieur. Puedo apañármelas...-respondió exhalando un suspiro-Iré al próximo meeting que haya. Gracias por acompañarme.
Con esas palabras, hizo una breve inclinación y comenzó a andar, pasando al lado de Enjolras. Se sorprendió al notar un agarre en su brazo, no muy fuerte, pero lo suficiente como para impedir su camino. Miró de nuevo al líder revolucionario algo confusa.
-Va a llover. No voy a tener la conciencia tranquila dejándola desamparada...-dijo frunciendo el ceño, y clavando sus ojos en los de la chica.
Aquellas palabras remataron a Denise. Si hay una cosa en el mundo que más odiaba era que la trataran como una simple vagabunda, incapaz de sobrevivir en el laberinto de calles de París. A parte de que no le gustó la idea de ir a dormir en una casa desconocida, con alguien desconocido. Quizás intentaría matarla por la noche... o quién sabe. Se removió un poco, separándose un poco de Enjolras.
-Deje la caridad para otra, Monsieur. Puedo apañármelas sola-respondió de forma brusca, haciendo notar que estaba molesta.
-No se trata de caridad, mademoiselle. Son mis principios. Y dado que conmigo no funcionan las cabezonerías ni los pataleos, se va a venir conmigo.-Enjolras empezó a tirar de la chica, ahora agarrándola por la cintura con cuidado, empujándola junto a él.
-Entonces gritaré.-respondió Denise, intentando frenar las intenciones del joven.-¡Suélteme, no quiero ir con usted!-se temía lo peor.
Había visto en los Muelles cómo los marineros forzaban a las prostitutas para hacerles daño, y aprovecharse de ellas de forma gratuita. A ella siempre le ha asqueado esa práctica. Es por eso que siempre evitaba que ningún hombre, incluido el Dueño y Lumière, mantuvieran contacto físico con ella más de un minuto.
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Hija de los Muelles ©
RomanceDenise es una chica que recorre las calles parisinas bajo el mando de su patrón Lumiére, obedeciendo sus órdenes e intentando sobrevivir. Con su padre luchando en las barricadas y su madre prostituta, bajo el mandato de El Dueño, ha de lidiar con lo...