El trato y un beso con sabor a café

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El sonido de una campana rebotó por los barcos abandonados en el lugar. Una densa neblina los cubría con su manto, impidiendo ver más allá de unos pasos. Los perros vagabundos de la zona rebuscaban en los contenedores, haciendo huir a las ratas hacia sus alcantarillas.

Parecía que todo estaba muerto.

Una figura humana apareció entre la niebla, cubierta por una capucha. Su rápido caminar se dirigía a una casa algo alejada de los barcos, en cuyo interior se intuía vida. Llegó a la roída puerta, y dio tres golpes secos en ella.

-¿Quién va?-dijo una voz del interior, amortiguada por la madera.

-Vengo a ver a Lumière-respondió el individuo.

La puerta se abrió un poco, dejando una rendija lo suficientemente grande para poder mirar por ella. Lumière observó a través de ésta a su extraño visitante, apoyándose en su cayado.

-Descúbrete.

La figura esperó unos instantes antes de destaparse el rostro, echando hacia atrás la capucha. El viejo sicario abrió mucho los ojos, sorprendido. Sin decir nada más, le dejó pasar, sin quitarle el ojo de encima. Cerró la puerta y volvió cojeando al viejo sillón en donde solía estar.

-¿Qué quieres?

-Vengo de parte de Thènardier. Quiere hacer un trato contigo.

La voz del desconocido sonaba un tanto grave. Lumière se removió incómodo en su sillón, cogiendo de forma distraída un puñal de la mesa que había al lado. Empezó a limpiarse las uñas con éste.

-Thènardier está pudriéndose en la cárcel, no tiene nada que ofrecerme-dijo con el ceño fruncido.

-Thènardier va a salir pronto. Y Crantère puede salir también.

El asesino miró a su interlocutor, dejando la daga sobre sus piernas, algo interesado.

-Te escucho.

-Quiere disponer de algunos de tus hombres para aprovecharse de que la revolución está en su apogeo, y así poder obtener varios bienes de los burgueses que lo han metido en la cárcel, incluso matarlos... A cambio, sacará a Crantère de la cárcel, y estará dispuesto a ayudarte a vengar a aquél que lo ha metido entre rejas.

Lumière rió levemente.

-El que lo metió en la cárcel resulta ser una mujer. Mujer a la cual hemos avisado de que no estamos contentos con su traición. En nuestro bando eso no se perdona tan fácilmente. Ya matamos a su madre... y estamos esperando el momento oportuno de encontrarla y pillarla desprevenida para acabar con ella.

-Entiendo...-el visitante exhaló un suspiro, cruzándose de brazos-Entonces, ¿hay trato?

El viejo juntó las manos delante de su rostro, cerrando los ojos, pensativo. El silencio reinó en el lugar unos minutos.

-Está bien. Acepto. Espero a Crantère en menos de una semana.

El extraño asintió despacio y se giró. Se colocó la capucha y abrió la puerta. Lumière se puso en pie, escrutando a su visita. De desconocido no tenía nada para él. Ya había visto esa cara antes, aunque no sabía dónde ni cuándo. No tenía la memoria de antaño

-¿Cómo dices que te llamas?-preguntó antes de que éste se marchara. El extraño se giró levemente y sonrió con suficiencia.

-Me hacen llamar Suenadinero. Por cierto, una cosa más...-el muchacho ladeó un poco la cabeza-Sabemos dónde está esa chica de la que hablas. Si es esa la que buscáis, su ubicación entra dentro del trato. Nada más que añadir.

Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora