Promesa de Sangre

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Corrió por las calles de la ciudad como alma que llevó el diablo. No hacía caso a las quejas de los transeúntes que a esa hora del día volvían al calor de sus casas. Por dentro, deseó con todas sus fuerzas de que no estuviera en peligro. Por primera vez en su vida, acudió a Dios. Su respiración era fuerte, y sus rizos ondeaban con el movimiento de la carrera.

Torció una calle casi derrapando. Varios gatos salieron huyendo al ver a aquella figura extraña. No estaba muy lejos de la dirección que había escrita en la carta.

El sol bajaba lentamente tras las casas de la ciudad, para dar paso a la noche. Paró en seco, respirando hondo. Se secó el sudor de su frente y miró a ambos lados. No había nadie. Leyó de nuevo la nota. "Ella está aquí..." rezaba la nota.

-¡¿Denise?!-gritó, mirando a todos lados. Recibió silencio como respuesta. Tragó saliva y se maldijo por dentro al no traer consigo su arma de fuego.

"Estoy indefenso" pensó, agudizando sus sentidos "pueden atacarme en cualquier momento".

Respiró hondo, intentando controlar su respiración. El corazón cabalgaba desbocado en su pecho. En su alma, sentía un dolor punzante al imaginarse qué podría haberle ocurrido a la chica. ¿Estaría muerta? ¿Y si volvía a su casa y se encontraba su corazón metido en una caja? Todo lo que conocía, todos sus ideales, todo lo que él era, se desvanecería con el alma de su amada.

Apretó los dientes, sin dejar de buscar. La angustia comenzó a quemarle el pecho. Una mezcla de rabia e impotencia comenzó a crecer en su interior. Tenía una corazonada de quién le había enviado la carta, y volcó todo su odio hacia el individuo en cuestión.

-¡Sal cobarde!-gritó de nuevo, recorriendo la calle. No era muy larga, como una avenida, sino un callejón sin salida donde la mayor parte de las viviendas eran negocios-¡Devuélvemela!-pegó una patada con toda su rabia a unos ladrillos que había en el suelo, estampándolos contra una pared.

A lo lejos, en la entrada del callejón, vio una figura encapuchada con una pistola en sus manos, apuntándole. El muchacho cogió un ladrillo del suelo y se tensó.

-¿Quién eres?-preguntó, lanzando a su acompañante una mirada de odio-¡Descúbrete!

-Ella ya no está aquí...-escuchó como respuesta-Es inútil que sigas buscándola...

Al instante siguiente, oyó un disparo del arma, y a la vez, sintió un golpe seco en su cabeza procedente de sus espaldas, haciendo que todo su alrededor se sumergiera en tinieblas... con el rugido de una segunda arma como último sonido antes de que el silencio lo envolviera.

.................

Unas horas antes

-La he encontrado. Mi señor Thénardier ha cumplido su parte del trato.

Lumière se levantó de su sillón, tirando al suelo una botella de alcohol barato.

-¿Dónde?

-En la plaza St Michel. En un café llamado Musain. Al parecer, se aloja allí bajo el amparo de Monsieur De Enjolras.

Suenadinero frunció los labios al pronunciar ese nombre, casi como si le quemara cual ácido. No descubrió el rostro bajo su capucha en ningún momento.

-Ese burgués... hay que deshacerse de él. ¡Hay que matarlo!-escupió Lumiére, dando un manotazo a uno de los candelabros de la mesa.

El odio que había ido cosechando hacia la joven Louvart y todos sus allegados estaba en plenitud. Deseaba con todo su ser ver el cadáver de aquella que se ha burlado de él y le ha traicionado. Ya no estaba Isabel para cumplir su promesa. Él mismo se encargó de arrancarle el corazón de su pecho, escuchando los gritos de la prostituta como si fueran canto de ángeles para sus oídos.

Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora