Poco a poco se fue desprendiendo de los brazos de Morfeo que la rodeaban, saliendo del mundo de los sueños. El día estaba a punto de romper. Desde la ventana se podían ver las últimas estrellas brillar, mientras que la luna iba desapareciendo poco a poco, despidiéndose de la noche.
Fue consciente de una cálida respiración en su cuello. Comenzó a recordar todo lo sucedido en la noche anterior. Se giró y encontró el rostro del líder dormido a su lado. Sus rizos rubios estaban desperdigados por su frente, su boca entreabierta, y las aletas de su nariz se movían pausadamente respirando profundamente. Todo su semblante estaba relajado, como si no hubiera tenido pesadilla alguna durante su sueño.
Denise vio aquella bella estampa algo conmovida. Le recordaba a los dioses griegos dibujados en los libros que Adrien guardaba en su pequeña librería. Dioses bellos, perfectos, sin ningún tipo de defecto tanto físico como psíquico.
En aquél instante, Enjolras parecía uno de ellos. Con cuidado, acarició la mejilla del chico, para comprobar que todo aquello era real y que no se estaba volviendo loca como su madre. Las palabras del líder aún resonaban en su mente y en su corazón.
Enjolras se removió como respuesta a aquella caricia, murmurando en sueños.
La chica se levantó despacio, con cuidado de no despertarlo. Colocó su cabello azabache a un lado y se sentó en la repisa de la ventana, notando el aura del amanecer en su piel. Su mirada discurrió por la plaza St. Michel, atenta a cualquier sombra que le pareciera extraña. Desde la amenaza de Lumiére en los Muelles, tenía miedo de encontrarse con alguno de los componentes de su banda cuando estuviera desprevenida. También temía por Enjolras, aunque dudaba que le hicieran algo, pues éste no tenía nada que ver en todo el embrollo en que estaba metida desde hace meses.
Se abrazó a sí misma, exhalando un suspiro profundo.
-Buenos días...
La voz de Enjolras hizo que la joven se girara. El líder se encontraba de pie, desperezándose levemente. Llevaba la ropa del día anterior un tanto arrugada. Denise sonrió levemente, con una sombra de tristeza, pues el temor por la amenaza de su mentor aún ocupaba sus pensamientos. Temor que desapareció cuando sintió los brazos de él envolver su escuálido cuerpo con fuerza, al igual que unos labios en los suyos.
Cuando se separaron del beso, la muchacha suspiró levemente. No se dijeron nada por unos minutos. Las palabras sobraban en aquél instante.
-Tengo que volver a mi piso. Estarán preocupados por mí, y he de ir a la Universidad-dijo Enjolras, rompiendo aquella calma alborea. Los primeros rayos de sol comenzaron a salir lentamente-Te veré luego en el café... ten cuidado...
La chica asintió como respuesta. Observó cómo el muchacho se colocaba sus botas y alisaba su camisa, para luego cubrirla con la chaqueta. Salió de la habitación, dedicándole una pequeña sonrisa. Gesto suficiente para el resto del día.
Denise volvió a contemplar la plaza St Michel, la cual se despertaba poco a poco. Entre los primeros carros de mercancías que llegaban a los distintos establecimientos, descubrió la figura de Enjolras, caminando con paso firme y sin mirar atrás.
Una hora mas tarde, en la Universidad
-¡Enjolras! ¡Por fin!
Courfeyrac se deslizó un asiento a la izquierda para dejarle sitio a su amigo. Enjolras se sentó y dejó su maletín en la mesa. El profesor estaba discutiendo con otro alumno, dejando unos minutos de ventaja para los que llegaban un tanto retrasados a la clase, como en el caso del joven líder.
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Hija de los Muelles ©
RomanceDenise es una chica que recorre las calles parisinas bajo el mando de su patrón Lumiére, obedeciendo sus órdenes e intentando sobrevivir. Con su padre luchando en las barricadas y su madre prostituta, bajo el mandato de El Dueño, ha de lidiar con lo...