De vuelta a la normalidad

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-¿Que haces aquí?

El viejo desprendía un sutil aroma a alcohol bastante fuerte. Denise no pudo evitar reprimir una mueca de asco, a pesar de que ya estaba acostumbrada a ese olor tan desagradable que su patrón acostumbraba a tener.

-Conseguí escapar, señor.-respondió simplemente, con su desparpajo característico, apretando los puños levemente. Su cuerpo se había tensado un poco, preparándose para cualquier reacción del hombre

Lumiére se levantó, tambaleante por su embriaguez, y sonrió enseñando todos los dientes carcomidos por la roña. Observó a su pupila pensativo, sintiendo una mezcla de sorpresa y orgullo en su interior, sentimientos los cuales no mostraba de cara al púbico.

Mientras, Denise tragó saliva, sintiendo la calidez del último beso de su padre en la mejilla antes de salir de la barricada. El ambiente se había calmado cuando la chica bajó al campo de batalla tras un frugal desayuno. Aunque aquella calma siempre era la precedida por la tempestad. Lo peor no había pasado... los militantes de ambos bandos seguramente se estarían reagrupando para la lucha definitiva por la libertad.

-La pequeña Louvart enfrentándose a la ley ¿eh? No creía que fueras a escapar con vida, sinceramente-Denise se sobresaltó al oír las palabras de Lumière invadir sus pensamientos, e hizo una breve pero rápida reverencia, haciéndole ver que se había tomado aquello como un cumplido.

-No fue difícil-carraspeó, para que su voz sonara clara y segura-Aunque me flagelaron. Pero ya he conseguido que me curaran las heridas, así que estoy disponible para trabajar.-en parte era mentira. Las heridas aún no habían sanado del todo, y aún le dolían. Pero si mostraba algún signo de debilidad frente a su patrón, éste no dudaría en matarla. Un asesino mutilado, no le servía para nada. No sería la primera vez que Lumière matara a varios de sus pupilos cuando descubría que ya no les era útiles.

El sicario soltó una carcajada.

-Cuánto entusiasmo...-volvió a sentarse en el viejo sillón de siempre, haciendo crujir los muelles oxidados que lo conformaban-Por supuesto que vas a volver a trabajar. De hecho, esta noche tengo un pequeño encargo del Dueño, y necesito que vengas-escupió en una pequeña letrina tras decir aquellas palabras-A las ocho en la entrada de los Muelles. Ahora vete.

Denise asintió y volvió a inclinarse. Suspiró aliviada cuando salió de allí, dejando a su mentor deleitarse con la bebida de nuevo. Todo había vuelto a la normalidad. Lumiére no sospechaba nada de que había ido a ver a su padre, ni de la pequeña venganza que tenía en mente.

Aprovechó las horas libres para ir a ver a su madre. Quería pasar el resto del día con ella. Quizás el viejo cobrador de deudas le contó su desaparición en la misión, por lo que podría estar muy preocupada. Llegó a la zona de los Muelles donde estaban atracados los barcos abandonados y saludó a algunas prostitutas conocidas, que esperaban la visita de algún cliente. Algunos niños se acercaron a ella. Eran los hijos de las meretrices las cuales la droga anticonceptiva que siempre tomaban no les había funcionado bien, quedando irremediablemente embarazadas.

Siempre intentaba guardar parte del pan mohoso que Lumière le proporcionaba de vete a saber dónde, para dárselo a aquellos críos, desnutridos y vejados por la pobreza. Pero esta vez, era diferente. Sacó un par de molletes de pan que había tomado prestado de la barricada sin que se dieran cuenta, y se los entregó. Los chiquillos, al tener su botín, volvieron a esconderse por entre los agujeros de los barcos, para disfrutar del festín. Denise los observó con cierta tristeza, aunque siempre aceptaba que su destino era ese, y que la vida nunca da segundas oportunidades a aquellos que no conservan ni la dignidad.

Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora