Preparativos

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Todo estaba casi a punto. Los estudiantes repasaban una y otra vez el plan propuesto, para que nada saliera mal.

Sólo quedaban veinticuatro horas para el asalto al Cuartel General de la guardia real. Enjolras se había encargado de que todos los detalles, desde los más ínfimos hasta los grandes, estuvieran bien atados, sin que ningún cabo quedara suelto. Si todo salía bien, podían obtener cierta ventaja en la lucha por la libertad de Francia. No podían permitirse cometer errores. A pesar de que todos los estudiantes congregados en el café Musain estarían dispuestos a morir en la lucha, el joven líder no quería que en aquella peliaguda misión se perdieran vidas.

Paseó por entre las mesas donde se encontraban los demás revolucionarios, con la mirada fija en un mapa del Cuartel y un carboncillo con el que iba apuntando de memoria todo lo acordado. Cuando se aseguró de que su mente había grabado con claridad el robo, alzó la mirada, suspirando. Necesitaba un momento de tranquilidad. Apenas había dormido en estos últimos dos días, y dudaba que lo hiciera aquella noche. Se sentó en la silla libre de una mesa que ocupaba el fondo del local.

-¿Tomando un respiro, apolo?

La voz lo sobresaltó. Vio que a su lado se encontraba Grantaire, medio oculto en las sombras, dándole a su desmejorado aspecto un aire tenebroso. En su mano, una botella de vino medio llena, brillaba tintineante a causa de la vela que había en el centro del tablero. Enjolras frunció el ceño y resopló, dejando el mapa en la madera.

-Sacar adelante una revolución no es tan fácil como parece, Grantaire.-respondió con un tono de voz frío, haciendo entender que la compañía del borracho no le era grata.

-Comprendo...-Grantaire bebió otro trago de vino, terminándose la botella. Respiró profundamente y la dejó a un lado. Sacó de su maletín un cuaderno y varios carboncillos. Enjolras observó sus movimientos reprimiendo una mueca de asco. Tamborileó sus dedos sobre la mesa, apartando la mirada de su interlocutor y dirigiéndola a los demás estudiantes.

-¿De verdad piensas que asaltar a la Guardia Real va a ayudarte en tu propósito de acabar con la monarquía?-preguntó el cínico, mientras trazaba varias líneas sobre el papel. El líder enmudeció el ritmo tambolireante de sus dedos y le miró de nuevo.

-Si estamos firmes en nuestro propósito, lo conseguiremos. Bien podrías colaborar, en lugar de beber ese vino de garrafón...

-Sabes qué es lo que pienso de esta estúpida revolución, apolo... No va a salir nada bien. Vamos a morir como vulgares malhechores.

-Entonces ¿por qué estás aquí? ¿por qué no vuelves a casa y te olvidas de todo esto?-el joven rubio se levantó frustrado, recogiendo el mapa.

Esas preguntas ya habían salido de sus labios varias veces, obteniendo silencio como respuesta por parte de Grantaire, cosa que le hacía poner más nervioso, y su aversión para con el estudiante de Arte creciera más. Muchas veces había pensado echarlo a rastras de allí. Pero a los demás no les molestaba su presencia, además de que su escepticismo hacía que Enjolras sintiera una necesidad de luchar con más ahínco para demostrarle que hay posibilidad de que salga el sol el día de mañana.

Como siempre, no recibió respuesta.

-Deberías de tener un poco más de fe en tus compatriotas, y dejar la botella. Así te iría mucho mejor-dijo mientras enrollaba el papel entre sus manos. Resopló y le dio la espalda a Grantaire, que seguía dibujando en su cuaderno. Volvió junto a Courfeyrac y los demás miembros de Les Amis. No quería quebrar más su cabeza con las dudas envenenadas del borracho. Su plan era perfecto.

........

El sol poniente se asomó tímidamente por entre las nubes negras que gobernaban la ciudad en esos días, dejando caer sus cálidos rayos sobre ésta. Denise se encontraba sentada en la cama, vestida con una blusa blanca algo gastada y unos pantalones atados a la cintura con un viejo cordel. Esas prendas se las había prestado el dueño del café, pues los vestidos de su mujer, le quedaban bastante grandes a la chica. Se levantó despacio, sintiéndose de nuevo cómoda con pantalones. Cuando trabajaba con Lumière también los usaba, pero estaban roídos y llenos de manchas. Estos en cambio, permanecían intactos, lisos, y resguardaban bien del frío.

Con su nueva vestimenta, salió de la habitación por primera vez. Descubrió que se encontraba en el piso superior del mismo edificio del Musain. Las paredes estaban llenas de lienzos que mostraban distintos rincones de París hechos a óleo. "Quizás aquí vivan el dueño del café con su familia" pensó la joven mientras caminaba hacia las escaleras para ir a la planta de abajo.

Bajó con cuidado, agarrándose a la barandilla. Aunque no tuviera fiebre y la tos le había dado una tregua, su cuerpo aún no tenía demasiada fuerza. El médico le había dicho que tenía que quedarse en cama, pero la muchacha se aburría entre almohadas y mantas, además de que no se encontraba tan mal.

Escuchó varias voces procedentes del local. Siguió bajando el último tramo de escalera y contempló cómo los vecinos del lugar tomaban una copa de vino y charlaban animadamente, tras una jornada dura de trabajo. No visualizó a ningún miembro de la revolución por allí.

Recordó entonces, que cuando salieron a pegar carteles, los estudiantes estaban reunidos en una sala al final de un pasillo. Se dirigió hacia allí, sigilosa, sin querer llamar la atención. Volvió a encontrarse con la puerta al final del corredor, y la abrió despacio. El ambiente allí no era muy diferente al del café. Los estudiantes charlaban animadamente entre ellos con varios mapas en las mesas. Las mujeres estaban también presentes en las conversaciones, riendo y algunas coqueteando con los estudiantes.

Nadie se había percatado de su presencia, por suerte.

Buscó con la mirada a alguien conocido. Los encontró al final de la sala, discutiendo sobre algún tema de política que a Denise le aburría. Se acercó a ellos, abrazándose a sí misma, sin dejar de observar el ambiente que la rodeaba.

-¡Vaya! Parece que alguien ha decidido volver al mundo de los vivos.

Courfeyrac se acercó a ella con una gran sonrisa persuasora en sus labios. Se inclinó levemente a modo de saludo y cogió la mano de la chica para besarla. Denise se sonrojó levemente y la apartó rápidamente.

-¿Cómo vais con el asalto del Cuartel?-preguntó, alzando una ceja.

-Pues... bien, ya queda poco para que tenga lugar...-Courfeyrac se fijó en que su saludo no le había gustado a la chica, por lo que se contuvo un poco para no agobiarla. La verdad, de todas las mujeres a las que había conocido a lo largo de su vida, Denise era la primera que no sucumbía a sus encantos. Y eso era una triste mancha en su historial de flirteos.

-De acuerdo...-Denise suspiró profundamente, cogiendo uno de los mapas dibujados para observarlo-¿Podrías ponerme al tanto del plan, Courfeyrac?-preguntó, algo apesadumbrada por no saber cuál era su papel en todo aquél entresijo.

-Por supuesto, mademoiselle. Pero antes, vayamos a dar una vuelta. Has estado encerrada en este lugar bastantes días. Y el sol está saliendo...

Denise miró de nuevo al muchacho que le ofrecía el brazo junto a la propuesta. Frunció los labios, dubitativa. Por una parte, tenía miedo de que los secuaces de Lumière encontraran su ubicación y fueran a matarla. Pero por otra, se sentía como un gato enjaulado, necesitaba salir a respirar el aire de la calle.

Se decantó por la segunda opción. Agarró con suavidad el brazo de Courfeyrac, y se dejó llevar por él hacia la salida. No percibió la pequeña sonrisa triunfal que aparecía en las comisuras de su acompañante.

Tampoco unos ojos azules que la observaban desde que entró en la sala...


Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora