-¡No podemos seguir aguantando esto! La voz del pueblo se alza y los de arriba quieren acallarnos con fusiles y guillotina. ¡Nos tratan como a animales que no tienen uso de razón! ¿Vamos a seguir permitiendo esto? ¿Vamos a seguir viendo como nuestra querida patria cae malherida a manos de ineptos que sólo quieren poder y dinero?
Una aclamación general respondió a las preguntas. Enjolras sonrió de lado, sintiendo la euforia estremecer cada fibra de su ser. Courfeyrac lo acompañaba subido en el carro que habían adecuado para poder hablar a las gentes con mayor facilidad. En la pequeña plaza donde estaba situada la casa de Lamarque se respiraba un ambiente tenso. En el aire se podía palpar el fervor y el enfado de los parisinos reunidos allí, la mayoría estudiantes. En cada meeting que organizaban, había cada vez más gente, y eso satisfacía al líder de Les Amis.
Denise se encontraba entre el público. Escuchó, estremecida, las palabras de Enjolras. Por una parte, tenía ganas de luchar con la rebelión y así cumplir el antiguo propósito de vengar a su padre. Pero por otro lado, tenía miedo. La medida del rey poco a poco, se había convertido menos indulgente a medida que aumentaban las manifestaciones y las insurrecciones en las distintas calles de París. La ciudad vivía un momento bastante tenso.
Esa misma mañana, la joven había visitado la fosa común donde supuestamente estaba enterrado el cuerpo de su padre, junto a otros militantes que lucharon en la Barricada del Norte. En el montículo de tierra donde las primeras hierbas habían empezado a crecer, dejó un pequeño ramo de flores y la renovación de una promesa.
El deseo de venganza luchaba en su interior contra el temor de que todo aquello saliera mal. Una revolución no garantizaba al cien por cien que saliera tal y como los líderes planeaban, sino que estaba presente también la carta de la derrota. En todo caso, Enjolras se mostraba bastante optimista con ese asunto, garantizando la libertad de Francia tal y como anunciaba al pueblo.
El grito de "¡Muerte a la monarquía!" resonó en la plaza, sacándola de su ensimismamiento. Comenzó a abrirse paso por entre la gente, intentando salir de la plaza, para así volver al Musain o en su defecto, al piso de Enjolras. En un intento por evitar morir asfixiada, sus ojos se encontraron con una figura inconfundible, la cual estaba apoyada en los arcos que daban a la calle.
El pelo lo tenía cano, más de lo que recordaba. Su rostro parecía cansado, pero sus ojos mostraban la misma ferocidad de siempre. Sus labios aspiraban el humo de un cigarro. Vestía con la misma ropa de siempre; y su mano izquierda se apoyaba sobre un cayado de caoba y plata.
La visión del Dueño hizo que se estremeciera. Entre la multitud, el regente de las prostitutas de los Muelles no se había percatado de su presencia. La chica bajó la mirada rápidamente cuando éste dirigió sus ojos grises por entre la multitud. Siguió caminando en dirección contraria, cambiando el rumbo.
-¡Denise! Ten cuidado o te van a aplastar...
Courfeyrac la rescató de entre la gente que se apelotonaba embravecida delante del carro donde estaba Enjolras.
-Lo sé, sólo quiero salir de aquí... me estoy mareando un poco con tanta gente...-mintió, notando su corazón palpitar con fuerza y evitando mirar a los arcos de nuevo.
-Tranquila, pronto acabará. Por suerte, la guardia real aún no nos ha descubierto. Puedes salir por el patio trasero de la mansión de Lamarque.
-Gracias...
El muchacho la guió a una portezuela que había en una esquina. Habló con una criada que atendía el pequeño jardín, usando todos sus encantos para convencer a la mujer de que Denise necesitaba salir. Al final, ésta accedió, soltando una media sonrisa.
La joven salió con prisas de la plaza. En cuanto estuvo en la calle, empezó a correr sin mirar atrás, rumbo al Musain. No quería encontrarse con el Dueño, aunque quizás éste la consideraba muerta o perdida en Inglaterra. Tras atravesar varias calles, llegó al Musain, jadeando. Se tranquilizó al ver que nadie sospechoso la había seguido.
................
-¿Qué te ha parecido el meeting de hoy?-preguntó Enjolras mientras encendía una vela y se sentaba apoyando su espalda en la ventana del pequeño balcón que precedía el salón, teniendo a la chica sentada justo delante.
Era casi media noche. Denise, la cual se había acomodado en el balcón justo después de cenar, miró a su amado y le dedicó una pequeña sonrisa.
-La gente parece animada a luchar... tus palabras son muy esperanzadoras.-respondió, recordando el fervor con que el líder invitaba a los parisinos enfurecidos a luchar.
-Simplemente les doy lo único que necesitan...-el joven cruzó las piernas y se quitó la pequeña coleta que domaba sus rizos rubios mientras exhalaba un suspiro cansado-Necesitan tener la esperanza de que todos sus temores y todas las injusticias que viven cada día pueden desaparecer si luchan...
-Lo sé...-la muchacha abrazó sus piernas y apoyó su mejilla en las rodillas.-¿Crees que esta revolución va a desembocar en victoria?-preguntó, mientras sus ojos se perdían en las estrellas que salpicaban el cielo oscuro. El hecho de encontrarse con el Dueño aquella mañana hizo que cierto pavor se instalara en su corazón y por tanto, todos sus sentidos volvieran a estar en alerta. Aunque estaba segura de que el hombre no la había visto... pero quién sabe. Denise conocía la astucia de ese hombre y no se fiaba de nada.
-Por supuesto que sí-respondió Enjolras, seguro de sí mismo-Lucharemos hasta el final, siempre aspirando a la victoria. Francia está malherida y no podemos seguir...-el joven se percató de que estaba volviendo a repetir las mismas palabras del meeting. Suspiró y se frotó el puente de la nariz, cansado. Había acordado consigo mismo que mientras disfrutaba de los pequeños momentos con la joven, no iba a hablar ni de Francia ni de revoluciones. No sabía si su estancia en este mundo tenía las horas contadas, pues percibía que tarde o temprano, las barricadas iban a alzarse al fin.-Bueno, ya lo sabes... –susurró, dejando escapar esas preocupaciones.
La joven lo miró, percibiendo dicha preocupación. Se acercó a él, sentándose a su lado y besó su mejilla.
-Lo sé. Y estoy orgullosa de formar parte de todo esto.-susurró, intentando apaciguar las cavilaciones del líder-Lucharé a tu lado en todo momento. Ya no sólo me mueve la muerte de mi padre... sino también los sentimientos que has despertado en mí desde hace ya varios meses... He de reconocer que las cosas no han sido fáciles últimamente...-suspiró, mientras apoyaba su cabeza en el hombro del chico-Pero ahora todo va a ir bien.
-¿Crees que lo conseguiremos?-preguntó Enjolras, pasando su brazo por los hombros de la joven.
-Sí. Es cuestión de tener fe...-respondió Denise.
El joven líder no dijo nada más. Miró a la joven sintiendo un profundo cariño en su interior, avivando la llama que hacía que continuara hacia delante y la cual quemaba todas las dudas y temores que le acechaban todas las noches.
Había trabajado demasiado en esa revolución. No podían tirar por la borda todo el tiempo dedicado a planificar la libertad de la Patria por el simple hecho de tener miedo.
No iba a permitirlo.
ESTÁS LEYENDO
Hija de los Muelles ©
RomanceDenise es una chica que recorre las calles parisinas bajo el mando de su patrón Lumiére, obedeciendo sus órdenes e intentando sobrevivir. Con su padre luchando en las barricadas y su madre prostituta, bajo el mandato de El Dueño, ha de lidiar con lo...