El Musain

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Lo había perdido de vista. Masculló por lo bajo una maldición y se internó entre los carruajes que esperaban impacientes a que el atasco formado fluyera con normalidad. Tenía que encontrar la mansión.

A la semana de entrar en ese café, visitó varias veces el local, donde el grupo de estudiantes con el que se había topado organizaban todo para levantar nuevas barricadas... para levantar otra ola de sangre. Hacía unos días, en su "espionaje" al pequeño grupo de estudiantes, escuchó que irían a la casa de Lamarque otra vez. Siempre quería ir a esas reuniones, donde se imaginaba al líder de la rebelión rompiéndose la garganta, dando nuevas esperanzas al pueblo, animando a la unión y a la lucha. Pero siempre la Señora la mantenía ocupada, con recados de allí para allá, y demás ocurrencias.

Continuó caminando por entre los coches. Podría preguntar a alguien el camino, pero sabía de la polémica causada por el viejo general, provocando la tensión por parte de la clase baja y la burguesía.

De pronto lo vio. Reconoció la cabellera oscura, despeinada, entre un mar de sombreros de pluma y chisteras. Estaba a unos pasos de ella. Intentó acercarse a él mediante empujones. Torció una calle y, tras sortear varias quejas y enfados de los transeúntes, Denise salió de la ría de gente y carros para adentrarse en dicha calle también.

Era una de las callejuelas secundarias de la avenida principal. Nadie recorría ésta, por lo que el sonido de sus pies chocaron con las paredes de las casas, confundiéndose con el ruido que había dejado atrás. No visualizó al joven estudiante. Sintió decepción en su interior. Se giró para volver a casa de La Señora cuando descubrió que alguien la observaba apoyado en la pared.

-¿Qué hace una chica tan bonita como tú en una calle como ésta? ¿Acaso me seguías?

Denise contuvo la respiración al ver el cañón de una pistola apuntando su vientre. El muchacho le sonrió de lado, de forma traviesa. En sus ojos pudo leer la desconfianza y el miedo, sentimientos que entendía perfectamente en esos tiempos que corrían.

-Sé quien eres...-comenzó a decir-quiénes sois. Quiero ir a hablar con vuestro líder. Quiero unirme a vosotros...

El chico bajó un poco el arma, observándola detenidamente, frunciendo los labios.

-¿Cómo puedo fiarme de ti?-ladeó la cabeza, acercándose más a la chica. Denise notó su respiración y tragó saliva. En lugar de desmoronarse, sonrió de lado, mirándolo a los ojos fríamente.

-Quiero saldar algunas cuentas con los responsables de la muerte de mi padre.-susurró. Seguidamente, dirigió su mirada al suelo para que no la viera con los ojos vidriosos. Escuchó un suspiro profundo y el ruido del arma guardándose en el cinto.

-Me llamo Philippe Courfeyrac. Aunque puedes llamarme sólo Courfeyrac.

La joven lo miró y suspiró aliviada. Miró la mano que le ofrecía el muchacho, y tras pensárselo muchas veces, la cogió desconfiada, notando su calidez envolviendo la frialdad de su piel.

-Denise. Denise Louvart, encantada.

-¿Entonces decías que quieres ir al meeting?-Courfeyrac ladeó un poco la cabeza, interrogante. Se separó un poco de la chica y comenzó a andar. Denise lo siguió con rapidez, sin mirarle, mitigando los nervios que tenía. Pensó que quizás Courfeyrac la mandaría a casa, o peor, la consideraría una espía del rey y la matara.

-Si. Quiero escuchar lo que decís sobre la situación de estos días... los períodicos locales sólo hablan de unas peleas sin importancia de unos estudiantes sin escrúpulos.

Courfeyrac rió ante sus palabras y le ofreció el brazo, de forma caballeresca. Denise declinó el ofrecimiento educadamente y siguió caminando.

-Es cierto que muchos de nosotros no tenemos escrúpulos. Pero todo sea por la Patria, la Libertad y las mujeres-volvió a reír de su propio chiste. La chica lo miró levantando la ceja-Oh, perdón si te ha ofendido. Era sólo una broma-Courfeyrac le guiñó un ojo sin perder el rumbo.-A Enjolras le gustará saber que habrá gente dispuesta a luchar por la causa. ¡Vamos! está a punto de empezar-el muchacho sonrió y aligeró el paso. Denise lo siguió.

Hija de los Muelles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora