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Cuarenta y cinco

Elegí Semana Inglesa, por el nombre que llevaba, pero no sabía en qué consistía realmente.

Resulta que en este juego, salen perdiendo y/o ganando ambos sexos. Consiste en que mujer y hombre se pongan de espaldas, se dictan los días de la semana, y voltean la cabeza a donde prefieran, si coinciden es un beso y si no, una cachetada.

Agradecí porque Andrea haya dicho eso, creo que les dejó bien claro a sus amigos si es que se atrevían a hacerme algo. Lo que no entendí fue la reacción de Jessey cuando ella empezaba la oración. Hasta a mí me sorprendió, por un momento pensé que se había puesto celoso o sobreprotector. Hasta que la palabra "como a una hermana" se dibujó en mi mente.

Andrea elegía las parejas, así que a mí me obviaba. Pero al que no obviaba era a Jess. Lo seleccionó para que jugara, no sé porqué hizo eso, pero pude notar en su mirada que algo buscaba. Algo en mí.

Mi amigo se puso de espaldas con una rubia de muy buena figura, no era alta como él, pero lo suficiente como para saber qué hacer si coincidían.

Cuando se terminaron de dictar los días, el resultado fue cuatro besos y tres cachetadas. Odié a Jessey por haber sido tan tonto.

Empezaron por las cachetadas, me entró un sentimiento terrible al saber que iba a ser golpeado por una chica, y que esa chica no fuera yo. Me fijé que Andrea me miraba, así que decidí cambiar mi expresión.

Cuando fue el tiempo de los besos, fue mi martirio. Y más, cuando esa chica lo miraba con mucho deseo, como si quisiera desnudarlo con la mirada. Lo sujetó de los hombros y le plantó sus cuatro besos bien dados. Les aseguro que si las miradas mataran, ella estaría peor que muerta. Jessey se separó de ella y volvió a sentarse a mi lado.

No quería hablar con él, pudo haberse negado desde un principio. Pero no lo hizo, y cuando Andrea decidió hacerme participar, no dudé en aceptar.

Me levanté de la arena y me encaminé hacia el centro del círculo, en donde se encontraba un chico con su cuerpo bien trabajado, ojos azules y cabello castaño.

POV Jessey

No sé qué rayos se traía Andrea entre manos, esto era algo que no quería hacer. Quería jugar, sí; pero quería jugar con Maddie.

Pero luego mi prima estaría con sus berrinches, ocasionando un pequeño problema familiar, así que fui.

Cuando el juego terminó, pude sentir mi cara arder, esa chica sí pegaba duro. Pero una vez que fue tiempo de los besos, me miró con una sonrisa y mirada maliciosas. No lo dudó y se lanzó a plantarme cuatro besos, según el juego.
Cuando terminó de pasarme todos sus gérmenes fui a sentarme con Maddie. Pude ver su expresión al sentarme, ¿estaba celosa?

No, eso no puede ser. Parecía que estaba molesta, tan molesta que no me miraba ni me hablaba.

Después de ratos Andrea la sacó, en el centro estaba un tipo con un cuerpo un poco más trabajado que el mío, y con su mirada recorría a mi amiga.

Una sensación de furia se posó en mi rostro, al igual que las ganas de matar al tipo ese con mis propias manos.

El resultado del juego fue cuatro cachetadas y tres besos, Maddie había sido lista, sentía para qué lado iba a voltear el chico.

El tipo se mereció esa paliza, y mucho mejor si era de mi amiga, ella tenía mucha fuerza. Pero llegó el momento, ése en el que sentí que mi estómago se contraía, mi corazón se detuvo, mi respiración se aceleró y mis manos se cerraron tan fuertes que me dolían de la presión.

El tipo agarró a Maddie por los hombros, tal y como había hecho la chica conmigo. Y la besó, la besó sin más, ella no puso resistencia, lo cual me sorprendió aún más. Esa no es mi amiga.

Ojo por ojo, diente por diente— habló mi consciencia.

Ya no soporté más, era mucho para mí. Me paré de un solo golpe y fui hacia ellos. Ni bien llegué empujé al tipo ése haciendo que caiga de culo.
Mi amiga se quedó absorta ante mi comportamiento.

— No te atrevas a tocarla, imbécil. — le grité — Ella es mía.

— Todos estamos jugando, y no le veo tu nombre por ningún lado.—dijo él levantándose de golpe.

— ¿Quieres ver dónde tiene mi nombre? ¡Lo tiene ahí, en esa cadena plateada que cuelga de su cuello!

— Pues eso no te da la razón de que sea tuya. Además, ¿no era tu mejor amiga?— levantó las cejas— ¿O solo la usas por un tiempo?

— Eres un...! —estaba yendo hacia él.

— Hey, basta. ¡Antony, basta! — intervino Andrea— Josh, ¡Ya cállate!

— ¡No puedes hacer eso!— gritó Maddie a mis espaldas — ¡No puedes ir diciendo que soy tu mejor amiga y luego te peleas y dices que soy tuya!

Vi como sus ojos estaban a punto de llorar.— Maddie, eso no fue lo que quise decir...

— Entonces, ¡¿qué?! ¡¿Qué es lo que quisiste decir?! Porque yo la verdad, ya no entiendo tu comportamiento.— me respondió dolida — El hecho que seas mi amigo, no te da derecho de jugar con mis emociones y sentimientos cuando te plazca.

Salió corriendo hacia la casa de mi prima, dejando a todos con la duda.
Quise ir a por ella, pero mi prima de detuvo.

— Yo hablaré con ella. Ahora estoy segura, discúlpame por meterlos en este lío. Solo quise saber algo.—dijo esto y se fue a su casa.

Traté mucho en descifrarlo. «No puedes jugar con mis emociones y sentimientos cuando te plazca». Entonces comprendí, había jugado con sus emociones, al tratar de besarla más de dos veces.

Pero ella era mía, mis labios tocaron los suyos sin que ella lo supiera, y ésa era mi desventaja, que ella no sabía nada de lo que sentía por ella.

Pero ella había sido más valiente que yo. Porque me lo dijo así, me lo dijo sin más. Dejándome solo con la duda en mi pensamiento.

Maldije el día en el que no se lo dije. El mismo día en el que iba a besarla por primera vez, debí de habérselo dicho aún con el temor al rechazo.

Pero ahora todo era diferente, ella me lo había vuelto a decir, ella era mucho más valiente que yo, aunque esa valentía fuera por la presión de su pecho al querer llorar.

— ¡Maldita sea! —grité— Hice llorar a Maddie. Soy peor que un estúpido. Soy mucho peor que Dylan. Si él se merecía una paliza de Maddie. Yo me merezco tres o cuatro. Maddie, por qué no puedo dejar de pensar en ti. Y por qué no puedo dejar de preocuparme por ti. Si cuando no estoy contigo, solo pienso en qué harás. No tengo remedio, en serio, soy un loco sin motivo. Mis ojos ahora solo la ven a ella, y cuando decido hacer algo por ella, creo que me pertenece y ella lo entiende mal. Ya veo porque los hombres estamos como estamos. No somos capaces de expresar lo que sentimos sin tener miedo a ser heridos.

Y sin querer, mi cara volvió a estar empapada, otra vez la causa son mis ojos.

Entonces lo comprendí.

Debía de decírselo hoy. No debía de pasar de hoy, o volveríamos a ser como éramos después de lo de la azotea. Ahora lo que yo sentía, ella también lo sentía. Pero al no decírselo a tiempo le hice daño. Pues ahora entiendo, ya sé lo que debo de hacer.

De Mejores Amigos a NoviosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora