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Cuarenta y nueve

Ahí estaba, lo tenía frente a mí, y mi torpe cerebro no quería ordenar a mi lengua a moverse y gesticular palabra alguna.

Después de una eternidad hablé:— No, no te vayas. Es contigo con quien quiero hablar ahora.

Noté cómo su cuerpo se tensaba ante mis palabras — ¿Sobre qué? ¿Sobre qué realmente quieres hablar?— dijo cruzándose de brazos.

— Primero, ¿Me ayudas a levantarme? Me estoy fundiendo con el suelo aquí.—soltó una pequeña risa. Eso me alegró.

Me extendió su mano y me ayudó a levantarme. Pude sentir cómo hormigueaba mi mano ante el roce con mi amigo.
Pero la soltó al poco tiempo, eso me hizo entender que debería de decírselo ahora o nunca.

— Jessey, te llamé en estos días. ¿Por qué no me contestabas? — pregunté dolida.

Suspiró y soltó el cruce de sus brazos— Es solo que quería estar solo. Por eso vine aquí.

— Oh... Yo... Quería hablar contigo acerca... Sobre...— las palabras no querían salir de mi boca y en mi garganta se formaba un nudo— Sobre lo que me dijiste.

— ¿Sobre... Lo que te dije? — su nerviosismo se sentía en el ambiente, al igual que el mío.

— Eh, sí. Venía a decirte que... Los sentimientos que tú sientes... Yo... Yo...

Maldita sea Maddie. ¡Dilo ya!

— Que los sentimientos que siento, son ajenos a ti. Que tú no sientes lo mismo, que somos mejores amigos, que me quieres como a un hermano, que te incomodé, ¡Ya lo sé! ¡Tú no sientes nada por mí! — me cortó.

— ¿Qué? No Jessey, no entiendes, yo... — traté de explicar.

— Maddie, no hace falta que me lo digas. Tus acciones dijeron todo, y si ahora me buscas es porque te sientes culpable por mí, pero no, no sientas eso. Yo estoy bien. No te preocupes, no te volveré a decir una cosa así de nuevo, ya entendí. Solo seremos amigos — me dijo sin dejar de mirarme, y luego cambió su posición en dirección a las escaleras — Y si me disculpas, tengo que irme. Está lloviendo y no traje paraguas.

Creo que estoy peor que antes. Si antes estaba sin habla, pues ahora estaba petrificada, ningún músculo me respondía, ni siquiera la lengua.

Después de largos segundos, mi cuerpo vuelve a responderme y lo único en lo que pienso es en Jessey.

Bajo a toda prisa las escaleras y salgo del edificio en el que alguna vez se oficializó nuestra amistad.

Lo busqué por todas las direcciones posibles, pero la lluvia nublaba mi vista. Me era imposible ubicarlo. Habíamos dejado las cosas mal, otra vez.

No oh. dejaste las cosas mal otra vez. Eres una cobarde. Tanto te costaba decir: ¿yo también siento lo mismo que ? habló mi yo interior

Corrí en dirección a nuestra avenida, no me importaba si llegaba empapada a casa o peor, si me resfriaba. Lo único que me importaba ahora era encontrarlo.

Y así fue, después de unos segundos de correr lo encontré, lo ubiqué por su cabello, que con la lluvia se tornaba de un negro puro.

— ¡Jessey Antony, detente! — le grité y él obedeció.

Pude ver sus brazos a su costado tensos, sus puños cerrados y con la mirada en el suelo. Y siguió caminando.

— ¡Jessey! ¡Detente! ¡Te hablo en serio! ¡Para, por favor! —esta vez se detuvo pero se dio la vuelta para mirarme.

— ¿Qué quieres, Maddie? ¡¿Qué?! —su voz sonaba quebrada y vi su mirada, estaba combinada con tristeza y desilusión.

Maldita sea. Otra vez las palabras no querían salir. Hazlo ahora o lo pierdes para siempre. eliges. habló de nuevo mi yo interno.

Al ver que no respondía decidió voltear y seguir su camino.
Entonces fue cuando una ola de valentía me inundó, como si lo hubiera mandado mi yo interior, para hacerme sentir más confiada.

— Jessey, yo siento lo mismo que tú sientes.

Él se detuvo en seco.

— Me desespera el no verte, me alegro al verte, me emociono cuando sonríes de esa manera en la que solo tú lo haces, y me gusta ver esos ojos verdes cuando me miran. No puedo estar sin ti un sólo día, ya van cuatro y no sabes cuánto te extraño y te echo de menos. Me gusta tu cabello, me encanta, y más cuando está desordenado. Me gusta estar contigo, pasar el tiempo contigo, me gusta jugar, comer y reír contigo. Si te vas no sé que sería de mí, me he acostumbrado a verte a mi lado desde que vine aquí. Mis sentidos se alteran cuando estas cerca, y aún más cuando siento tu piel junto a la mía, nuestras manos, es como si un hormigueo pasara recorriéndome por completo. Y, al igual que tú, siento un vacío cuando no estás. Y no me gusta verte jugar, pelear o hacer otro tipo de cosas con otra chica que no sea yo.— sentía cómo el agua fría de la lluvia me ayudaba, recorría cada mechón de mi cabello para terminar en algún lugar de mi cuerpo, relajándolo.

Vi cómo volteaba lentamente, se encontraba con el agua recorriendo todo su cabello. Sus ojos buscaron los míos, y cuando se encontraron fue como un montón de sentimientos enviados telepáticamente.

— Jessey, yo... Yo... Yo te quiero como mi mejor amigo, pero si hubiera la posibilidad de que seamos algo más que eso... Yo... Yo...

Maldita sea. Después de toda esa confesión, en el momento más crítico la valentía, se esfuma.

Suspiré para tomar fuerzas — Te quiero.—dije en un tono bajo de voz, pero lo suficientemente fuerte como para que él lo oyese.

Lo siguiente fue que mi amigo vino directo a abrazarme. Le correspondí el abrazo, lo había extrañado por mucho tiempo, y volver a sentir eso que solo él causa en mí, me daba calor.

Nos fuimos separando poco a poco. Y notamos la tensión que había en el ambiente, nuestros ojos se volvieron a encontrar, y fue cuando nuevamente sentí su respiración en mis mejillas, que se encendían lentamente.

Mis ojos estaban en sus labios como los de él estaban sobre los míos, ambos pedíamos permiso para hacer algo que los dos queríamos. Era algo ilógico pero fabuloso.

Poco a poco íbamos cortando la distancia existente entre los dos, ya estábamos muy cerca, era el momento exacto y preciso.

Nuestros ojos se cerraron y nuestros labios se unieron, para dar paso al mejor beso que me han dado y he sentido en toda mi vida.

Sus manos que estaban abrazándome bajaron hasta llegar a mi cintura. Las mías que antes estaban en su espalda, ahora estaban en su cuello y acariciando su cabello.

Una de sus manos siguió en mi cintura, pero la otra subió hasta que sus dedos se posaron en mi cuello, mientras que con el pulgar acariciaba mi mejilla.

Su beso era tierno y apasionado, me hacían querer más, era como una adicción para mí ahora. Pasé mis brazos alrededor de su cuello, tratando de que la distancia entre nosotros sea menos que un solo milímetro.

Él me siguió, tratábamos de estar lo más juntos posibles, casi ya no sentía mis labios. Lo besaba con tal fuerza para asegurarme de que esto no fuera un sueño, que de verdad estuviera pasando.

Fue mi fantasía hecha realidad.

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De Mejores Amigos a NoviosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora