Capítulo 52

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Dallas

- Puedes sentarte junto a tu hermana.- Habla mi madre y le lanzo una mirada asesina.

-No.

Mi madre intenta insistir pero la voz de Dalia inunda mis oídos. 

- Dallas, ¿puedes sentarte a mi lado por favor?

- ¿No escuchaste? 

Agacha la cabeza y pasa a mi lado para sentarse. Todos toman su puesto en la mesa y termino sentándome entre Sam y Jessica. Mi madre nos sirve pavo y unas ensaladas que, desde que tengo memoria me gustan y no las había vuelto a probar hasta hoy, y que a pesar de que están deliciosas, no las disfruto gracias al espantoso trance en el que me encuentro.

- Y bueno, Jessica ¿cómo te estás tomando esto de... - nos pasa una mirada rápida a todos - de Dallas. 

No supo qué más decir, está muy nerviosa. 

- Yo - empieza nerviosa – bueno, no lo sé.

No era la respuesta que quería oír.

- Claro.- Comento sin querer y todas las miradas se posan sobre mí. 

- Eres la única chica a la que ha traído mi hermano a casa, pero no creo que lo aguantes por mucho tiempo. Mira, yo lo quiero, pero es  pesado ¿eh?- Habla mi hermanita pequeña y todos en la mesa ríen menos yo.

- Sí, tu hermano es un amor cuando quiere y un pequeño demonio cuando no.- Le contesta Jess sonriendo.

- Vaya, me he perdido de bastante.- Suelta Dalia frente a mí.

- Eso fue tu decisión.- Gruño.

- Pues pensar en tu bienestar emocional fue lo único que se me ocurrió hacer.- Se defiende. 

- De hecho, fue lo que tú quisiste hacer, lo que tú preferiste hacer.- Levanto la voz y el ambiente se torna tenso de inmediato.

- ¡Claro que no! Yo nunca quise alejarme de mi hermano, eras todo para mí, ¡todo!- Dalia tira sus cubiertos sobre el plato.

- ¿Alguien quiere más arroz? - Pregunta mi madre levantándose de la mesa.

- Si tanto me querías, pudiste enfrentar lo que se te venía encima y no escapar de mí. ¿Por qué una muerte fingida? ¡fingida! ¡falsa!, tan falsa como esta familia.

Miro a mi hermana a los ojos y noto que se le enrojecieron, al igual que a mí.

- Dallas, ¡espera!- Intenta detenerme Jessica pero me levanto de la mesa y me voy.

Salgo al jardín y me siento uno de los columpios que seguramente han colocado ahí por Sammy. Mi vista se pierde entre los caballos y los árboles mientras trago con dificultad, intentando no llorar.

- Intenté de todo. Le pedí a mamá que buscáramos otra opción, que no me obligara a hacerte algo así, lloré durante meses, mi vida se desmoronó, tuve que desaparecer. Imaginaba cada día de mi vida con mi hermano mellizo, yendo a fiestas y emborracharnos juntos, ir a la universidad y estudiar música como tanto soñamos, viajar por todo Europa, crecer juntos, triunfar. Cada noche me sentaba en el filo de mi cama y escribía en un maldito cuaderno todo lo que hubiera querido contarte a ti. Cerraba mis ojos e imaginaba que tú estabas ahí; regañándome, insultándome, molestándome, diciéndome cuanto extrañas jugar conmigo a los carritos y a las fiestas de té, corriendo detrás de mí y poniéndome el pie para que cayera al césped, no lo sé. Mi corazón se rompía un poco cada día, de hecho, no ha dejado de hacerlo. 

- ¿Y tú crees que yo sonreía, no?- Niego con la cabeza.

Dalia se sienta en el columpio de al lado y no me hacen falta ganas de salir corriendo, sólo valor. 

Inesperadamente EnamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora