Capítulo 41

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  Dallas

En este preciso momento, siento como si mi corazón volviera a latir, como si el dolor que intentaba romperme en pedazos se desvaneciera por completo al tocar sus suaves labios de nuevo. La sostengo de nuevo de su pequeña cintura, la beso delicadamente y la disfrutó cada segundo que pasa. Jessica se está robando una parte de mí, forma parte de mi corazón ahora y por más que quiera negarlo no puedo. Es lo que nunca nadie pudo ser jamás, ella es lo que me había hecho falta desde hace tiempo, es lo que Dalia hubiera querido para mí.

Sonreímos.

- Te juro que si vuelves a hacerme algo así, no te perdonaré jamás.

- Lo prometo.

La beso una vez más y luego la levanto del suelo en un intento de ser juguetón. La bajo de nuevo y entrelazo mis dedos con los suyos mientras la llevo hasta el auto.

- ¿A dónde vamos?- Pregunta un poco tímida.

- Al edificio.- Respondo.

- ¿Por qué?

- Porque quiero tenerte a solas ya.- La noto sonrojarse y sonrío.

- ¿Puede ser tu casa esta vez? 

Le abro la puerta del auto y entra, luego, me subo en el asiento del conductor y suspiro.

- Pero...- Protesto.

- Siempre vamos a mi departamento, quiero conocer algo más de ti. 

- No lo sé.- Dudo, enciendo el auto y me paso la lengua por los labios. – Está bien.

Se va a sorprender al saber que vivo en la misma casa que Jade. Sólo espero no arruinar lo que acabo de arreglar.

- Extrañaba mirarte conducir.- Susurra a mi lado con una media sonrisa.

- Yo te extrañaba a ti, Jess.- Le planto un beso rápido en la mejilla. 

Coloco una mano en el volante y la otra la dejo reposar en su pierna. Se sonroja al instante y me doy cuenta del por qué.

- Me encanta eso de ti. - Me echo a reír.– Ninguna chica luce más hermosa que tú cuando se sonroja. 

- No puedo evitarlo si me tocas, ¡es tu culpa!- Se rie. 

- ¿Quieres que la quite, bonita?- Le pregunto señalando mi mano con la mirada. 

- No, me gusta así.

Luego de un momento, mi mirada vuelve a ver mi mano cerca de su entrepierna y mis ganas por tenerla desnuda incrementan de golpe. Estacionamos y me bajo del auto para abrirle la puerta, le tiendo una mano y cuando baja, la miro de pies a cabeza. 

Ya lo había hecho una y otra vez cuando estábamos en la fiesta pero por alguna razón, sentía que no la había admirado lo suficiente. 

- Me está matando tu vestido.- Admito inconscientemente.

- Puedes quitármelo si quieres.- Dice sensualmente y la mandíbula casi se me cae al suelo. 

- Al parecer no era el único que extrañaba esto.- Miro sus ojos y automáticamente brillan.

Dicen que los ojos son las ventanas del alma. Pues, ahora que veo en ellos, estoy seguro de que su alma me necesita tanto como la mía a ella. Le clavo un beso fugaz y luego empezamos a caminar por el jardín de mi casa.

- Sabía que vivías aquí.- Asegura.

- Sí, la casa es mía pero rento las habitaciones.

- Vaya, me hice un montón de suposiciones y esta fue la última en la que pensé.

Inesperadamente EnamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora