Capítulo 26

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Dallas

Salgo de su departamento y no reconozco mi estado emocional. No entiendo si me siento bien, no entiendo si hice algo mal. 

- ¿Dallas? ¿Qué haces aquí?- Llamo a la puerta de Avril y sonrío con picardía.

- ¿Acaso no puedo venir a ver a una amiga?- Respondo, coquetear con una chica nunca se me hace difícil, a menos que sea Jessica, con ella todo se complica.

-¿Y desde cuando tú y yo somos amigos?- Pregunta en tono serio aunque ambos sabemos que detrás de ese ceño fruncido se esconde una maldita sonrisa.

Para hacerla callar de una vez, me acerco con superioridad y la beso. Ella no tarda nada en responder a mi beso con excitación y furia. Me quita la chaqueta y cierro la puerta con una patada a mis espaldas mientras la sigo hasta la sala. Se quita toda la ropa en frente de mí pero no me sorprendo. Me quito la camiseta y los pantalones y terminamos haciendo lo que quedaba por hacer.

Al terminar, Avril parece estar molesta mientras me vuelvo a acomodar la ropa.

- Estuviste con ella, ¿no es cierto?

- Sí.- Respondo frío.

Me despido cortando la conversación y salgo de ahí echando humo. Me subo en el ascensor y me quedo encerrado en él sin saber qué hacer ni en qué pensar. Presiono el botón con el número uno, no me queda de otra. Cuando llego a la planta baja me dirijo directamente a mi auto y decido ir un bar. 

-¡Dallas! Me sorprende verte aquí- Ryan, el dueño de bar, frunce el ceño y sonríe cuando me ve entrar en el lugar.

- Hola.

- No has venido desde...

- No completes esa oración.- Lo interrumpo furioso antes de que lo mencione.

- Hombre... disculpa.

No he venido aquí desde el accidente, el accidente que arruinó mi vida y también la de... ella.

Prometí no volver a esa vida, dejé las drogas y el alcohol un tiempo aunque con del alcohol no logré batallar mucho. 

Me pido un tequila mientras me siento en un taburete. Por alguna razón el lugar empieza a agobiarme, la música, la gente, las voces. Todo vuelve a mi mente de nuevo. El auto hecho trizas, mi familia odiándome más de lo que ya lo hacían, ella en esa maldita camilla de terapia intensiva de la que jamás despertó y mis ganas de destruir todo a mi paso, incluyendo a mí. 

Bebo un poco y de repente, estrello el vaso contra la pared. Ahí es cuando vuelvo a romperme una vez más. La gente se alarma y voltean hacia mí y me limito lanzar un par de billetes a la barra y salir del lugar tan rápido como puedo.

- Mierda, mierda, mierda.- Me tapo la cara con las manos intentando aclarar mi mente.

Empiezo a caminar por la calle casi vacía hasta que encuentro una banca. Me siento en ella mientras apoyo las manos en mis rodillas. Mis ojos derraman unas cuantas lágrimas y me siento confundido. No estoy llorando solo por Dalia, esto también es por Jess, y ni siquiera sé por qué.

Dalia siempre sabía que decir cuando me pasaban estas cosas. Extraño su risa, su voz, sus juegos, sus abrazos. La extraño a ella porque me aceptaba como era, la única que de verdad me aceptaba.

Y yo le fallé.

Aprieto mis puños con fuerza. Ella se hubiera dado cuenta tan solo con mirarme de que Jessica me gusta y, seguramente, me habría obligado a invitarla a salir. También me hubiera odiado por hacerle lo que estoy haciendo. 

Creo que hasta yo me odio por eso.

Luego de una hora, me siento más tranquilo y me pongo de pie de nuevo para volver a mi auto. Conduzco y durante todo el trayecto no dejo de pensar en lo que voy a decir y cómo. Cuando llego a mi casa, me estaciono y camino hasta llegar a la puerta. Al entrar todos están jugando monopoly y me miran con atención, ¿quién juega monopoly a las tres de la mañana?

- Ya no voy a hacerlo.- Digo y ya todos están mirando hacia mí.

- ¿Cómo?- Jade sonríe incrédula.

- Ya no quiero, no la voy a lastimar.- Aprieto mi mandíbula cuando escucho las risas de Jade y Megan. 

Miro a Liam y a Brown y están sonriendo como si se alegraran de ello.

- ¿A caso te gusta?- Jade se ríe al ver que no contesto – Ay, Dallas, por Dios, ¿tu? ¿enamorado? ¡no lo puedo creer! ¿es un chiste? No tienes futuro con ella, amor. Solo cumple tu objetivo y ella se aleja para siempre de ti y de todos nosotros.

- Recuerda que tienes hasta el otro sábado, su cumpleaños.- Megan me recuerda.

- No lo voy a hacer, y si alguno de ustedes intenta algo - me acerco a Megan lo suficiente para intimidarla - saben bien de lo que soy capaz. 

Subo a mi habitación y empiezo a buscar mil formas de evitar que Jessica vaya a la fiesta de ese sábado. Mi mirada se encuentra con mi piano de cola y sonrío, las buenas ideas siempre llegan con un poco de música. A Dalia y a mí nos encantaba tocar el piano, toda la vida nos ha gustado. Ella soñaba con ir a Juilliard, la mejor universidad de música, teatro y danza. Yo sé que a ella la hubieran aceptado enseguida, era mucho mejor pianista que yo.

Me siento frente al piano, acaricio las teclas con los ojos cerrados y disfruto cada roce. Mis manos empiezan a tocar una de mis canciones favoritas de Ludovico Einaudi.

Me quedo despierto toda la noche, tocando el piano y pensando en todo, incluso en mi universidad. El director piensa que no debería perder mi tiempo ahí y que debería enviar una solicitud a Juilliard.

A eso de las seis de la mañana, me meto en la cama y la escena de Jess y yo en la ducha invade mi mente. Sonrío sin darme cuenta y los deseos de besarla otra vez, crecen cada vez más en mí, segundos después me quedo dormido con una imagen del rostro de esa chica que susurraba mi nombre hace algunas horas atrás.

Y está bien, ahora si lo admito, pero lo admito solo para mí.

Me gusta. 

Inesperadamente EnamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora