Capítulo 34 - Despedida

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Evangeline POV:

El viento descontrolaba mis cabellos al ritmo que corría aquel caballo marrón de Arkent; él que por cierto, sostenía las riendas para guiarlo a alguna pradera cercana.

No habíamos articulado palabra desde que habíamos empezado a cabalgar desde aquella cueva cercana a las fronteras de Mordor hace unas tres horas.

Hyellën se había despertado en mis brazos hace poco. Él no tenía la menor idea de lo que estaba ocurriendo y menos que ésta sea la última vez que lo vea despertar después de su gran susto que ya fue vengado.

-Pronto llegaremos -anunció Arkent detrás mío.

Preferí por no responder, iba a extrañar esos momentos graciosos con mi conejo como aquella vez en que le mordió la punta de la nariz a Lenner. Hablando de él; una vez me dijeron que era bueno recordar a las personas que no se encuentran entre nosotros para siempre llevarlos en nuestros corazones.

También hubo malos recuerdos como la vez que tuve que esconder a Hyellën por el ataque sorpresa de aquellos orcos.

La noche en que destrozaron mi corazón en miles de pedazos, la noche en que tuve que ocultar mis sentimientos hacía esa persona. El elfo que me hizo creer en falsas palabras.

La velocidad del caballo fue disminuyendo conforme íbamos avanzando. Los altos árboles nos daban bienvenida a un inmenso bosque.

-Llegamos -anunció en voz alta el ya inmortal.

Arkent bajó primero mientras que yo lo intentaba hacer lo mismo pero con Hyellën en brazos se me hizo más complicado pero el hombre de ojos verdes me ayudó a bajar.

Aquél momento me recordó la vez en que Legolas me alzó en brazos para bajarme de su caballo, aquella vez en que casi nos besamos.

-¿Te encuentras bien? Estás melancólica -preguntó mientras que ataba las riendas del caballo en el tronco de un árbol.

-Si, estoy bien; sólo qué...es difícil separarme de Hyellën -respondí depositando un beso en su peluda cabeza.

-Pero es necesario -comentó adentrándose en el bosque.

-Lo sé -susurré.

Estuvimos caminando alrededor de unos cinco minutos hasta que él se detuvo.

-Creo que éste es el lugar apropiado para un conejo, ¿no crees? -preguntó girando hacía mí.

-Eso creo -dije bajando a Hyellën hasta el suelo.

Mi amigo permaneció olfateando el terreno hasta que empezó a brincar alrededor.

-Tengo algo para ti -saqué la zanahoria qué me robé de la cocina-, espero que te sirva de algo.

Él empezó a roerla con sus diminutos dientes.

-Te voy a extrañar -comenté mientras inconscientemente una lágrima rodaba por mi mejilla-, es por tu bien.

-Estaré con el caballo -comentó Arkent para retirarse.

Cuándo estuvo lo suficientemente lejos, volví a hablar.

-Lo siento por haberte dejado sin familia -dije-, tu no tienes la culpa de nada sin embargo recibiste un gran miedo. Puede ser que sea la última vez que te vuelva a ver -acaricié su lomo mientras que él comía-. Cuídate por favor. Te quiero mucho.

Me levanté, Hyellën se volvió hacía mí y me miró con esos grandes ojos hipnotizantes que podrían derretir hasta el corazón mas frío.

-Adiós Hyellën -dije mis últimas palabras para después voltearme para no mirar atrás.

Sus Ojos Fríos (Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora