Capítulo 43 - Oscuridad (Final)

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-El amo te quiere ver -el orco que me había lastimado abrió la cerradura.

-¿Para qué más le podría servir? Ya tiene todo de mí -dije a la defensiva con voz débil, mi garganta había mejorado lo suficiente para hablar. Sentí la sangre seca debajo de mi nariz, me la intenté limpiar pero no sirvió de mucho.

-No lo tenemos entendido -anunció el orco de su costado-, requiere de tu presencia.

-Pero yo no la quiero -dije y crucé mis brazos.

-La tendrás que soportar -el orco me levantó de un tirón de la muñeca que casi me la rompe con lo delicada que estaba. Solté un gemido de dolor.

Su acompañante me junto las manos en la espalda y colocó un grillete atandolas.

-Por si intentas cometer una estupidez -río el orco-, avanza -me ordenó dándome un empujón para empezar a caminar.

Caminar se me hacía imposible con el dolor constante en mis rodillas lastimadas. Una lágrima silenciosa rodó por mi mejilla para romperse en mi quijada.

Me estaba demorando mucho en subir las escaleras por lo que recibía burlas e insultos por parte de las escorias andantes.

Después de varios minutos de lucha me encontraba al frente de la habitación en la que había dormido hace noches atrás. El lugar dónde era mi único refugio y en el que sentía que podría llegar a estar segura.

Los orcos tocaron la puerta con cierto temor por lo que ocultaba detrás de ésta.

-Adelante -su voz estaba ligeramente ronca, debido a una larga jornada de descanso que habría sufrido con aquélla posición.

Abrieron la puerta y me arrastraron hacía adentro, Arkent estaba sentado en la misma mesa de siempre con los ojos puestos en la madera de la silla al frente suyo. No se inmutó en verme.

-Ya está aquí -informó el orco de mi derecha-, con las manos sujetas. Cómo ordenó.

-Deja la llave -dijo con voz fría.

El orco más bajo se acercó hasta el hombre y dejó dicho objeto en su mano, él, la guardó sin dejar de ver su punto fijo.

-Retirense -los orcos escoltantes obedecieron con la boca cerrada.

Cuando escuché cómo la puerta se cerraba, me puse atenta en todos lo movimientos de mi enemigo.

-Toma asiento -indicó con su mano al lugar vacío. En ningún momento levantó su vista.

No me permití avanzar algún paso, me quedé plantada al suelo de piedra. Al saber que no me movería, agregó. -No seas tímida.

Tragué saliva. No me permitiría ser una cobarde, con el primer paso dejé atrás cualquier miedo que navegaba por mi sangre.

Ahora ya me encontraba sentada. Arkent levantó su vista y observó cualquier detalle de mi rostro, me sentí incómoda al sentir aquélla sensación de intimidación.

Se levantó de su silla y pasó por mi costado sin decir nada. Bajé mi mirada por resignación, luego de unos segundos sola, Arkent volvió con un recipiente en sus manos.

Con una mano cogió su silla para colocarla a un costado de la mía, aquéllo me empezó a preocupar. Se sentó y dejó lo dicho pero con un pañuelo en él.

No dejó de verme un segundo, sentí el contacto de su mano en mi mentón para levantarlo, lo miré a los ojos sin ningún sentimiento en ellos.

Acercó el pañuelo húmedo a mi rostro, supuse que era para limpiar mi sangre seca. Giré mi cabeza en dirección contraria rápidamente.

Sus Ojos Fríos (Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora