Capítulo quince.

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Alessandro

Tomo mi mochila y bajo las escaleras para dirigirme a la cocina, no he dormido absolutamente nada y después de lo que sucedió simplemente no pude parar de pensar en aquello. Niego con mi cabeza tratando de ocultar la sonrisa en mi rostro. Annette se encuentra desayunando junto a Beth y mamá, ella no está, de seguro sigue dormida.

—Buenos días. —saludo sentándome en la barra para tomar una tostada.

—¿No has dormido bien, mi amor? —pregunta mamá luego de saludarme y le miro confundido. La mirada de Annette esta fija en mi como si supiera que algo ha pasado.

—Eh...si, solo que me desperté temprano y no pude seguir durmiendo. —respondo tranquilo antes de darle un mordisco a la tostada. Ella asiente y se levanta para darme un beso en la mejilla.

Terminamos de desayunar entre risas, y de verdad el humor que tengo es indescriptible. Luego de hacer mi higiene bucal tomo las llaves del auto y me subo al auto junto a Annette, lo pongo en marcha y ella de un momento a otro me golpea el brazo con fuerza.

—¡¿Qué te pasa?!—exclamo echándole un rápido vistazo y me fulmina.

—¿Por qué sonríes de esa estúpida forma Alessandro Fabreschi? ―ruedo los ojos. —¿Algo que me quieras contar, hermanito?

—Ann, estoy de muy buen humor, por favor no lo arruines. —suspiro y comienza a reír lo cual provoca que yo también lo haga.

—¿Has hecho cosas sucias en nuestra casa? —comienza a mover sus cejas de arriba a abajo.

—Esto de que me conozcas tanto ya comienza a asustarme.

—Tal vez estaba hablando con Angelo por teléfono alrededor de las dos y escuché la puerta de al lado abrirse y no volví a escuchar la puerta hasta hoy en la .

Sonrío negando con la cabeza.

—Estoy feliz, eso es todo. —encojo los hombros. Se inclina y besa mi mejilla.

—Me alegra verte así hermanito, y por tu gran suerte las paredes de tu cuarto son insonorizadas porque si no, estoy segura que todos se hubiesen dado cuenta. —me hecho a reír.

—¿Todo bien con Angelo? —pregunto cambiando tema.

—Esta perdonado, solo que no lo sabe aún. —dice y sonrío. —Hemos estado hablando y el noventa por ciento de sus palabras son lo siento y perdón. —rueda los ojos.

—Sabes que lo golpearía de nuevo.

—Por supuesto. —sonríe.

Aparco el auto el auto en el estacionamiento y nos bajamos encontrándonos con varios chicos afuera, hemos llegado temprano así que aún no ha sonado el timbre.

—¿Entramos? —pregunta mi hermana y niego sacando un cigarro de la caja. Le doy una calada y me recuesto al capo del auto para luego expulsar el humo.

—¡Hey Fabreschi! —escucho que me llaman y al voltear me encuentro con una castaña que como de costumbre, no tengo idea de quién es. Le miro moviendo mi cabeza en señal de saludo y ella me sonríe. —¿Para cuándo otra fiesta en tu casa?

—No más fiestas en mi casa. —sonrío falsamente, bufa.

—¡Estuvo genial! ¡No dejes de hacerlo! —me guiña un ojo y mi hermana rueda los ojos lo cual me causa gracia. —Aquí está mi número por si cambias de idea y me quieres invitar. —me entrega un papel el cual no tengo otra opción que tomar. Asiento y con una coqueta sonrisa se aleja.

—Debes hacerles entender que ya no estás disponible, así te dejarían en paz, ¿no crees? —murmura Annette y río tirando el papel al suelo.

—Entremos. —apago el cigarrillo con mi bota y comenzamos a caminar hacia el interior.

Same Old Shadows.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora