Capítulo treinta y dos.

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Alessandro

Tomo una gran respiración al bajar del avión en el aeropuerto Ugo Niutta en mi querida Nápoles. Tenía alrededor de dos años sin venir debido a la universidad y que la última vez que salí de vacaciones, hice un viaje con mamá y Annette a Canadá.

Por supuesto, papá tenía asuntos de trabajo y no pudo presentarse.

Giuliana me toma de la mano al ver mi gran nerviosismo y le miro confundido. Ella me lanza una sonrisa de apoyo que me contagia luego de unos segundos.

Durante todo el vuelo estuve comentándole lo nervioso que me siento por la reacción que tendrá mi padre. Y para ser sincero, también me preocupa el hecho de que estoy aquí corriendo peligro.

Pero mi tío lo vale.

—Alessandro, todo estará bien. —dice mientras caminamos a la salida.

Miro a todos lados en busca de algo extraño pero nada ocurre, como es de esperarse.

—No conoces a mi padre. —digo sin dejar de arrastrar mi maleta mientras ella hace lo mismo con la suya y sigue tomando mi mano.

—Lo sé, pero no es como que te asesinará.

Suspiro, podría estar muy cerca.

Me detiene con brusquedad y en ese preciso momento un hombre cae al suelo, haciendo que mi maleta termine también junto a él.

Mi respiración se agita de inmediato y me quedo mirándole. Es un señor de aproximadamente cuarenta años que al parecer se ha tropezado.

Como lo siento, debo cambiarlos. —dice en italiano mientras se levanta hace referencia a los lentes que lleva en su rostro.

No digo nada, solo me dedico a observarle atentamente. Noto que se remueve incómodo ante mi fija mirada y se disculpa una vez más antes de retirarse.

Suelto un suspiro y miro a Giuliana que le mira seria.

—¿Lo has visto venir? —pregunto debido a que me ha detenido segundos antes de que el hombre pudiese chocar conmigo.

—Sí. —dice seria.

Frunzo el ceño.

—¿Pasa algo?

—No se ha tropezado, Ale, venía corriendo directamente hacia ti. —dice haciendo una extraña mueca que solo logra ponerme más tenso de lo que estoy.

Trago saliva y recojo mi maleta para comenzar a caminar rápidamente hacia la salida del aeropuerto con Giuliana siguiendo mis pasos como puede.

—Márcale a mi hermana. —digo antes de dirigirme hacia un taxi.

El señor amablemente se encarga de depositar nuestras maletas en la cajuela y seguidamente pone el auto en marcha.

Giuliana hace lo que le pido sin rechistar y me pasa su teléfono luego de que yo le dicto el número. Algo me dice que no debo utilizar mi teléfono, lo de ese hombre ha sido muy extraño.

—¿Sí? —responde mi hermana extrañada luego de cuatro veces de llamarle y que no contestara.

—Ann, soy yo, ¿por qué has tardado tanto? —cuestiono realmente impaciente debido a que el señor no deja de preguntarme a dónde vamos y no puedo decirle debido a que no sé en qué hospital está mi tío.

Suspira al otro lado de la línea.

—Joder, Alessandro, no sabes cuánto me alegra escucharte. Tardé porque no puedo contestar llamadas o mensajes de números desconocidos, debo bloquearlos todos. —explica con rapidez y mi ceño se frunce con profundidad.

Same Old Shadows.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora