Sus ojos se encuentran en los míos por lo que parece una eternidad, mientras mi respiración está acelerada. Trago saliva con fuerza y me doy cuenta de que no importa cuanto tiempo pase, Alessandro siempre provocará éste efecto en mí.
Siento que puedo desmayarme cuando comienza a caminar lentamente hacia donde estoy, y no puedo hacer otra cosa que mirarle. Él desvía su mirada por un segundo a mis espaldas y cuando siento unas manos en mi cintura me sobresalto.
Izan me mira con una sonrisa que se desvanece al ver mi expresión.
—Cariño, ¿estás bien?—pregunta preocupado mientras toma mi rostro entre sus manos.
Asiento y con suavidad las retiro para volver a ver a Alessandro, pero ha pasado por mi lado directamente a saludar a su mamá. Suspiro y me resisto a acercarme, porque la verdad es que no sé exactamente cómo lidiar ante su presencia. Solo me doy vuelta y trato de pensar en algo más, pero es imposible.
Él también tiene el rostro como si hubiese visto un fantasma, y entiendo que es porque no sabía que yo estaría aquí. Pero a mí me ha tomado completamente por sorpresa el hecho de que voy a tener que caminar a su lado al altar.
Quiero matar a Annette en éste momento.
—No puedes hacer esto, Alessandro.—escucho a mis espaldas y frunzo el ceño.
—Mamá, nadie me ha dicho nada.—escucho su voz y algo en mi interior salta de alegría.
Tenía tanto sin escucharle que su voz parece una melodía para mis oídos. Tomo valor y volteo para encontrarme con sus azules ojos mirándome de frente, lo cual acelera mi corazón aún más.
—Por favor entren todos, ya es hora.—dice Kiana haciendo que todos menos los que iremos en frente de Annette, entren.
Alessandro suspira y comienza a acercarse a mí con las manos en sus bolsillos. No me doy cuenta en qué momento Izan desaparece para entrar a la iglesia, y la verdad no me interesa. Solo tengo mi atención en él.
—Hola, Am.—saluda visiblemente incómodo.
—Hola.—digo casi en un susurro.
Kiana llega a mi lado y me entrega un pequeño ramo de flores blancas y azules que debo llevar en la mano. Lo acepto con una sonrisa y ella simplemente se retira luego de indicarnos que somos los primeros en la fila.
Alessandro y yo no podemos hacer otra cosa que mirarnos a los ojos sin decir una palabra, y la verdad no resulta incómodo, solo no sabemos qué más hacer.
—No esperaba verte aquí.—dice antes de pasar una de sus manos por su nuca.
—Pues, Ann me ha pedido que sea su dama de honor.—digo nerviosa.
—Me acabo de enterar.—dice asintiendo.
Aprieto los labios en una fina línea.
—Si no quieres caminar a mi lado lo entiendo.
—No es eso, es solo que me ha tomado por sorpresa, créeme que no estaba preparado para verte aquí, luciendo tan...—guarda silencio y luego suspira.
Comienza a sonar música dentro de la iglesia y me doy vuelta para ver que todo ha comenzado. Él se coloca a mi lado frente a todos los demás y ninguno sabe muy bien qué hacer.
—Supongo que debes tomar mi brazo.—dice inseguro.
Parecemos niños de diez años, joder.
—Al parecer.—digo seria.
Extiende su brazo para mí y yo entrelazo el mío, rozando nuestras manos en el trayecto. Y apenas le toco, mi estómago da un vuelco, pero suspiro para no dejar caer el ramo de flores de los nervios.
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Same Old Shadows.
General FictionCuando tienes un pasado oscuro, lleno de dificultades e historias que no te apetece contar, es muy difícil que no tengas sombras presiguiéndote por el resto de tu vida. Cuando intentas cortar los problemas de raíz, muchas veces sólo logras meterte...